En Avilés conviene saber que hay estación y Estación. Y que una es consecuencia de la otra.
Primero fue la estación –de ferrocarril– cuya inauguración, en Sabugo a finales del siglo XIX, originó que una calle del entonces barrio de pescadores, conocida durante siglos como la cai D’alante cambiara su nombre por el de calle de La Estación por la elemental razón de ser la vía que la unía en línea recta con la villa.
El edificio fue levantado en terrenos del Campo de Bogaz (o de Bogad), zona de muelle pesquero y de astilleros, que durante siglos fueron conocidos –por ser de madera los barcos que construían– como ‘carpinteros de ribera’.
La estación del ferrocarril nació entre palos (porque llegaron a las manos), y encendidas polémicas, entre los partidarios de construirla en la zona conocida como La Industria (donde hoy confluyen Llano Ponte y Avda. de Cervantes) o en la actual, que llamaban también Cantos. Detrás de ambas ubicaciones estaban los consabidos intereses y, por supuesto, los interesados: el marqués de Ferrera liderando a los ‘industriales’ y el de Teverga a los ‘cantistas’, opción triunfadora.
Puestos los marqueses, con perdón, en una balanza, pesa más el de Teverga que se curró lo del ferrocarril e importantes obras de la Ría, que el rancio de Ferrera viviendo de las rentas de sus múltiples propiedades inmobiliarias en Avilés. Y si al primero, por ser naviero, la estación le venía mejor a orillas de la Ría, el segundo no dio ni un palo al agua, en ningún sentido.
A tal guiso de marqueses hay que añadir, de postre, un conde. Porque resulta que la línea de ferrocarril que llegó a Avilés, enlazada en Villabona, fue construida por una compañía de contrata propiedad de un ingeniero que, además de italiano, encima era conde: de Sizzo-Noris. De estas cosas no se enteró Rafael Azcona, porque nos hubiese sacado en el cine, ayudado por Berlanga.
El tren llegó el 6 de julio de 1890 y fue inaugurada la estación, con pompa, boato y banquete servido en el teatro-circo Somines por el ‘Lhardy’ de Madrid. Desde entonces el elegante edificio forma parte del paisaje urbano de Avilés. José María Flores en su libro ‘Arquitectura ferroviaria en Asturias’ escribe que «el ejemplo más interesante de eclecticismo finisecular aplicado a construcciones ferroviarias se encuentre en la estación de Avilés (… ) realizada en arenisca dorada, recoge todo un repertorio de formas de la más pura tradición francesa». No es Waterloo de Paris, ni Atocha de Madrid, pero tiene clase.
Aparte de su singularidad arquitectónica, la estación de Avilés reúne otra más, difícil de encontrar en España: una excepcional cantina, que llegó a ser uno de los mejores restaurantes de Asturias, cosa chocante para la idea pringosa que se suele asociar al término cantina. Y es que en el último tercio del siglo pasado, cuando –y mira que se come bien en Avilés – un forastero preguntaba por un buen sitio para comer muchos le señalaban dos que en cualquier sitio son inusuales en la cosa del buen yantar: una cantina (la de la RENFE) y un hotel (con su comedor ‘La Serrana’). Y ahí sigue la cantina, hoy navegando en vermuts, con Arsenio Fernández (‘Tito’) en el puente de mando, que ‘La Serrana’ está varada.
De dcha. a izda: Cantina, Estación de Renfe y estación de autobuses. Queda fuera de plano la de FEVE.
La estación avilesina resultó ser un edificio integrador y como había espacio, dinero y ganas, siendo alcalde Santiago Rodríguez Vega, terminó añadiéndosele –en 1996– una estación de autobuses y otra más de ferrocarril, éste de vía estrecha (FEVE). Tres en total, lo que se dice estación intermodal.
La de autobuses, de discutida funcionalidad –provoca catarros tobilleros a los usuarios que esperan el embarque, al no llegar los paneles laterales de los andenes al suelo, seguramente que por aquello del diseño– tiene sin embargo un valioso añadido artístico en la parte exterior: el mural ‘El bosque encantado’, obra de Carlos Suárez.
Como encantados quedarán, en Avilés, los que saben aquello de que «en avión se llega pero en tren se viaja» ya que aquí tienen dos tipos de FF CC en la misma estación y, por si acaso, también autobús.
Estación la de Avilés. Denominación de origen: Tres en una. Cosecha de 1890.