Según nos vamos adentrando en la madurez vamos descubriendo el placer de la añoranza, que tiene, como el vino, un sabor complejo, poco apropiado para paladares jóvenes. Ambos, además, consumidos moderadamente, son buenos para el corazón, pero, en dosis más elevadas, nos hacen perder el sentido de la realidad. Es agradable tumbarse un ratito y escuchar la canción de aquella chica que se fue sin la menor indulgencia, con su maleta de piel y su bikini de rayas. Sin embargo, convertir esa tonadita en sintonía puede hacernos perder a aquella otra chica no se fue, sino que se quedó con nosotros y ahora envejece a nuestro lado.
Actualmente, ambos extremos del espectro político español empiezan a mostrar síntomas de una borrachera de nostalgia que distorsiona gravemente su visión histórica. Es cierto que la realidad actual es penosa, pero intentar escapar de ella así no es solución.
El baile que se traen con los restos de nuestro “caudillo” ha vuelto a ponerlo de moda y se empieza a escuchar aquello de: “Con Franco vivíamos mejor”, lo que es un grave error. No era “Con”, sino “Contra”. No echamos de menos la represión de la dictadura, a principios de los 50, sino el despertar de la conciencia social de los españoles, a finales de los 60. No echamos de menos la violencia de los toletes que nos amenazaban, sino la dignidad con la que nos enfrentábamos a ellos para defender nuestros derechos.
Desde el otro extremo, se intentan reivindicar los logros del comunismo. Y es cierto que hizo mucho por mejorar las condiciones laborales y sociales de los trabadores, pero no en los países en que gobernaban, sino en los otros, en los de occidente. Tras la caída del muro, en aquel lado siguen prácticamente igual, pero en éste hemos empeorado mucho. La realidad comunista fue deplorable, pero su sueño sostuvo los nuestros y nos ayudó a crear una sociedad más justa. Aferrémonos a esos sueños que intentan quitarnos, reivindiquémoslos activamente y, “contra” el actual régimen, también podremos vivir mejor.