La pasada campaña electoral se caracterizó por la apelación al voto del miedo, al voto a la “contra”, utilizada a diestra y siniestra, usando como “Coco” los unos a los independentistas y los otros a la extrema derecha. Para que esto funcione (y no cabe duda de que funcionó) es necesario demonizar al sector en cuestión y exagerar el peligro que supone; algo que sólo está al alcance de partidos que cuentan con un poderoso grupo de medios de comunicación afines. Esto, por supuesto, tiene como efectos secundarios el aumento del odio hacia los que no piensan igual, la radicalización de los grupos usados como señuelo y, en general, la degradación de la convivencia y la debilitación de la cultura democrática, pero eso no preocupa especialmente a los que nos mandan.

Pero, claro, luego llega el recuento de votos y se descubre que los supuestos “cocos” no eran más que luciérnagas, vistosas en la oscuridad, pero pequeñas a la luz de los resultados. Para empezar, Vox, a quien las encuestas y los “analistas” engordaban hasta la exageración, se quedó en el diez por ciento de los votos. Una cantidad importante, que demuestra que en este país hay mucha gente muy cabreada y muy harta de la beatería de lo “políticamente correcto”; pero lejos de ser la terrible marea involutiva que desde la supuesta izquierda se nos quería hacer creer.

Otro tanto ha sucedido con la cacareada “amenaza independentista”. Una simple suma nos permite ver que los votos de Ezquerra, JXCAT y demás grupos afines no llegan al 40% mientras que los de los partidos nacionales superan el 57%. Dada la alta participación, esto nos da una medida de la fuerza real de cada opción. Al final va a resultar que las campañas de adoctrinamiento han funcionado mejor en este lado que en el otro y que hay más gente que afirma que “Cataluña no es España” del Ebro para acá que del Ebro para allá. ¡No dejen que los engañen más, los “cocos” no existen!