El Gran Hotel | Los episodios avilesinos - Blogs elcomercio.es >

Blogs

Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

El Gran Hotel

Un espectacular edificio creado, en 1917,  con la intención de poner a Avilés en el mapa turístico a la altura de los grandes centros veraniegos como Santander o San Sebastián.
          Lo tengo escrito pero hay que repetirlo, quizá porque «la historia de España es como la morcilla de mi pueblo, se hace con sangre y se repite» que dejó dicho el poeta Ángel González.
          El asunto es que entre finales del siglo XIX y principios del XX la histórica villa de Avilés, dejando atrás tiempos de miseria extrema, se modernizó presentando todo un catálogo de novedades en el que destacaba un nuevo puerto con un muelle a orillas del casco urbano y una dársena para tráfico industrial en San Juan de Nieva.
           También habían llegado el tren. Y el teléfono. Y hasta un tranvía a vapor que unía Avilés con Salinas. Una nueva iglesia con porte catedralicio se había levantado en Sabugo. Y el centro de la ciudad resplandecía por las noches con un vistoso alumbrado público eléctrico, el primero que lució en Asturias, regalo del marqués de Pinar del Río, indiano que había hecho fortuna en Cuba.
          En el capitulo del ocio ciudadano tampoco Avilés se quedó atrás, con un parque público sembrado de estatuas y adornado con un llamativo quiosco a la última moda parisina. En el centro de la población se inauguró un gran teatro que llevaba el nombre de Armando Palacio Valdés, por entonces autor universal, y del que Avilés presumía por haberse criado en la villa. En la cercana playa de Salinas estaban a la última (tratando de acercarse al nivel marcado por Santander y San Sebastián) con instalaciones de Balneario y Náutico, como mandaban entonces las más elementales normas de un naciente turismo veraniego, nueva y floreciente industria.
          No es de extrañar que Ceferino Ballesteros, con empresa naval y naviera en la villa, pensara que había llegado la hora de que Avilés tuviera también un gran hotel y para llevar a cabo el negocio turístico eligió a Eduardo Hidalgo, gerente de su compañía, y que también dirigiría la nueva empresa hostelera.
El proyecto arquitectónico se lo encargó a Armando Fernández Cueto –uno de los personajes más curiosos de la historia avilesina– famoso maestro de obras, que junto con el arquitecto Manuel del Busto fueron los autores de la mayoría de los más destacados edificios construidos en Avilés por entonces. Entre ellos este espectacular edificio bautizado –era lo que se llevaba entonces– como Gran Hotel.
          Fue inaugurado el 14 de julio de 1917 con una asistencia masiva de personalidades locales y provinciales. Gran banquete y baile hasta altas horas de la madrugada.
          En la calle Emile Robin donde tenía la fachada principal, los periodistas de LA VOZ DE AVILÉS que informaron del acontecimiento, contaron cerca de cincuenta automóviles aparcados, algo nunca visto hasta entonces en Asturias y entre los que destacaba un rimbombante Hispano–Suiza, matrícula O–475, coche oficial del Gran Hotel puesto al servicio de los VIP y que pasaría a la historia local de sucesos por ser en el que murió –el 6 de marzo de 1918 y en accidente en la carretera de La Plata– el famoso actor teatral Jambrina, que llevaba varios días actuando en el Pabellón Iris ubicado en la calle de La Cámara, y se alojaba en el Gran Hotel.
          La puesta en marcha del nuevo edificio se publicitaba de esta guisa: «Hotel magnífico y suntuoso, que sólo reconoce rival en dos o tres grandes capitales de la nación».
          El entusiasmo se desbordaba, por ejemplo en LA VOZ DE AVILÉS del 15 agosto de 1917 se podía leer que: «(…) Todo en él es soberbio: el trazado y cons­trucción, en que puso toda su alma de artista don Armando F. Cueto; el decorado, tan rico como sobrio y elegante, en que con los inteligentes artistas avilesinos cooperaron otros de reconocido renombre en España; la amplitud y comodidades de todas las habitaciones y dependencias; los grandiosos hall y comedor; las instalaciones de alumbrado, calefacción, agua, baños y teléfono, hechas con el más per­fecto gusto; la provisión de todo, así acomodado a las modestas fortunas, como a las exigencias del más refinado sibarita; el servicio que es un portento de esmero omi­tiendo mil detalles, el magnifico emplazamiento del hotel en la parte más vistosa y amplia del Avilés moderno, sobre el Parque y el Muelle local, dominando hermosos panora­mas y pasando a su vera el tranvía de vapor y el trazado del eléctrico próximo a ser construido».
          No faltaba de nada incluso ascensor, y de hecho fue el primero que funcionó en un edificio avilesino donde solo se conocía dicho artefacto a través de las películas proyectadas en los cines.
          Se esperaba mucho, demasiado, de aquel Gran Hotel, al que desde la prensa se calificaba de «nece­sidad muchas veces expresada y encarecida en estas columnas, de dotar a nuestra hermosa villa de un establecimiento de esta clase, en que el veraneante, el turista, y en general el forastero, nada echasen de menos, en punto a comodidades, lujo y moderno confort, de cuanto hubieran visto o se les hubiera ofrecido en las más importantes poblaciones». El gran reloj de esfera que coronaba la parte alta de la esquina del edificio, parecía anunciar que a Avilés le había llegado la hora del turismo.
          Pero el veraneante, el turista, si que echaba de menos algo fundamental en una población costera y era la playa al lado del hotel y no a 5 Km, en Salinas con su Balneario y su Náutico, pero a la que se tardaba en llegar en un lento e incómodo tranvía de vapor, popularmente conocido como ‘La Chocolatera’. Por lo que la cosa empezó a capotar hasta que se vino abajo en 1924 y al Gran Hotel no lo salvó ni el hecho de que en 1921 comenzara a funcionar el tranvía eléctrico que tenía su parada principal, con doble vía, frente a la fachada del establecimiento hostelero.

Armando Fernández Cueto (1857-1933)


          El tema del progreso del turismo avilesino quedaría aparcado hasta 1996, año en que el Ayuntamiento creó un servicio de promoción turística que activó, con sonados resultados, el sector.
          Desaparecido el Gran Hotel, el edificio estuvo tiempo desocupado. En la Guerra Civil fue utilizado como hospital, por ello llegó a tener una gran cruz roja pintada en su tejado para evitar los bombardeos de la aviación.
          Terminado el aterrador conflicto bélico, el inmueble volvió a ser utilizado en parte, a partir del 24 de agosto de 1941, fecha en que se inauguró el Centro Asturiano de La Habana de Avilés –que arrendó la primera planta– estableciendo allí su sede durante años hasta que a principios de la década de los ochenta adquirió sus locales actuales en la calle de La Fruta.
          La planta baja y el entresuelo fueron ocupados por una entidad bancaria y el resto de las plantas fueron reconvertidas en apartamentos y pisos para viviendas particulares.
          El aspecto externo del gran edificio, que un día fue Gran Hotel, no ha cambiado excepto en un detalle que se advierte dirigiendo la vista hacia su hermosa cúpula. Tiene el reloj parado.

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


noviembre 2015
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
30