Durante siglos nuestros ancestros veían el universo como algo externo y objetivo donde éramos meros espectadores y, ocasionalmente, actores insignificantes y efímeros. Entonces llegó Einstein y aseguró que no existe movimiento si no es en relación a un observador, llegó la mecánica cuántica y demostró que la naturaleza se comporta de manera diferente según cómo se la mire, llegó la posverdad y afirmó que las mentiras sólo son verdades con Photoshop y el estatus de la realidad como algo objetivo e inmutable se tambaleó. Y, por fin, llegaron los móviles para asestarle el golpe definitivo.

Desde que vamos por la vida con una pantallita interpuesta entre nosotros y el mundo, hemos perdido la capacidad de distinguir entre la realidad y la ficción; entre la verdad, la fantasía y la mentira. Aunque estemos físicamente en Cangas, ya no estamos de verdad en La Descarga embriagados por el ambiente y sobrecogidos por las explosiones y los destellos; estamos en un lugar remoto y aislado viendo imágenes inconexas y sin enterarnos de nada. Ya no nos acurrucamos abrazados a nuestra pareja viendo atardecer sobre el mar; nos distanciamos para colocarla como si fuera un mueble y que salga bien la foto. Ya no vivimos la vida ni disfrutamos de las experiencias; intentamos guardarlas, como los avaros el dinero, para un día que nunca llegará.

Para los adultos la recuperación es complicada. Tras tanto tiempo fuera del mundo, conectados a una realidad paralela y desconectados del universo, si consiguiéramos despegarlos de su pantallita, se sentirían perdidos, como despertando de un largo coma. Tampoco para los adolescentes actuales existen demasiadas esperanzas. En el mejor de los casos, necesitarán varios años y montones de desengaños para aprender a distinguir los amigos reales de los virtuales. Pero los niños pequeños aún pueden salvarse. ¡Mamás, papás!, si el crio está insoportable y ya no podéis más, es preferible ponerle unas gotitas de orujo en el biberón que darle el móvil. Es mucho menos cruel y los efectos a largo plazo son mucho más leves.