Por favor, apague el móvil. Porque es necesario concentrarse y saber que, aparte de musical, Avilés tiene fama de teatrero, de lo que da fe la cantidad de locales -públicos o privados- que ha dedicado a las artes escénicas, así como el detalle de ser la cuna de un clásico del teatro español, del Siglo de Oro : Francisco Bances Candamo.
Históricamente, aparte de cómicos de la legua y titiriteros, nos quedan retazos dispersos de espectáculos teatrales, por aquí y por allá.
Por ejemplo, que en el claustro del convento de San Francisco hubo representaciones teatrales aisladas, desde tiempos muy antiguos. Que en 1658 existió en Avilés una compañía de comediantes. Y en 1707, a una compañía leonesa que propuso dar funciones teatrales, se le contestó que aquí solo se le ofrecía «carruaje y patio».
Fue en 1733, cuando el Ayuntamiento, empezó a subvencionar representaciones dramáticas a ‘empresarios ingeniosos’ (sic).
La primera sede teatral estable estuvo en el solar, hoy ocupado por el edificio número 8, de la calle de La Cámara. Era un antiguo centro escolar, que había quedado vacío al trasladarse –enseñantes y enseñados– al convento de La Merced, en Sabugo. Así quedó, en La Cámara instalado, hacia 1840, el llamado ‘Teatro de Avilés’. El primero y además municipal.
Lo que de él sabemos, nos llega por acuerdos públicos, adoptados para su acondicionamiento y seguridad. Por ejemplo el aforo: 60 butacas, 6 palcos y 100 entradas de general. Un ‘gallinero’ como Dios manda.
Armando Palacio Valdés, comienza su novela ‘El cuarto poder’ tal que: «En Sarrió [así ficcionaba el escritor a Avilés], villa famosa, bañada por el mar Cantábrico, existía hace algunos años un teatro no limpio, no claro, no cómodo, pero que servía cumplidamente para solazar en las largas noches de invierno a sus pacíficos e industriosos moradores. Estaba construido, como casi todos, en forma de herradura. Constaba de dos pisos, a más del bajo…».
Las representaciones eran variopintas. Aunque, se sabe, que una compañía de aficionados avilesinos proporcionaba, esporádicamente, representaciones teatrales. Pero el edificio era una ruina y el Ayuntamiento determinó su cierre en 1876. Año en el que nació enfrente, en la otra acera de la calle de La Cámara, una confitería que pronto se haría famosa en toda Asturias: ‘Galé’.
Por entonces la población de Avilés, rondaba los 9.200 habitantes.
Al año siguiente, 1877, se inaugura en la calle Cuba, el Teatro–Circo Somines, de capital privado, más conocido como ‘La Peña’ (al estar su telón decorado con una pintura de la avilesina Peña del Caballo) y que funcionó, hasta que lo cachifolló un bombardeo aéreo, en 1937.
‘La Peña’, que será episodio aparte, fue el único que acogió espectáculos –incluido el cinematógrafo que comenzó a ofrecerse a principios de siglo XX– hasta que el pabellón ‘Iris’ abrió sus puertas en 1909. En ambos se representaban funciones teatrales, espectáculos de varietés o se alquilaban para actos públicos, e incluso para celebración de banquetes.
Pero faltaba el teatro de gala, al uso, donde se llevaran a cabo representaciones teatrales de categoría, zarzuela y ópera. Así que las fuerzas vivas y tal, pusieron la primera piedra de un nuevo coliseo en 1900. Empezaría a funcionar en 1920 y llevaría el nombre de ‘Palacio Valdés’.
La razón del bautizo, la describe Vidal de la Madrid (en el libro ‘Palacio Valdés, asturiano universal’. Edición del Excmo. Ayuntamiento de Laviana, 2007) como «un capítulo más de la estrecha relación mantenida entre el novelista y su villa de adopción [Avilés], que se sentía reflejada muy favorablemente en sus escritos y quiso entregarle el símbolo por excelencia de la cultura local. De este modo, el teatro, pieza imprescindible de la ciudad imaginada por la burguesía avilesina, se fundía con la persona que mejor había descrito este ideal urbano».
En la segunda mitad del siglo XX, algunos de los muchos cines construidos en Avilés, se publicitaban –al ofrecer representaciones teatrales aunque aisladamente– como teatro–cine (por ejemplo, el ‘Marta y María’ o el ‘Almirante’). Sin embargo, el único teatro-teatro (‘Palacio Valdés’) ofrecía, mayormente, cinematografía. A todo trapo y en sesión continua.
Hoy, el ‘Palacio Valdés’ –un episodio aparte– una vez rescatado de la calamidad por los poderes públicos, y reinaugurado en 1989, es teatro de referencia nacional.
Cae el telón. Y ovación final.
Encendamos el móvil, oiga. No sea que nos vaya a dar algo.