Hay ciertos términos que, por su similitud, sonar igual o escribirse de la misma manera a pesar de sus significados dispares, pueden dificultar el entendimiento. Tomemos, por ejemplo, las palabras ”lógica” y “logística”. La primera enseña a pensar con claridad utilizando las premisas y reglas adecuadas; la segunda nos ayuda a mover con eficiencia a personas o materiales desde donde están hasta donde queremos que estén.
Así, imaginemos a un cacereño y a un gerundense que entran en un bar de Oviedo y gritan: “Los catalanes no son españoles”. Al primero le palmeamos la espalda y le invitamos a un vino; al segundo le insultamos y le echamos. Es un grave problema de lógica. O pensemos en un político que propone que se meta a todos los independentistas en la cárcel. Detener a un millón de personas requeriría que dos mil policías se dedicasen a jornada completa durante dos años; trasladarlos implicaría cien mil viajes de furgón e internarlos, mil hectáreas nuevas de prisión. Es un grave problema de logística.
Otras dos palabras nos dan mucha lata son “votar” y “botar”. Lo primero consiste en hacer feliz a un tipo mandándolo al Congreso; la segunda, en hacer feliz a un montón de españoles echándolo de allí. “Votar”, según la Constitución, es un derecho que uno puede elegir libremente ejercer o no. “Botar”, en cambio, que es un deber ciudadano cuya omisión está penada con entre tres meses y un día y cuatro años y un día de mal gobierno. Confundir la “b” con la “v” en un escrito es una falta de ortografía; confundirlas en unas elecciones es una falta de ciudadanía, mucho más grave y más frecuente.
También tenemos los términos “real”, de realidad, que podría ilustrarse con la foto de un paisano paseando tristemente por un pueblo semidesierto, y “real”, de realeza, que ilustraríamos con una foto del paisano rodeado de gente y sonriendo al lado del Rey el día de la entrega del Premio al Pueblo Ejemplar, pero eso será tema para otro artículo.