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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

Jardines Históricos de Avilés

El Principado ha incluido a los parques de Ferrera y del Muelle en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias, declarándolos Jardines Históricos, y por tanto contarán con protección patrimonial.
          Llegará un día en que los cruceros atracarán al costado de un bosque del siglo XIX, una gran alfombra vegetal que tiene plantados en uno de sus extremos una capilla gótica del siglo XIV y una pequeña iglesia (siglo XII) que se desparrama entre estilos románicos, góticos y barrocos.
          Los pasajeros al bajar a tierra pisarán un prado y  caminarán entre árboles centenarios (tilos, álamos y chopos) y jardines primorosamente trazados; parterres y soportales vegetales con plantas de temporada; estatuas adquiridas en el siglo XIX basadas en motivos mitológicos griegos y que tienen su original correspondiente en el Museo del Louvre; un monumento escultórico dedicado a un marino del siglo XVI, Pedro Menéndez de Avilés, fundador de la hoy considerada, mayormente, ciudad más antigua de los Estados Unidos de América; otra obra escultórica de cerámica multicolor plantada en 2008, así como una sorprendente estatua a una foca que llegó a Avilés en 1951 ¿desnortada? En cualquier caso es un guiño al cosmopolitismo y a la ‘coña marinera’ que supone el hecho de que esté oficializado el homenaje a una foca desde 1956.
          Verán los viajeros un letrero que pone «Parque del Muelle. Jardín Histórico de Asturias» ante un templete musical modernista de mucho postín y a juego, su cúpula, con la de un edificio que tiene casi enfrente y que fue Gran Hotel.
          Los visitantes  llegarán ante una espectacular manzana de viviendas ante la cual se acaba el verde (en el antiguo terreno, que en su día ocupó la plaza de Pedro Menéndez).
          Los folletos les darán tres opciones de entrada al famoso casco antiguo de Avilés: una es frente a ellos y les invita a  acceder por una gran arcada a una de las más originales plazas de España, construida en el siglo XIX, dedicada a mercado, y con un espectacular perímetro rectangular de edificios de galerías y el bajo soportalado con columnas y rejería de hierro fundido.
          Otra es a su derecha por una estrecha calle (La Estación) lleva al medieval barrio marinero de Sabugo donde está la famosa plaza del Carbayo y su iglesia del siglo XIII.
           Y la tercera es a la izquierda por cualquiera de dos empinadas calles (La Fruta y La Ferrería) de origen medieval –separadas por un palacio barroco del siglo XVII– que los llevarán a la plaza de España (o El Parche, actualmente el más artístico entre todos ellos) corazón del casco histórico avilesino.

Fuente y pérgola del Ferrera


          Dos de las calles que parten del Parche, porticadas en el siglo XVII que es un primor, son Galiana y Rivero y entre las dos casi abarcan en un abrazo al Ferrera, monumental parque de uso privado durante siglos, hasta que fue reconvertido de bosque nobiliario en parque público en los años 70 del siglo XX. Una reconquista oficializada por los reyes de España el 19 de mayo de 1976.
          A medida que pasan los años aumenta el valor ocioso y saludable de este parque de grandes praderas, de los llamados ingleses, que en 1998 añadió el jardín francés –que Woody Allen dio a conocer al mundo– más refinado y que es una zona ennoblecida, vegetalmente hablando, situado en la trasera del [hoy hotel de lujo] palacio de Ferrera, el que con dos escudos aristocráticos alcanzó cinco estrellas hoteleras.
          Hay que ver lo que cambió el follaje en treinta años. Revuelta botánica, la del Ferrera. Territorio feliz, donde el tiempo se encapricha y te resbala y se te escurre perdiéndose por la grava de sus sendas. El Ferrera es otro mundo.
          Toda una apasionada revolución verde y social en pleno centro de Avilés, la de éste parque y la de aquel del Muelle –ambos con conexión a Internet a través de wifi municipal– que ahora el Principado de Asturias acaba de considerar como Jardines Históricos con protección patrimonial al igual que en 1955, el Estado español, concedió tal honor a un montón de monumentos y calles avilesinas.
          Al volver al barco los viajeros leerán, en los folletos turísticos, que en su día el pequeño bosque del Muelle –que volverán a atravesar para regresar al barco– fue un parque que cobijó el ocio de multitudes durante muchos años, cuando se quedaba en el parque de Muelle para todo. Luego tuvo tiempos faltos de cariño popular (coincidiendo con la reconquista del Ferrera) y quedó como bala vegetal en la recámara de la urbanización avilesina obligada a esperar años por la desaparición de la barrera (dos vías terrestres y otras dos ferroviarias, más molesta la primera que la segunda) que mantuvo separada a la ciudad de su fachada marítima.
          Ciudad que tiene tres arquitecturas benditas. Una de piedra (lugares, calles, iglesias y palacios de distintos siglos y estilos), otra vegetal (los jardines aquí citados, perecederos y renovables) y la tercera líquida (imparable e impagable) o sea la Ría, que es la razón de ser de la ciudad.
          Pero el caso es que dos Jardines Históricos de Avilés son cinco estrellas vegetales.

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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