Podríamos pensar que España va genial; que vivimos el mejor momento de nuestra historia; que el paro, la corrupción y la pérdida de derechos y libertades apenas si son molestias menores que no nos quitan realmente el sueño. Pensar que, por eso y por nuestra inquieta naturaleza humana, al no encontrar motivos de preocupación en nuestro presente, retrocedemos al pasado o avanzamos al futuro para buscarlos.

O podríamos pensar que nuestros políticos son unos artistas de la tauromaquia y que, cuando sienten los pitones de la ciudadanía demasiado cerca de sus traseros, rápidamente echan unos capotes aquí y allá para desviar nuestra atención y ponerse a salvo. Por uno u otro motivo y para mi perplejidad, los dos temas que más pasiones encienden ahora mismo son el destino de los restos del General Ísimo, fallecido hace cuarenta y tres años, y el futuro de los coches dentro de veintidós.

Para aquellos que no lo conocieron, Franco fue un dictador que gobernó en este país hasta el año 1975. Justo cuando mis hormonas adolescentes empezaban a dejar un poco de sitio para el pensamiento político, el hombre se murió (de viejo, tranquilamente, en la cama) y yo apenas pude ser antifranquista unos meses. Otros, que ahora presumen, lo fueron menos, a pesar de tener más tiempo. Es cierto que la dictadura fue una época nefasta que nos colocó en la cola de Europa, pero las injusticias que debemos combatir son las actuales. Pretender derrocar al pequeño Caudio ahora es ridículo.

En cuanto a lo que sucederá con los combustibles en el 2040, intenten recordar el 1996; está a la misma distancia En ese año, Aznar llegaba al gobierno en España y los talibanes, en Afganistán. ¿Cómo se imaginaba usted el 2018 entonces? ¿Cómo decían los políticos, los analistas o los economistas que sería? ¿Alguno acertó siquiera un poquito? Pues no deje que le tomen el pelo. Si no quiere que le toreen, no haga caso de los capotes; concéntrese en los que le están friendo a puyazos y estocadas.