Pensaba hablar otro ratito más del tema catalán, haciendo incluso un poco de futurología al respecto, pero me he dado cuenta de que no puedo. Aquellos que nos adentramos en el conocimiento del mundo de la mano de la Enciclopedia Álvarez seguimos los senderos de la física clásica, la de Newton y su ley de la gravitación. Creemos que, sabiendo con precisión la posición y movimiento de un objeto en este momento, siempre podremos saber dónde estará en el futuro. Craso error, nos perdimos la revolución de la física cuántica y no entendemos cómo funciona realmente el mundo. Según el principio de incertidumbre de Heisenberg, es imposible determinar al mismo tiempo la posición y la velocidad de una partícula y eso es lo que nos pasa con Puigdemont. Ni él mismo sabe dónde acabará. Cuando se detiene para situarse, no sabe hacia dónde va y, cuando sigue moviéndose, no sabe dónde está. No es culpa suya, es culpa de Heisenberg.
Y no crean que el día dos lo sabremos. Hay un famoso experimento de Schrödinger (experimento imaginario, no se me mosqueen los animalistas) donde un gato es encerrado en una caja sellada, con un frasco de gas venenoso que se abrirá o no dependiendo de que una partícula subatómica, que tiene un 50% de posibilidades de desintegrarse, lo haga. Ustedes pensarán que, al cabo de un rato, el minino estará vivo o muerto, pero, según la física moderna, en realidad estará 50% vivo y 50% muerto y no estará del todo ni uno ni otro hasta que alguien abra la caja y mire. En cierta medida, es el observador el que mata o salva la pobre felino. Podrá parecerle absurdo, pero millones de dispositivos se basan en ese principio. Por eso, el día dos habrá habido 50% de referéndum y 50% de no-referéndum dependiendo de quién abra la caja. Y continuaremos en la incertidumbre, porque somos un país completamente cuántico y kafkiano (de Kafka, otro germano al que gustaba tanto narrar absurdos como a los españoles vivirlos)