(Nacidos en la calle de La Ferrería los ciudadanos Estanislao Suárez–Inclán y tres de sus hijos –Julián, Félix y Pío– se fueron a Madrid a buscar aquello de cambiar el mundo).
La de La Ferrería, que fue sonada calle mayor medieval, siguió siendo importante hasta la segunda mitad del XIX justo hasta cuando desde la plaza de España comenzaron a levantarse modernos edificios que bajaban hacia Sabugo por la senda que, durante siglos, llevó hasta la fuente de La Cámara.
Hasta entonces La Ferrería había venido manteniendo su categoría urbana y ciertas singularidades. Una de ellas fue la de varias familias, en el siglo XIX, donde padre e hijos tuvieron destacadas trayectorias. En estos Episodios se tiene escrito de Pantaleón Carreño y sus trece hijos muchos de los cuales dejaron rastro en las ciencias, las letras y la política. O también del artista y profesor Policarpo Soria y de sus cuatro hijos pintores que, a semejanza del padre, fueron excelentes pintores y también enseñantes de arte, aparte de otro que fue músico destacado.
Pues en la misma calle y siglo, también se dio el caso de Estanislao Suárez–Inclán, que vivió entre Avilés y Madrid (cuando se tardaba días en cubrir dicho trayecto) y de tres de sus hijos que fueron naciendo en Avilés y desperdigándose por el mundo.
Esta familia habitaba una casa–palacio que ocupaba el solar donde estuvo la de Pedro Solís aquel personaje que financió la construcción del Hospital de Peregrinos de Rivero en el siglo XV. La casa de los Suárez–Inclán (bajo y dos pisos, con escudo nobiliario) construida en el siglo XVII, y actualmente desaparecida, que estaba situada frente al palacio de Valdecarzana, en terrenos más o menos ocupados [hoy] por los edificios de la Cruz Roja y Correos.
En ella nació, el 7 de mayo de 1822, Estanislao Suárez–Inclán González–Llanos. Hizo sus estudios primarios en Avilés y los de Enseñanza Media y luego Leyes, en Oviedo. Y en la Villa del Adelantado comenzó a trabajar. Y se casó con Cándida González-Villar Jove con la que tuvo seis hijos: Julián, Heliodoro, Félix, Inés, Pío y Estanislao.
Casi todas las citas sobre Estanislao pintan a una persona inteligente y honrada. De ideas liberales se metió en política y fue diputado provincial en Oviedo y desde 1849 diputado nacional por Avilés en Madrid durante doce legislaturas consecutivas, llegando más tarde a ser nombrado senador vitalicio.
Comenzó a tocar poder como Gobernador Civil en Canarias y Cuenca pero cuando llegó a la cima fue en 1883 como ministro de Ultramar, en el gobierno de Posada Herrera. Y como ministro tuvo la decencia de prohibir el uso del cepo y grilletes como castigo que se imponía a negros y aborígenes de las colonias ultramarinas de Cuba y Puerto Rico y cuya condición de esclavos fue abolida tres años más tarde.
A él le debe Avilés el impagable proyecto de ley de canalización de su ría, siguiendo planos del ingeniero ovetense Pérez de la Sala, que luego remató –con sus gestiones para la construcción de la Dársena de San Juan de Nieva– el segundo marqués de Teverga, Julián García San Miguel.
Muere Estanislao, en Avilés, el 19 de septiembre de 1890 y la ciudad le homenajeó en 1896 cambiando la denominación de la calle de La Fruta para dedicárselo. Posteriormente, en 1985, el nombre de Suárez–Inclán se trasladó a una pequeña calle del barrio del Quirinal.