(El año 1916 cumple, en estos días de principios de enero de 2016, un siglo. Procede un recorrido fugaz por el Avilés de aquel 1916, cuando en Europa tenía lugar la aterradora Primera Guerra Mundial).
En 1916 la población de Avilés rondaba los 14.000 habitantes y estaba gobernada por una corporación presidida por el alcalde Carlos Lobo de Las Alas, que hoy tiene una plaza a él dedicada.
Plaza 'del Pescado'. 1916.
El casco antiguo seguía guardando su tradicional sello histórico, con la excepción de alguna calle como La Fruta que estaba siendo despejada de sus casas bajas con soportales –herencia de su pasado medieval– para sustituirlas por llamativos inmuebles, lo mismo que en la nueva calle de La Cámara que crecía a toda mecha desde El Parche hacia Sabugo. Aunque en cuestión de modernidad ninguna ganaba a la del General Lucuce [hoy San Francisco], con unos nuevos edificios, diseñados en 1916 por el arquitecto Antonio Alonso Jorge, que seguían modas arquitectónicas imperantes en Europa y que ahí continúan –para admiración de propios y extraños– formando parte, junto con otros edificios monumentales, de una de las calles más espectaculares de Asturias.
Los inmuebles citados (los números 4, 6 y 8 ) fueron obra del arquitecto Antonio Alonso Jorge, muy prolífico durante aquel año de 1916 pues también acometió la traza de las Escuelas de Sabugo, hoy las más antiguas de Avilés, así como el pabellón de un nuevo mercado de carne y, sobre todo, pescado en una plaza (popularmente conocida, desde entonces, como ‘La del Pescado’) en el inicio de la calle Llano Ponte. Dicho pabellón, forma parte hoy de un paso elevado peatonal (La pasarela Niemeyer) que salva las vías terrestres y ferroviarias –barrera que incomunica a la ciudad con su fachada marítima– y te pone a orillas de la Ría tan cercana y tan lejana.
También había sido Alonso Jorge, seis años antes, el arquitecto de las famosas Naves de Balsera, en la carretera de San Juan, hoy abandonadas. Allí almacenaba sus productos, de importación ultramarina y exportación de productos asturianos, Victoriano Fernández Balsera (personaje que requiere un episodio aparte) uno de los comerciantes más importantes de España en su tiempo. Las naves, hoy catalogadas como patrimonio industrial, disponían de acceso al muelle de la Ría y –en la parte trasera– al del ferrocarril.
En 1916, Avilés vivía condicionada por la Primera Guerra Mundial (1914–1918) desarrollada principalmente en Europa y que afectaba a las principales potencias del continente con la excepción de España (junto con otros países) que se mantuvo neutral, lo que originó un momentáneo crecimiento económico al exportar sus productos a ambos bandos indistintamente. Balsera fue uno de los grandes beneficiados por dicha situación. Y también perjudicado por la misma, pues en 1916 hizo amago de cerrar su negocio y retirarse ante acusaciones, más bien rumores, que consideró ultrajantes de que ‘se estaba lucrando ante la escasez de mercancía’ lo que provocó una original manifestación de avilesinos hasta su casa para que desistiera de su intención, cosa que consiguieron.
Y es que Avilés parecía vivir horas altas en lo económico y el ejemplo estaba en los Almacenes Balsera que daban ocupación a un buen número de empleados. Lo que no dejaba de ser una excepción que disfrazaba una situación social delicada, que desembocaría al año siguiente en una huelga general.
En 1916 la Real Compañía Asturiana se vio obligada a clausurar la histórica mina de Arnao a consecuencia de filtraciones de agua en sus galerías submarinas, pero a cambio inauguró una nueva factoría de ácido sulfúrico y superfosfatos en San Juan de Nieva, unida por ferrocarril privado con Arnao.
Y en medio de estas dos poblaciones, Salinas presentó sus credenciales a ser una de las grandes playas del norte de España, con la construcción de un espectacular Club Náutico y un Balneario. La llamativa arquitectura del primero ha desaparecido, prevaleciendo la institución; pero el segundo pervive tal cual y –abandonados los baños de 1916– ahora se come de muerte y estrella Michelin.
Desde Salinas y camino de Avilés por la carretera de San Juan, cerca del muelle de Raíces, se encuentra el lugar conocido como Las Arobias, hoy una zona industrial pero antaño lugar donde existió un estadio de fútbol, con tribuna de madera. En él jugó el Real Stadium de Avilés, club que empezó a competir en 1916 y que llegaría a ser campeón de España de aficionados en 1940. En 1941 el Real Stadium tuvo que cambiar su nombre por el de Real Avilés, al haber prohibido el régimen franquista el uso de extranjerismos (Sporting, Stadium, Racing, Athletic, etc.) en el nombre de los clubs. Hace unos meses ha surgido (resucitado también se podría decir) un nuevo equipo: el Avilés Stadium, consecuencia de una escisión entre aficionados del Real Avilés.
Frente a Las Arobias, y en la otra margen de la Ría, se encuentra el pueblo de Zeluán, curioso nombre de reminiscencias africanas, que fue fundado en 1916 por José Fernández García (‘Pepe la Vara’), uno de los personajes históricos del estuario avilesino –junto con Ricardo García Fernández ‘Rico El Buzo’, Francisco Corostola ‘Pachico’ y otros– que son episodio aparte. La Ría (mayúscula) de Avilés está continuamente embarazada de acontecimientos.
Acabo con vuelta atrás, de 2016 a 1916, fugaz postal de tiempos no muy lejanos. Que cien años no es nada, como podría decir el tango, para villa tan historiada como la de Avilés.