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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

Las Meanas, un convento medieval y la Ría de Avilés

La historia de Avilés es antigua y húmeda como ella sola, por lo que no es de extrañar que a cada paso que des te encuentres con sorpresas como las que depara el lugar conocido como Las Meanas, denominación cercana al chiste fisiológico fácil. Sin embargo es nombre que a algunos les parece brillante, a muchos sonoro y a casi todos singular.

Aparte ser de uno de los lugares de paso más transitados de Avilés, no se crean que Las Meanas es un simple parque, de 12.000 metros cuadrados, con cuatro árboles y gente tomando el fresco. Un respeto.

El río Tuluergo en Las Meanas, antes de 1925

Para empezar esos cuatro árboles –que es un decir–  los tiene hoy, que antes tuvo y desde hace más de cien años mogollón. Tampoco es que fuese la selva del Amazonas, pero si lugar frondoso y de ello da fe alguna que otra foto antigua.

De lo que no hay fotos que valga, pero que tiene tela marinera, es de su ignorada historia salada. Porque sépase que hasta aquí llegaba, en pleamares, la Ría de Avilés.

Y que el agua entraba a todo trapo, lo demuestra el hecho de que el flujo de las mareas eran aprovechadas como fuerza motriz de molinos (o aceñas) que aquí se plantaron en el siglo XIII –en terrenos colindantes a Las Meanas– en la marisma de Las Aceñas, que es el terreno que hoy ocupa la vecina plaza de los siete nombres, pues por tantos es o ha sido, conocida: La Plaza, Plaza Nueva, de Las Aceñas, del Mercado, de Abastos, de Julián Orbón y de Hermanos Orbón.

Ya digo que durante siglos, la mar estuvo llegando y llenando toda su extensión quedando frenada donde comenzaba a elevarse el terreno: ascenso a El Carbayedo, los Prados de Carbajal (por donde hoy se asienta parte de El Quirinal) y la carretera de La Plata (que se inicia en la actual calle de González Abarca).

Y como el que tuvo retuvo, cuando en 1985 se comenzó a construir el centro comercial ‘El Atrio’, los técnicos vieron con asombro como se les ‘marchaban’ los cimientos, coincidiendo con mareas vivas en la ría. Hubo que tomar medidas especiales para levantar el edificio.

Las Meanas, hace unos 60 años.

Las Meanas siempre fue sitio rugoso y húmedo, por donde transitó también el río Tuluergo, que naciendo en una fuente de Heros, cruzaba el naciente parque antes de desembocar en la Ría por la actual calle de La Muralla. Fue soterrado en 1925

Antes, entre 1845 y 1890, había tenido lugar un crucial proceso de transformación y modernización urbana de Avilés al desecar zonas de marisma como la del Campo del Faraón (donde fue sembrado el parque El Muelle), las del Campo de Caín o Caguín (en cuyos terrenos se levantó la maravillosa plaza del mercado) y Las Meanas (arbolada para su uso como parque). Con todo ello, también, se ganó terreno para el crecimiento urbano.

Las Meanas, que entonces estaba en las afueras de la ciudad, fue el lugar que acogió el reparto de bollo, vino, y consiguientes romerías de la primeras ediciones de la Fiesta de El Bollo, fundada en 1893 por la cofradía del mismo nombre, a cuyo frente estaba el médico castropolense Claudio Luanco, personaje cuya importancia en la vida social de Avilés no está valorado en su justa medida.

También es desconocido, por muchos, que en Las Meanas fueron utilizadas, como material de relleno para el asentamiento del terreno marismeño, las ruinas del desgraciado (por el fin tan estúpidamente gratuito que tuvo) complejo religioso (monasterio, claustro y capilla) de las monjas Bernardas, que existió desde 1552 en la calle de San Bernardo, y que fue desalojado en 1869. Y hala, a demoler, que es gerundio y a tapar el estero de Las Meanas.

El desaparecido recinto de La Exposición.

El nuevo parque fue bautizado, pomposamente, como El Retiro (luego, en 1938, sería Marqués de Estella, hasta recuperar, en 1979, su nombre original de Las Meanas). Era lugar de celebración de festejos aislados, hasta que comenzó a darle más vida la construcción, en 1932 –y siendo alcalde David Arias Rodríguez del Valle–, del Pabellón de Ganados de La Exposición. Un magnífico recinto que pronto fue de uso múltiple, generalmente de asociaciones deportivas como la Atlética Avilesina (un episodio aparte) y en los años 80 hasta teatro y del bueno. Pero estaba de madre que el deporte inundaría esta zona, ya nadie se había extrañado cuando en 1943 se construyó el estadio de La Exposición (hoy estadio futbolístico Suárez Puerta) y en 1950 se levantó un club de tenis (actualmente en San Cristóbal) con dos canchas.

Desde 1965 hay una línea trazada –en forma de nueva calle, llamada de Francisco Orejas– entre las entonces nacientes plazas de El Vaticano y La Guitarra. La línea creó dos espacios aislados al separar Las Meanas de La Exposición. Así que uno se quedó como parque y el otro como plaza. Ocio activo en La Exposición –episodio aparte– y ocio pasivo en el parque. Dos espacios, libres de construcción, que son una bendición para la ciudad.

Así que cuando pasee por Las Meanas pise con garbo, coimes, que su suelo es histórico: pura y auténtica ruina gótica. Y no se extrañe si estornuda, porque aquí estuvieron subiendo y bajando las mareas, como si tal cosa, durante miles y miles de años.

Quizás por eso se comenta estos días que igual sube el Real Avilés.

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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