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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

Alfoz de Avilés, aquel invento medieval

Durante casi tres siglos Avilés fue capital del Alfoz que lleva su nombre y que incluía a los concejos de Carreño, Gozón, Castrillón, Illas y Corvera.
         Aquí, la villa de Avilés es el tercer municipio más pequeño de Asturias después de Noreña e Illas, y a pesar de ello posee un jardín de multinacionales –como ningún otro territorio de Asturias tiene– donde brota acero, cristal, aluminio y hasta empresas de tecnología punta en el PEPA, o Parque Empresarial Principado de Asturias.
          En este pequeño concejo avilesino entró todo a calzador –ahora mismo ya no queda suelo industrial– quizá por eso le salieron históricos juanetes como el doloroso final de aquella ENSIDESA (justamente la parte que caía en terrenos del concejo de Avilés) de los cuatro hornos altos y una térmica volados a golpe de goma dos o éste hermoso Niemeyer herido por un estúpido cainismo político.
          Pero a la Villa de Avilés el relumbre le viene de tiempos medievales cuando en sus cercanías, en el lugar de Raíces, el Rey de Asturias Alfonso III construyó el castillo de Gauzón, al lado de la actual Salinas. Se ve que estas tierras castrillonenses han tenido desde antiguo vocación de solaz y recreo pues el castillo, a la par que misión defensiva contra vikingos y musulmanes que pudieran colarse por la Ría a rapiñar, fue lugar de descanso del monarca cuando necesitaba desconectar de su corte en Oviedo.
          Y como del rey abajo ninguno, el poder emanado del castillo de Gauzón dio origen a un Alfoz con ese nombre compuesto por los concejos de Avilés, Castrillón, Corvera, Illas, Gozón y Carreño.
          Pero el caso es que uno de ellos, Avilés, no hacía más que crecer a medida que avanzaban los siglos, desarrollo directamente proporcional al aumento del comercio internacional que le procuraba su puerto tan cercano a Oviedo, capital del reino, y tan seguro y tranquilo como estaba allí al fondo de la Ría poniendo a buen recaudo, de temporales, a los cascarones de madera que eran las embarcaciones de entonces.

Mapa del Alfoz de Avilés y escudos de las poblaciones que lo compusieron. (Infografía de la Revista ‘El Bollo’)


          La Villa siguió aumentando su importancia, incluso una vez jubilada ya la monarquía asturiana. Y tanta fue que el rey de Castilla, Alfonso VI, le concedió a Avilés un Fuero (luego refrendado por Alfonso VII y otros reyes posteriores), signo de calidad ciudadana para aquellos tiempos pues contemplaba derechos impagables, entonces, para los vecinos de la Villa. En definitiva: avecindar oficialmente en Avilés era un privilegio.
          Y así, entre el Fuero y su condición de puerto líder en la costa norte peninsular, se convirtió en una población destacada y reforzada además por el poder tener el alfolí en sus predios. Una realidad tan insoslayable como para que el rey de Castilla –Fernando IV en el año 1309–concediese la capitalidad de aquel extenso Alfoz de Gauzón a «la mi Villa de Abilles» escribe el soberano.
          De esta forma Avilés, concejo que no llegaba a 27 Km2, pasó a controlar a los otros cinco concejos; un territorio de cerca de 300 Km2 en total, con el añadido de ser –el conjunto– el más poblado de la Asturias de entonces.
          En el privilegio (custodiado en el Archivo Municipal de Avilés) de la concesión del Alfoz se especifican las aporta­ciones con que tenía que ‘pechar’ cada territorio a Avilés: 1.200 maravedíes la tierra de Carreño; 660 la de Corvera; 600 Gozón; otros 600 Castrillón y 300 Illas, así como las penas, de considerable cuantía para quienes incumplieran el pago, concluyendo el Rey con la ritual frase de «Et los que non cumplan lo que mando ayan la yra de Dios et la mía por siempre jamas».
          Avilés, como capital del Alfoz, controló las funciones fiscales, judiciales y militares del conjunto de los concejos citados y cuyos habitantes pasaron a su vez a disfrutar de los privilegios, concedidos por el Fuero avilesino lo que no era moco de pavo por entonces pues significaba –entre otros derechos sociales– estar bajo custodia del Rey y por tanto a salvo de los caprichos guerreros de algunos nobles locales (me refiero a los verdaderamente dueños de las propiedades en los concejos que componían el Alfoz) que utilizaban a sus vecinos (siervos) como carne de cañón para sus batallas particulares.
          Los criterios de territorialidad que facilitaba el Alfoz de Avilés, sometiendo zonas extensas a las mismas normas forales, fue una forma de gobier­no que simplificaba y reducía procesos y permitía un mejor control de los recursos.
          Y así pasaron casi tres siglos de una administración más racional, aunque salpicados de arrebatos de poder de algunas poderosas familias de los concejos del Alfoz que consideraban humillante (sentimiento que fueron transmitiendo por herencia a sus descendientes durante generaciones) que la jurisdicción de Avilés se extendiese hasta sus dominios.
Esto, pero sobre todo la decadencia y desgobierno de algunos reyes españoles (la monarquía castellana ya había sido jubilada) hizo que los caciques locales terminaran por hacer valer los intereses que les habían volado en beneficio común y el Alfoz comenzó a entrar en situación 3D (decadencia, desmembración, desaparición).
          La desunión comenzó en 1605 con la ‘independencia’ de Gozón que deja de pertenecer a Avilés y establece su ‘capital’ en Susacasa (cerca de Vioño) y posteriormente en Luanco. Además Gozón al separarse, sin que nadie moviera un dedo, se anexiona Valliniello con lo que de golpe la orilla derecha de la Ría deja de pertenecer a la Villa.
          En 1665, también Carreño se separa del Alfoz y establece su capitalidad en Guimarán y más tarde en Candás.
          Le sigue Corvera en 1670 que establece su gobernación en Cancienes y posteriormente en Nubledo. En 1812 es Castrillón quien se desmembra y, finalmente, en 1818 lo hace Illas que convierte a Callezuela en su centro administrativo.
          El derrumbe no vino solo y así vemos como la salida de Illas del Alfoz medieval coincide con el inicio del derribo de la muralla medieval de Avilés, donde los intereses inmobiliarios presionaban –al efecto– que se las pelaban.
          Y colorín colorado el Alfoz de Avilés así fue acabado, finalizando un formato administrativo de organización territorial mediante el cual un conjunto de diferentes pueblos dependían de otro principal y todos estaban sujetos a una misma ordenación.
          Luego vendría aquello de ‘Comarca’, nueva reordenación administrativa del territorio, sosa ella, sin la chicha del Alfoz. El caso es que en la Comarca no hay un epicentro político claro, no existe un centro que aglutine el poder y distribuya funciones y servicios.
          Recuerdo un chiste sobre un terremoto, que hablaba como desde el Ministerio del Interior se había enviado un telegrama a un lejano puesto de la Guardia Civil con la siguiente orden: «Detectado movimiento sísmico en la comarca. Localicen epicentro» Pasadas unas horas llegaba la respuesta del comandante del puesto: «Movimiento sísmico desarticulado. Epicentro y otros seis más, detenidos».
          En fin.

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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