Seguramente habrán oído ustedes muchas veces la expresión “acordarse de Santa Bárbara cuando truena” referida a aquellos que no se acuerdan de enfrentar los problemas hasta que ya es tarde. El Gobierno asturiano y los sindicatos mayoritarios la han venido usando como patrón de conducta en el tema del carbón y, ahora, le han dado otra vuelta y, además, han decidido “acordarse de los truenos cuando llega Santa Bárbara”. Reunidos en sesudo cónclave en vísperas de la patrona de los mineros, han llegado a la conclusión que detrás del cierre de las térmicas hay una mano negra y no precisamente la de un picador. No es de extrañar, sin embargo, que hayan tardado tanto enterarse porque, ¿qué saben ellos de manos negras? Dudo que nadie en el gobiernín se haya ensuciado nunca las manos (trabajando, quiero decir) y, si alguno de los líderes sindicales paleó carbón alguna vez, fue hace tanto tiempo que ya ni se acuerdan (ni quieren acordarse).
Pues sí, detrás de la operación de acoso y derribo al carbón nacional hay intereses espurios. Lo hemos venido denunciando muchos desde hace años. Aunque entiendo que nunca nos hayan leído; probablemente no les gustaría lo que decimos. Mucho más guapo es reunirse un día, decir que hay mucha gente mala por el mundo y volver al confortable despacho a seguir cobrando por no hacer nada. Porque eso es exactamente lo que van a hacer después de tan geniales conclusiones. No se pondrán gravámenes ni restricciones al carbón importado que, además de contaminar el aire como el nacional, contamina también la política y la economía del país. No se meterá en cintura a las empresas eléctricas que abusan a placer de los ciudadanos porque, cuando los ministros y consejeros dejen el cargo, ¿dónde van a colocarse? No, no van a hacer nada. Seguirán pasándose la pelota unos a otros o echándole la culpa a Bruselas, que es también muy socorrido. Pero al fin han descubierto que el problema es que hay alguna mano alargada en la sombra. Eureka.