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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

La Cámara, es calle principal

(Debe su nombre a una fuente medieval y tiene gloriosos tramos de música arquitectónica que contrasta con su final desentonado).
          Entre las más de media docena de calles que parten de la plaza de España de Avilés o El Parche (la ‘chapuza’ más artística de Europa, junto con la italiana Torre de Pisa), hay dos de ellas, que comienzan descendiendo con premura.
        Una de ellas es La Cámara, columna vertebral del Avilés más reciente que inició el despegue hacia el progreso en el siglo XIX. En su momento fue un elegante resbalón modernista hacia el futuro.
       Ese deslizamiento generó una avenida que selló la unión entre la Villa y Sabugo, una vez desaparecido el puente que comunicaba ambos lugares, al soterrar el río Tuluergo que atravesaba la población desde el parque del Retiro (actualmente conocido como Las Meanas) hasta su desembocadura en la Ría, al final de la hoy calle de La Muralla, donde estuvieron ubicados durante siglos los muelles del histórico puerto de Avilés.
       Anteriormente, en 1818, se había derribado la muralla defensiva de la Villa (episodio aparte), con argumento tan retorcido que da pie a pensar en grandioso pelotazo urbanístico.
       Pero el caso es que fue así como nació el Avilés moderno, articulado por esta calle que debe su nombre a la antiquísima fuente –ubicada en inmediaciones de Cabruñana y San Bernardo– conocida como la de La Cámara, ya que sus dos caños estaban situados en una cámara o depósito de piedra.
       En esta zona está plantado, desde 1857, el destacado palacio de Maqua, hoy propiedad municipal y en venta.
       Un poco mas abajo, La Cámara comienza a llanear al tiempo que lanza hacia la derecha a la calle de La Muralla y hacia el lado contrario a la del Dr. Graiño, ambas repartiendo comercio y zonas verdes en El Muelle (el que empezó siendo un Bombé) y  Las Meanas.
       También, en su camino, surgió ese milagro rectangular de galerías acristaladas que acoge al mercado, privilegio otorgado por los Reyes Católicos, al haberse esfumado –por incendio– cerca del 70% del Avilés del siglo XV.
       Más adelante, llama la atención la espectacular casa del indiano Eladio Muñiz, una esquina de lujo apoteósico que hace La Cámara con la calle Cuba.       
       Tuvo que pasar su tiempo para que derribaran el cementerio (donde hoy se alza el grupo escolar de Sabugo) y algún edificio colindante. Pero sobre todo el convento de La Merced (demolido en 1895), que ocupaba un solar por donde hoy transcurre la calle y está plantada la nueva (1903) y neogótica iglesia de Sabugo.
       Y así, fueron asentándose y casando las piezas, bien que mal. Es el caso de la iglesia nueva de Sabugo que algunos criticaron, entonces, que se construyese dándole la espalda al barrio. Esta ‘traición’ se ve hoy como una visión de futuro, ya que su vistosa portada miraba hacia aquella calle de La Cámara que avanzaba imparable, transformando la ciudad, hacia el templo.
       E incluso sobrepasarlo. Porque a mediados del siglo XX, cuando Avilés explotó –demográfica, social y económicamente hablando– con la construcción de ENSIDESA y otras grandes empresas, la calle se fue prolongando, siendo alcalde Fernando Suárez del Villar, a partir de la iglesia, pero sin pizca de gracia arquitectónica.
       Hubo en esta zona –y en pocos metros cuadrados– ‘multitud’ de locales destinados al ocio, cosa que llama la atención. Y es episodio aparte. Al igual que las barbaridades urbanísticas cometidas en La Cámara, capítulo que, también, toca otro día.
        Y además esta calle comercial tiene una extraña singularidad y es el porrón de establecimientos del mismo gremio que se apelotonan en un tramo de unos 130 metros: seis ópticas y seis perfumerías (algunas de éstas de considerable tamaño).
       Cosa insólita, aparente despropósito mercantil para una ciudad pequeña, que da que pensar. ¿Será Avilés tan celosa de su olfato y vista? O que los avilesinos son extremadamente cuidadosos con su higiene personal (jabones y perfumes) y tan dados a la cosa cultural o como para generar vista cansada, a millares, por lectura ¿o más bien por pantallas televisivas o de teléfonos móviles? Escrito está que el WhatsApp –nueva lengua sin voz– genera en el personal dioptrías ‘asgaya’.
       Esta calle –que bien podría llamarse Gran Vía de la Dioptría Perfumada– es también una suerte de termómetro político. En función de circunstancias históricas, llevó el nombre de García San Miguel (segundo marqués de Teverga), de José Manuel Pedregal y del Generalísimo Franco, para terminar regresando –en 1979 y siendo alcalde Manuel Ponga– a su histórico nombre: La Cámara.
       En sus dos tercios primeros, bajada y llano (y exceptuando tres esquinas desgraciadas) es calle decimonónica, lúcida, lucida y finolis ‘ma non troppo’. Luego, con la reciente y deslucida prolongación la calle sube presto pero decae con desgana y finaliza desafinada arquitectónicamente hablando.
       Y así, gloriosa en sus dos terceras partes, pero desentonada en el tercio final, transcurre la sinfonía urbana de esta orquesta de Cámara. Quiero decir de La Cámara.
       Lo que son las cosas.
(Edición revisada del episodio publicado en ‘La Voz de Avilés’ el 28 de noviembre de 2011)

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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