Cuando un amigo dejó caer en la tertulia que el Consejero de Sanidad se había comprometido a poner en marcha el nuevo Centro de Salud de Cangas el próximo año, pensé que era una ironía. Pero no, estaba equivocado, era un sarcasmo y era del propio Sr. Del Busto. Poco después, leí que el Consejero de Educación aseguraba estar ultimando un plan para solucionar todos los problemas de la enseñanza en Asturias. A partir de ahí, cada día va saliendo en los medios alguien del Gobierno del Principado con algún estupendo proyecto bajo el brazo. Esta súbita y frenética actividad tras tanto tiempo de inacción podría ser preocupante como posible síntoma de algún tipo de brote psicótico o sobredosis de cafeína. Pero, dado que afecta exclusivamente a las palabras y no a los hechos y que faltan pocos meses para que pasemos por las urnas, probablemente no sea más que un caso electoralitis crónica, enfermedad más peligrosa para la salud pública que para los propios políticos afectados.

Desconozco cuál puede ser el rédito en votos que obtengan de todas estas promesas. No tengo manera de saber cuántos ciudadanos son capaces de olvidar en cuatro años todos los descarados incumplimientos y tomaduras de pelo que han de sufrir de cada nuevo gobierno. Alguno habrá, o los políticos no se tomarían la molestia. Lo que gustaría saber es a qué se dedican durante los primeros tres años y medio y si merece la pena pagarles esas cuarenta y dos mensualidades. Tal vez bastaría que cobraran las seis últimas para que elaboraran todos esos maravillosos proyectos y dejar que los técnicos los llevaran a cabo durante el resto del mandato. Al fin y al cabo, siempre que algo está mal hecho, es culpa de los funcionarios, así que, cuando está bien, será merito suyo también. Una cosa está clara, somos la comunidad con menor tasa de natalidad y mayor tasa de mortalidad. Asturias se va muriendo de hemorragia demográfica mientras nos adormecen contándonos cuentos fantásticos y cantándonos nanas en el oído.