Las recientes oposiciones para la Sanidad asturiana han llenado los medios de imágenes de gigantescas aulas abarrotadas y larguísimas colas; fascinante espectáculo, propio para comentarios jocosos salvo, claro está, para los implicados. Sin embargo, quizás como los árboles al bosque, el gran número de opositores no nos haya permito ver la realidad que se esconde tras estas abultadas cifras. Demuestran, de entrada, la alta tasa de interinidad que actualmente existe en los servicios públicos. La Administración, que debería, al menos, dar ejemplo, es una de las principales responsables de la precariedad del mercado laboral español, por mucho que nuestros políticos no dejen de hablar de empleo estable.

Todos esos jóvenes, chicas y chicos, se presentan a sabiendas de que no tienen ninguna posibilidad de sacar la plaza, no importa qué nota consigan. Saben que, en el mejor de los casos, les quedan años y años de contratos temporales, de pocos días en muchos casos, antes de poder siquiera aspirar a conseguirla. Porque, aunque el número de plazas nos parezca enorme, es sólo una pequeña parte de las que luego serán necesarias. Además, la experiencia, que todos convenimos en que debe de ser considerada como un mérito, se ha convertido, gracias a un baremo absolutamente absurdo e injusto, en un muro infranqueable para los que empiezan. Y, sí, los veteranos merecen respeto, pero también la savia nueva tiene que tener su oportunidad. Haber hecho miles de veces una cosa no es garantía de excelencia, como bien hemos podido comprobar todos alguna vez.

El hecho de que estas oposiciones se hayan retrasado hasta este año electoral (pura coincidencia, obviamente) nos ha permitido apreciar cuán diferentes son los mundos en que viven los que se presentan a unas y los que se presentan a otras. Los unos estudiando para conseguir la titulación que les exigen, pagando cursillos como locos para obtener puntos y chupando kilómetros en coche para hacer una sustitución en Ibias hoy y otra en Belmonte, mañana. Los otros, … bueno, que les voy a contar de los otros.