En el Archivo Histórico de Avilés, congelador documental del tiempo histórico avilesino, se conservan algunos de los privilegios que este rey castellano–leonés le concedió a la Villa.
Dicen que estadista es un buen político que lleva muerto quince años. ¿Qué calificativo merecería quien, siendo un buen estadista, murió hace más de setecientos años?
Tanta verdad hay en que 1312 fue el año del fallecimiento de Fernando IV como en el hecho de que pocas ciudades españolas se han visto tan favorecidas por un estadista como lo fue Avilés por este rey, al que nunca se le han dado las gracias.
Un poco de educación no vendría mal, aunque solo sea por el chute de privilegios que la Villa asturiana obtuvo de los reyes castellanos durante la Edad Media, y de éste en especial. Fue de órdago a la grande y así se puede comprobar en el Archivo Histórico local, una nevera documental del tiempo histórico avilesino con valiosos pergaminos en su congelador que dan cuenta de la relación privilegiada que existió entre el concejo asturiano y la monarquía castellano–leonesa.
A lo largo de los siglos Avilés tuvo como norma de comportamiento político la lealtad hacia el poder legalmente establecido. Y eso le dio, en su día, réditos (por supuesto que acompañados por las circunstancias, nada desdeñables para un Rey, de tener un puerto marítimo de mucho cuidado y unos almacenes de sal cosa fina) suficientes como para merecer un Fuero Real, que privilegió a sus vecinos y causó la envidia de sus convecinos.
Hoy los dadores del aquel Fuero están reconocidos –aunque relativamente, vaya por Dios– en el callejero local.
Y es que Alfonso VII, rey que confirmó el Fuero a principios del siglo XII tiene una calle a su nombre desde finales del siglo XIX, que nadie –excepto, quizás, los residentes en la misma y, por supuesto, el sufrido servicio de Correos– conoce por tal nombre sino por el de ‘Calleja Los Cuernos’. Una cabronada de mucho cuidado.
Algo parecido le ocurre a su abuelo Alfonso VI, a quien tanto se tardó en agradecer el hecho de que tuviera el detalle de concederle a Avilés el Fuero cuando acababa el siglo XI, ya que tal reconocimiento tuvo lugar cuando finalizando el siglo XX, la Corporación presidida por el alcalde Agustín González Sánchez, ingresó al rey en el callejero local. Aunque no creo que la plaza de Alfonso VI la conozca por tal nombre ni el 0,2% de los avilesinos, pese a estar en pleno centro de la ciudad y entre dos de las calles más célebres del casco histórico: La Ferrería y El Sol. Cruda realidad callejera.
Pero faltan otros por reconocer, por ejemplo Fernando IV rey de Castilla y de León (que nació en Sevilla y murió en Jaén) a quien aquellos que ponen motes post morten, a veces con la imaginación de un ladrillo, le adjudicaron el de ‘El Emplazado’ por un sucedido que tuvo este rey con el más allá. Una historia que supongo le encantaría contar a Iker Jiménez en su conocida serie televisiva ‘Cuarto milenio’.