Hace sesenta años, los mineros cangueses salían de sus casas en plena noche para llegar andando al tajo, donde les esperaban jornadas extenuantes, seguridad nula y sueldos míseros. Quedan muy pocos que recuerden aquello. Gracias a la lucha y al sacrificio de muchos, cuando la mayoría de los ahora jubilados entró en la mina, las condiciones eran muy otras. Los que siguen en activo, en cambio, no necesitan recordar, pueden vivirlo de primera mano. Gracias a los abusos de algunas empresas mineras y eléctricas con la complicidad de nuestros sucesivos gobernantes y la traición de los que decían defender a los trabajadores mientras se vendían a los otros, muchos de nuestros mineros viven ahora más cerca de los años 50 que de los 80. Esto, sin embargo, no les parece suficientemente sudafricano (ellos dicen competitivo) y han hecho lo posible por cerrar las minas para importar el carbón de allí.
Se podría pensar que tienen manía a las minas en general, pero, si sigues el tema de Salave o Salas, ves que el trato que se da a las de oro es muy distinto. ¿O acaso es menos venenoso el cianuro que el CO2? Además, aquí tenemos un montón de plantas de absorción de dióxido de carbono, se llaman árboles y los hay por todos lados. ¿Deben los árboles de nuestro paraíso natural absorber el CO2 sudafricano para favorecer a los propietarios de empresas eléctricas con nombre español y capital chino y de políticos con nombre español y capital suizo? ¿Es más rentable el carbón extranjero? Para unos pocos sin duda que sí, o esto no estaría pasando; pero, para el país, el coste de empobrecer comarcas enteras, aumentar el paro y perder divisas es absolutamente ruinoso. Y, en cuanto a subvenciones, pregunten cuántas se dan a las renovables y quién se las lleva. En este país, por desgracia, aun hay muchos capaces de cegar para que otro no vea; el resto, conviene que vayamos abriendo los ojos.