(Fueron unos cuantos, desde una malatería medieval al actual Hospital de San Agustín, el tercero de Asturias)
Jack London en su relato ‘Koolau, el leproso’ pone en boca de uno de los personajes: «Nos quitan la libertad porque estamos enfermos. Hemos respetado la ley. No hemos hecho nada malo. Y, sin embargo, quieren encarcelarnos».
Pocas enfermedades han causado tanto dolor y marginación como la lepra, ya que su padecimiento –en la Edad Media– significaba la muerte civil, pues a quienes la sufrían (las secuelas eran horribles deformidades en cara, manos y piernas) se les encerraba y aislaba en edificios conocidos como lazaretos, malaterías o leproserías.
Por ello no es extraño que el más antiguo centro de salud de Avilés conocido (La malatería de Santa María Magdalena de Corros) estuviera ligado a la curación de la lepra, enfermedad contagiosa y como tal especialmente peligrosa en poblaciones como Avilés donde había bastante población flotante, dicho sea en todos los sentidos, pues no olvidemos que en el puerto de la Villa atracaban embarcaciones con tripulaciones de muchos puertos peninsulares y europeos.
Parece ser que el primer lazareto de Europa (para que luego digan) fue fundado en Palencia por el Cid Campeador en 1076. El de Avilés, alejado como todos ellos de las poblaciones, estaba en el lugar de Corros cerca de la iglesia de La Magdalena y la primera noticia que se tiene sobre él es de 1289 –sigo datos de Javier Fernández Conde– y figura en el testamento de Pedro Díaz de Nava donde ordena se paguen «cien maravedíes a los malatos de Abilles».
Más concreto es, en 1346, el testamento Pedro Juan de las Alas (el que levantó la capilla que lleva su nombre) que textualmente dice «que dian a los malatos del Corro del día que yo finar hasta dies años cada año una pierna de vaca y un tocino que vala tres maravedís y media copa de vino y una cuartilla de pan cocido y que lle los den en cada año ocho días antes dentrojo». Ya ven lo antigua que es la celebración del antrojo o antroxu de Avilés.
Poco más se sabe de la malatería de Corros, aparte de que la administración de sus donativos y bienes eran cosa de la parroquia de La Magdalena.
El que fue Sanatorio de ENSIDESA, en Llaranes.
También en las, entonces, afueras de Avilés en la llamada plaza de Fuera de la Villa (lo que hoy es la plaza de España o El Parche) había un edificio de planta y piso dedicado a cárcel y hospital (como se ve continúa la peligrosa asociación preso–enfermo) conocido como de San Juan. Dependía del ayuntamiento y de donaciones caritativas. Fue construido en 1351 y ahí estuvo hasta el siglo XVIII, aunque al final ya solo era un asilo.
Pero de los antiguos el de más categoría fue el Hospital de Peregrinos de Rivero construido a principios a del siglo XVI, para alojar a los peregrinos que hacían el Camino de Santiago, enorme autopista cultura, un ‘invento’ del rey asturiano Alfonso II ‘El Casto’.
Este centro sanitario fue una donación de Pedro Solís, personaje tan oscuro como generoso, que pagó las obras de un gran edificio en el arrabal de Rivero de planta y piso levantado en torno a un patio interior con capilla y cementerio. Quiero llamar la atención del lector sobre la vocación medicamentosa de la calle Rivero que aún hoy sigue demostrando, pues comienza prácticamente con una farmacia a su derecha y termina con otra a su izquierda. A esto añádasele la circunstancia de que durante siglos tuvo, en sus predios, un hospital que es un episodio aparte.
Hospital de Avilés, antiguamente conocido como Hospital de Caridad.
Avanzando en el tiempo, el 8 de octubre de 1920, el Ayuntamiento avilesino adquirió un solar ‘en sitio alto y ventilado’ –según consta en acta– al final de la calle Cabruñana en el barrio del Carbayedo por el que pagó 25.000 pesetas para edificar en él un sanatorio (que ya era hora) y que sería conocido como Hospital de Caridad. Trabajaron en los planos, conjuntamente, dos grandes arquitectos: Manuel del Busto (teatro Palacio Valdés, entre otros edificios) y Tomás Acha (autor, entre otros diseños, del que revistió de zinc el castillete de la Mina de Arnao). Se puso en marcha en 1927 y actualmente es conocido como Hospital de Avilés. También es un episodio aparte.
Como lo será el más importante de todos, el que por fin modernizó la atención sanitaria en la comarca de Avilés: el Hospital de San Agustín, edificado en la antigua finca mirandina de La Vaniella e inaugurado el 19 de mayo de 1976, un día histórico para Avilés ya que con la asistencia de los Reyes de España se abrió para uso público el hasta entonces parque privado del marqués de Ferrera y también este nuevo hospital, que la gente bautizó como La Residencia.
Entre medias se había puesto en marcha, en 1962, el pequeño hospital de la Cruz Roja en la calle Jovellanos.
Hay que hacer mención también de los que algunas empresas, radicadas en la comarca, pusieron al servicio de sus trabajadores como es el caso de la Real Compañía Asturiana, en Arnao, y ENSIDESA. Esta última levantó en Llaranes, en 1956, un modernísimo (para la época) centro sanitario que no se porqué demonios dieron en llamar ‘Hospitalillo’. Es verdad que era pequeño pero su equipamiento era de última generación, quizá es más justo el otro nombre que se le aplicaba: Sanatorio de ENSIDESA. Los profesionales que lo atendían venidos mayormente ex profeso –como miles de personas– a trabajar en la siderúrgica como Mauro Aguado, Siegrist, Rubio, Estévez, Noriega o Ávila pronto tuvieron nombre médico sonado en Avilés uniéndose a los locales Tamargo, Pedro Solís, hermanos Vallina (Luis y José Antonio), Bordallo, ‘Polchi’ Figueiras, Bermejo, José María León ‘Pepelón’ o Gabino García por citar algunos.
También hubo, en la historia sanitaria avilesina, hospitales circunstanciales como el instalado el 12 de setiembre de 1855 en el desaparecido convento de La Merced, cuyo solar lo ocupa hoy parcialmente la iglesia nueva de Sabugo. Fue un hospital de emergencia para hacer frente a una epidemia de cólera–morbo, enorme tragedia que ocasionó 297 muertos.
Hospital de San Agustín.
Igualmente durante la Guerra civil de 1936, el Instituto Carreño Miranda (hoy Colegio Público Palacio Valdés) fue cerrado y reconvertido en Hospital de Sangre, destinado a la primera cura de los heridos. Y por la misma desgraciada circunstancia también el edificio que había sido Gran Hotel, frente al Parque del Muelle, cumplió labores de hospital provisional por lo que, para prevenir las bombas de la aviación, fue pintada en su tejado una gigantesca cruz roja.
Históricamente, sea en el Avilés de Asturias o en la Lima del Perú, lo que siempre se buscó en un hospital es reparación y aseo en la faena médica. Aunque hoy –y para algunos– tan importante es la calidad de vida como la calidad de muerte, ese acto natural que iguala a personas de toda clase y condición pues no distingue entre casta y rasta, por explicarme en parámetros políticos de hoy que, por cierto, están perdidos de caspa.