(Desde el pasado siglo XX Avilés ha tenido primaveras teñidas de aconteceres turísticos).
El otro día, que fue 26 de mayo de 2016, se presentó un nuevo hotel en Avilés que lleva por nombre ’40 nudos’, que manda calao, que dicen los de la mar salada.
Es nuevo ‘ma non troppo’. Porque en el fondo es heredero –cambiada la propiedad y parte del nombre– de aquel histórico establecimiento anclado por Serrana Gutiérrez Pumarino en 1867, a pie de muelle del entonces [hoy calle La Muralla] puerto de Avilés. Primero funcionó como fonda y desde 1917 como hotel, pero siempre con La Serrana por nombre y con renombre en España.
Un ejemplo lo encontramos en ‘Viaje a Asturias por León’ de Alfonso Pérez Nieva (escritor y político que fue ministro de Bellas Artes entre 1923 y 1925). Un libro que es una especie de guía Michelín de aquella época, donde se puede leer que «Avilés tiene dos notas que no deben olvidarse: una antigua y otra moderna. La antigua es el Fuero o Carta puebla, precioso documento, el primero escrito en romance; y la Serrana, una fonda donde se almuerza como en el Lhardy de Madrid. Instruir… comiendo». Ahí queda eso: El Fuero y La Serrana.
Más tarde, en los años sesenta del siglo XX, el hotel cambió de ubicación (y parte de la propiedad) a la calle de La Fruta y mudó su nombre en Luzana, aunque conservando el restaurante el nombre de La Serrana, apetece hacer la ola cuando uno se acuerda de su cocina y en especial de los canapés. Y también de su sala musical ‘Alegro ma non troppo’. Pero hace poco el complejo hotelero entró en crisis de distintos amos, más de allá que de aquí, que llevó el hotel al cierre.
Hasta que en esta primavera del 2016 lo han resucitado un grupo de avilesinos de esos que suelen tirar p’alante. Remozadas sus instalaciones hoteleras fueron bautizadas con olor a salitre, sin embargo los servicios hosteleros vuelven a conservan el histórico nombre de La Serrana, aquella de parada y fonda que estuvo amarrada a un costado de la Ría de Avilés.
Episodio aparte es el turismo del primer tercio del siglo XX, cuando se quiso estar a la altura de Santander o San Sebastián, con el Balneario y Náutico de Salinas además del Gran Hotel de Avilés.
Avanzando hacia la primavera de la mitad del siglo XX, el Boletín Oficial del Estado (BOE) de fecha 27 de mayo de 1955 publicó un decreto firmado por el Jefe del Estado, entonces el general Franco, donde se declaraba ‘Conjunto Histórico–Artístico’ a buena parte del casco antiguo de Avilés. Cosa que, como ya tengo escrito en episodio a él dedicado, se le debe al intelectual madrileño José Francés, un personaje fascinado por Avilés donde veraneaba. Él fue el autor de una ponencia, presentada en la Real Academia de Bellas Artes, basada en un informe del arquitecto estatal Luís Menéndez–Pidal Álvarez, una autoridad con mando en el patrimonio del norte de España, donde hacía ver la urgente necesidad de proteger el de la monumental villa de Avilés.
Aquella fue una decisión histórica, pues a nadie se le escapa que si hoy se vende turísticamente Avilés y Comarca es en gran parte debido al monumental casco histórico de la histórica villa.
En la primavera de 1996 el Ayuntamiento avilesino, siendo alcalde Agustín González Sánchez, puso en marcha un servicio de Promoción Turística para el que habilitó una dependencia de la Oficina de Turismo, entonces regida por el Principado de Asturias y ubicada en un singular edificio, antigua cárcel del partido judicial avilesino, en la calle Ruiz-Gómez popularmente conocida, como no, como calle La Cárcel.
Y promocionando que es gerundio, ese mismo verano Avilés presenta, por primera vez, un stand en la Feria Internacional de Muestras de Asturias cuyo contenido está centrado en el casco antiguo de la ciudad. Y se organiza una Semana de Avilés en Madrid para que se viera en la capital del Reino, que tantos visitantes nos trae que también hay cultura y patrimonio de calidad en un paisaje tapado por el humo del acero, cristal, aluminio y zinc. Y esto y aquello y lo de más allá pero sobre todo que, en enero de 1997, Avilés participa por primera vez en FITUR, la mayor feria de turismo del mundo.
Paralelamente la ciudad fue cogiendo marcha y poniéndose coqueta en fachadas y calles peatonales. Antes había conseguido que los autobuses de turistas que llenaban los hoteles de Gijón y Oviedo, en su tránsito por Asturias, pararan en Avilés aunque fuera media hora. Y la cosa empezó a rodar, porque luego ya fueron llegando grupo tras grupo de turistas, una estampa que se hizo tan habitual como para que hoy no llamen la atención; se les hacían visitas guiadas por el casco histórico y pasaban gran parte del día en Avilés. Hasta que, por fin, empezaron a querer pernoctar y entonces surgieron más hoteles.
Desde entonces no dejaron de llegar, ahora incluso en cruceros que atracan a 100 metros de La Cárcel. Entiéndase la frase en el mejor de los sentidos.
Pero hay que volver hacia atrás, a la primavera del año 2000, y en la repetida fecha de otro 27 de mayo. Porque tal día se celebró en el teatro Palacio Valdés una convención con la asistencia de 200 directivos de la sociedad ‘Iberia Tiempo Libre. Mundicolor’, uno de los más poderosos tour-operadores europeos. Cosa que multiplicada en los medios de comunicación constituyó un reconocimiento de facto, de Avilés como destino turístico, una industria ausente de chimeneas industriales.
Si se quiere explicar el aumento del turismo en la Villa del Adelantado hágase de esta sencilla forma: en 1996 solo había un hotel (Luzana) en el centro urbano y en 2003 ya eran cinco.
Y si le piden fechas recuérdeles que en aquellos siete años (1996 a2003) fueron abriendo uno tras otro –añadiéndose al Luzana– el Hotel de la Villa, el Don Pedro, el Silken y un Ferrera de cinco estrellas.
Luego vendría más crecimiento, la comarcalización turística y otras iniciativas que son episodio aparte, hasta llegar a este mayo de 40 nudos.
Está visto que, en Avilés, la primavera el turismo altera.