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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

Los 200 años de los Caños de Rivero

(Fue en 1815 cuando se inició el proceso final de construir esta fuente que junto con una capilla, vistosas medianeras, árboles del parque Ferrera y  soportales de Rivero, conforma uno de los rincones urbanos más famosos de Avilés).
          Antes decías Caños de Rivero y se entendía que te referías exclusivamente a la fuente de dicha calle. Pero en los últimos tiempos los conceptos urbanos varían a la misma velocidad que lo vienen haciendo muchas de las actuaciones de mejora de la imagen de calles y lugares del casco histórico de Avilés. Y a las fotos, de una antigüedad superior a los treinta años, acudo en auxilio de este argumento.
          Por tanto si ahora escribes sobre los Caños de Rivero, se entiende que lo estás haciendo sobre un atractivo rincón compuesto por fuente, capilla, medianeras, árboles y soportales de esta calle de Rivero, una de las más singulares de Asturias.
          Así que si bebes agua de los Caños de Rivero no hagas caso del refrán chino que dice que «Cuando bebas agua recuerda la fuente» porque bebiéndola aquí lo que se te mete en la neurona es el lugar, por mucho que diga el proverbio asiático.
          El que fuera secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el intelectual madrileño José Francés (hijo predilecto de Avilés, quien junto con el arquitecto estatal Luis Menéndez–Pidal Álvarez, hicieron posible en 1955 que el Estado español catalogase buena parte del casco antiguo avilesino como Conjunto Histórico Artístico) ya había escrito en 1944 que importa «conservar esa fuente y a cuanto la circunda, por su gran interés romántico y librarla desde luego, de un lavadero que conviene des­montar para mayor belleza y placidez del conjunto».
          Contra lo que pueda parecer, Rivero es lugar muy antiguo. En tiempos medievales era conocido como arrabal situado a la salida de la muralla y en el camino real que comunicaba Avilés y Oviedo. Se ‘ordenó’ como calle en el siglo XVII cuando Avilés, por necesidades demográficas, necesitó extenderse fuera de las murallas y se fue enriqueciendo urbanísticamente –junto con Galiana– con largos y abundantes tramos de soportales, singularidad arquitectónica local. Hoy es la calle peatonal más larga y transitada de la villa. Comienza en la plaza de España (El Parche) con un palacio a su izquierda y su final, a los 440 metros, marca uno de los límites del casco histórico de Avilés.
          Antigua, también, es la reivindicación que los vecinos de Rivero hicieron de una fuente (la que tenían más cercana era la de los Caños de San Francisco) no solo para saciar la sed, lavar, cocinar y asearse, sino también como auxilio elemental contra los incendios.
          Y llegaron a hacerse cálculos y levantar planos por parte de dos maestros arquitectos: en 1767 Pedro A. Menéndez y en 1796 Francisco Pruneda (antepasado del famoso editor de ‘El Eco de Avilés’, primer periódico local), pero siempre alguna circunstancia lo impedía.
          Fue en 1815, cuando el maestro–arquitecto Francisco A. Muñiz Lorenzana (según estudio que le tengo leído al profesor de Historia del Arte, Vidal de la Madrid) informa atendiendo nuevamente, al deseo de los vecinos (quienes en 1786, echándole estímulos al asunto, habían llevado su protesta, por escrito, a la Real Audiencia del Principado) de levantar una fuente –que se materializaría al año siguiente– escogiendo como emplazamiento un lateral de la capilla del Santo Cristo y San Pedro (la actual es de fines del siglo XIX y es heredera de una ermita que existió aquí, cuando menos desde el siglo XVII). La obra constituyó, a la vez que fuente, un destacado elemento de adorno urbano (al igual que Los Canapés) en la nueva carretera Avilés–Oviedo.
          Está formada por un pilón circular que rodea un núcleo central macizo del que salen tres caños, todo ello coronado por un elegante jarrón de piedra y limitado, hoy, por un espacio semicircular con bancos de piedra que lo separa del parque Ferrera cuya entrada principal se encuentra a escasos metros de la fuente. Pegado a ella existió un lavadero techado, que fue desmontado a mitad del siglo pasado tal como pedía José Francés.
          Hoy, la fuente, envuelta entre el arbolado del parque Ferrera, la capilla del Cristo y San Pedro (‘San Pedrín’), dos medianeras triangulares superpuestas con hermoso mirador de madera y los soportales de la calle, componen un paisaje mágico frecuentemente utilizado en libros y prensa para ilustrar textos sobre el casco histórico de Avilés.
          Tan inspirador es el lugar que uno de los caños de la fuente llegó a manar vino tinto un día de San Pedro. La gente no daba crédito, excepto los organizadores del festejo. Yo lo viví y doy fe de que mi boca alcanzó el chorro y bebí vino de la fuente de agua de Rivero, sin que se me cayeran –del susto milagroso– los estímulos al suelo.
          Inolvidables Caños del impagable Rivero de Avilés.

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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