En muchas ocasiones he criticado la cantidad de leyes, normas y exigencias que amargan la vida de aquellos que se empeñan en vivir en una zona rural. Alguna vez pensé en predecir, en plan irónico, que algún día nos pedirían un informe arqueológico antes de permitirnos labrar una finca. Menos mal que no lo hice porque, de haberlo hecho, los de Siero podrían acusarme ahora de dar ideas. Cada vez estoy más convencido de que hay algún tipo de secta secreta dentro del Gobierno del Principado empeñada en forzar a los pocos que quedamos en estas comarcas a emigrar a la ciudad.
Desconozco quiénes forman parte de ella, pero sé que su capacidad para dictar disposiciones anticampesinas es grande y trabajan a destajo. Además, deben de ser extremadamente persuasivos, porque los consejeros entran hablando de combatir el despoblamiento y, al poco tiempo de asumir el cargo, empiezan a firmar normas como estas, claramente encaminadas a lo contrario. Por supuesto, habrá quien diga que no es para tanto, que son apenas molestias leves, como picaduras de mosquito. Pero una cantidad suficiente de mosquitos puede poner en fuga a cualquiera, como la mayoría de veraneantes sabe. Y bien cierto es que a los habitantes de estas comarcas apenas nos queda un centímetro cuadrado de piel indemne.
Mientras no se identifique y neutralice a los implicados en esta conspiración, todos los supuestos “esfuerzos” por evitar la desertización serán en vano. Porque, mientras la Administración nos largue cuatro pedradas por cada caricia, la vida será difícil en estos pagos. Mientras los propietarios de explotaciones ganaderas, antes de mover una brizna de hierba, tengan que repasar trescientas páginas de normativa a ver si hay algo que lo impida, seguirá habiendo muchos que abandonen. Mientras que para crear una empresa en la zona haya que consultar a una docena de asesores y abogados, cubrir treinta formularios y pedir cuarenta permisos, la mayoría se irá a otro sitio. Aseguran estar haciendo todo lo posible para reanimarnos y mientras nos aprietan en cuello. Son geniales.