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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

El bosque de San Francisco, nuevo en el casco histórico de Avilés

En Avilés un bosque ha nacido y muchos no saben como ha sido. Está situado en las inmediaciones de la iglesia de San Nicolás de Bari (siglos XII-XIV).

Este curioso caso tiene sus antecedentes en 1858, con motivo de la visita de Isabel II a Avilés (con aquel su histórico descenso a la mina de Arnao) cuando se da el nombre de «Jardines del Príncipe Alfonso» –su hijo, que reinaría con el nombre de Alfonso XII– a la pequeña rinco­nada existente delante de los Caños de San Francisco. En 1867 se regulariza el terreno de la Campa de la Iglesia, delimitan­do con muro lo que quedaba ane­xo a ella, haciendo retroceder unos metros a la fuente de los caños de San Francisco para encastrarla en dicho muro… todo ello para salvar el desmonte del terreno (que quedó, más o menos, tal y como lo vemos ahora) y urbanizar el espacio así como la calle de «La Canal», que es como se llamaba la descendente de Galiana, a su paso por delante del templo, y a la que en 1903 se le dio el nombre de «General Lucuce», cambiado en 1938 por el de «José Anto­nio Primo de Rivera», y a partir del 18 de julio de 1979 denominada como «San Francisco».

En la década de los años cuarenta del pasado siglo XX, se plantaron cuatro tilos en la Campa de los que sobreviven dos, que alcanzan una altura cercana a los 20 metros.

Años más tarde, en 1995, con la siderúrgica ENSIDESA feneciendo, sus diezmadas instalaciones cambiando de nombre, miles de empleo viniéndose al carajo y hasta los mismísimos economatos (santo y seña) esfumados, cosa ocurrida el 3 de noviembre, infortunado día en el que miles de avilesinos nos enteramos lo que valía un peine en un supermercado normal.

Y digo que fue en ese año cuando Avilés comenzó a dar brillo y esplendor a su faz urbana. Un plan del arquitecto Mariano Bayón, el mismo que había rehabilitado el Palacio Valdés. Y si el teatro mereció plácemes generalmente unánimes de la ciudadanía, la remodelación mereció pésames rotundos, tanto que algunos elementos tuvieron que ser retirados como unas farolas (especie de cajas de zapatos con bombilla dentro) en la calle Galiana, diseño (creo) del arquitecto.

También hubo planes y planos de Bayón que fueron archivados (siendo alcalde Agustín González), como un enorme mástil en la plaza Álvarez Acebal, la cubrición de toda la calle de La Fruta con una cubierta de cristal, o el ‘pifostio’, acceso al parking, que quería plantar ante el palacio Ferrera y que el Alcalde (entonces Santiago Rodríguez Vega) denegó ordenándole un modelo menos agresivo.

El bosque de San Francisco, con la iglesia al fondo

No obstante ahí quedó la urbanización de la plaza Álvarez Acebal y la calle de San Francisco, donde aparte del agobiante granito sobresalen unas especies de sarcófagos (con razón decía yo lo de los pésames), que intentan ser bancos. Todo ello provocó, en el personal, estupor cuando no cabreo.

Y ya puestos, el urbanista y arquitecto Bayón plantó –ante la fuente de los Caños de San Francisco– 16 plátanos (especie arbórea, oiga por favor) unidos en forma de pérgola vegetal.

Para ejecutar esta obra, se vendimió la alfombra verde que estaba delante de los caños, citada antes (la del Príncipe), un jardín de media altura –popularmente llamado ‘el jardín de los Caños’ y también ‘El Jardinín’– que completaba el conjunto vegetal-arquitectónico, junto con los tilos de la Campa, de un modo armonioso, embe­lleciendo sin ocultarlos, la fuente de los Caños y el rincón que los mismos forman con el Palacio de Ferrera.

Hoy, los nuevos árboles, más los dos enormes –y benditos– tilos de la Campa conforman todo un bosque en pleno casco histórico. Todo un oasis en pleno desierto granítico.

La frondosidad del bosque de San Francisco...

Pero, ocurre que la fuente –todo un símbolo icónico del casco histórico avilesino– no está singularizada visualmente, al taparla los árboles [digamos que] de Bayón, lo que por otro lado tiene su natural lógica ya que todo bosque tiene fuentes… Aunque cogiendo el rábano por las hojas, también podemos argumentar que los árboles plantados impiden ver el bosque, artístico en este caso, de los maravillosos caños de San Francisco (siglo XVII).

Total, que el arquitecto nos ha dejado con la duda, a mí al menos, de que o se ve la fuente (para lo que hay que quitar los plátanos y reponer los jardines) o que todo siga igual, que dice Julio Iglesias por ejemplo. Yo no se ustedes…

Y además es un bosque sin nombre. ¿Dónde se vio cosa igual? Y encima en el cogollo de uno de los cascos históricos más destacados del norte de España… Razón por la cual, éste menda –y dado que la autoridad correspondiente no lo hace– ha decidido bautizarlo como ‘Bosque de San Francisco de Avilés’.

Digo yo.

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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