La mañana del domingo 3 de junio de 1866, los avilesinos se encontraron –por primera vez en la historia– con una publicación que reflejaba gran parte de la actualidad de la vida de su ciudad.
En la primera de sus ocho páginas, bajo el encabezamiento de ‘El Eco de Avilés’, se podía leer un escrito titulado ‘Al público’ que comenzaba así:
«Cuando un pueblo ha llegado a cierto grado de cultura; cuando el afán de saber se apodera indistintamente de todas las clases; cuando todo, hasta la mas pequeña mejora local da lugar a útiles y animadas polémicas, se hace necesario un órgano que dé publicidad a la opinión y pábulo a la curiosidad.»
La gente que hizo posible aquello, tuvo el entusiasmo de los convencidos de lo indispensable, imprescindible, inevitable e inexcusable que era un periódico impreso. ¿Quienes fueron los autores de aquella extraordinaria y crucial aventura editorial?
En primer lugar el tipógrafo, editor –y también escritor– Antonio María Pruneda. Ovetense de nacimiento que trasladó, a sus 31 años, los bártulos de su cosa impresora a Avilés y se estableció en un pequeño local de la, hoy, plaza de Carlos Lobo, ocupado actualmente por el café ‘Dulcinea’ (famoso en la villa allá por su popularidad en la segunda mitad del pasado siglo). En la fachada del edificio, una placa da fe de que allí domicilió la imprenta donde se compuso, imprimió y comercializó ‘El Eco de Avilés’.
Los que lo hicieron posible, profesaban la fe de los ilustrados en aquel método revolucionario. Y lo describían y lo escribían –con una pasión que hoy puede resultar un tanto cándida– convencidos de que la imprenta era el mejor modo de expresarse que jamás encontraría el hombre.
Pruneda dejó fama de participar más de aquellas inquietudes de las nuevas generaciones intelectuales, que de los beneficios económicos que le pudieran aportar sus publicaciones. El 7 de enero de 1887, trasladada ya la imprenta a la calle Rivero, funda y dirige un periódico más ambicioso y duradero: ‘El Porvenir de Avilés’, que ya duró bastante más que ‘El Eco’ (1866-1868).
Junto con Pruneda, el mérito también estuvo en los avilesinos interesados en el progreso: Bonifacio García Robés, Gregorio de la Cuesta, Ramón Álvarez, Ramón González Llanos, Galo Somines, Manuel del Busto, Sixto Fernández del Valle, Adolfo de Soignie, Lino Palacio, Domingo Álvarez Acebal, Cástor Álvarez Acebal y Estanislao Sánchez Calvo.
Ellos fueron los que aplicaron en Avilés el invento que tuvo su origen, siglos atrás, en el alemán Johannes Gutenberg, y que con el tiempo, facilitó la impresión de las impresiones humanas en papel de imprenta.
Todos, en labores literarias o técnicas, tuvieron su dosis de protagonismo en aquella revolución que supuso la prensa escrita, un arreón tremendo al progreso social.
Fue un acontecimiento en toda regla, como lo fue posteriormente la llegada del ferrocarril o la de la luz eléctrica. Sucesos dignos de ser cantados por poetas y contados por novelistas. En el caso de Avilés, lo hizo –afortunadamente– Armando Palacio Valdés en su novela ‘El cuarto poder’.
Más tarde, dela Imprenta Prunedasalieron muchas cabeceras de prensa y un sarampión, benigno, de publicaciones entre ellas ¡libros! Aquello fue una bendición.
Los pioneros avilesinos, de la galaxia Gutemberg, tuvieron un sonado eco en el mundo cultural de la ciudad. Es por eso, que ‘El Eco’ tendrá más eco en episodio aparte.
Aquel periódico del siglo XIX –cuya suscripción trimestral era de cuatro reales, en Avilés, y 8 reales, fuertes, en la [entonces] provincia de Cuba– sembró información, tanto aquí como allí, a una población maltrecha en conocimientos y agitó, con su opinión, a los reducidos círculos intelectuales de la época. Facilitó el progreso.
Por todo ello, la memoria de Pruneda, el primer tipógrafo y periodista de Avilés, es imborrable, no solo por estar impresa en multitud de publicaciones, sino porque puso la primera piedra.
Este mismo ejemplar de LA VOZ DE AVILÉS (el segundo periódico más antiguo de Asturias), que usted está leyendo ahora, ha sido posible –en gran parte– porque un domingo primaveral de 1866, Pruneda editó el primer periódico de la historia de Avilés, en una pequeña imprenta situada en la plaza –la más antigua de la villa– al lado de la iglesia de los Padres Franciscanos y que durante siglos llamaron plaza de San Nicolás y hoy le dicen de Carlos Lobo.
Así se escribió –así se escribe– la historia. Tal cual.