Las danzas primas de Avilés, como las del resto de Asturias, son ancestrales.
Con el verano llega el calor y con el calor los mosquitos y también la Danza Prima baile muy antiguo que conservan, algo los gallegos, sobre todo los asturianos verdaderos guardianes ibéricos de esta tradición hoy festiva, ayer no tanto y anteayer guerrera.
Dice, hoy, la letra de una de las canciones típicas que se entonan en las danzas de Avilés, que a «San Pedro como era calvo/ le picaban los mosquitos. / Y Cristo le regaló / un sombrero de tres picos».
Ha de saber el visitante que las danzas primas no son sardanas de L’Empordà, como alguno cree ver, sino singular folklore asturiano que se celebra por San Juan (noche del 23 de junio), San Pedro (la del 28 de junio), la Virgen del Carmen (el 16 de julio) y Santa Ana (el 26 también de julio). Nótese que es un calendario de género ya que los bailes se celebran a partir de la medianoche de la víspera, en el caso de los santos, y del mismo día en el de las santas. De igual forma, conste que antiguamente hombres y mujeres danzaban por separado. Cada sexo con su corro.
Es una pena que a medida que pasa el tiempo el número de danzas vaya adelgazando. Por los años sesenta, leo que eran seis fijas al año: las citadas más las celebradas el día de San Agustín y el domingo de Pascua. Y no digamos en el siglo XIX, donde también a parte de las clásicas danzaban los domingos de primavera en la plaza mayor de la villa.
La Danza Prima es un acontecimiento lúdico, hoy marcado por festividades religiosas católicas, pero que la mayoría de estudiosos remiten a un pasado remoto que algunos alargan hasta los celtas.
Los danzantes forman una rueda unidos por las manos, o enlazados por los dedos meñiques, mientras alguien (o unos pocos) entona una canción y los demás responden o corresponden. Todos giran con lentitud con pasos de avance y retroceso y un movimiento de brazos que sigue y acentúa el compás del canto.
En Asturias tienen fama las danzas primas de Llanes por la Magdalena y Santa Marina; en Pola de Siero el día del Carmen; la de Mieres en la noche de San Juan; la de Cudillero por San Pedro y en Avilés tres: San Juan, San Pedro y El Carmen. En la villa avilesina, se cantan coplas que se repiten en todas las danzas, cambiándose sólo el estribillo, alusivo a la festividad de que se trate. Se repiten anécdotas y lugares.
Las hay que muestran seculares historias de ‘enfrentamiento’ como aquella que dice que «Mal haya quien puso el puente/ para pasar a la villa/ sabiendo que está en Sabugo/ la flor de la maravilla». Que es contestada por quienes cantan que «Es el barrio de Sabugo/ un barrio muy puñetero/ todo me huele a besugo/ y a suela de zapatero».
La historia se toma a beneficio de inventario, faltaba más. Es el caso de la copla que canta que «A Avilés no hay quien la ataque/ ni teme a las invasiones/ pues tenemos en el parque/ cuatro potentes cañones». Cuando resulta que unos cañones como los cantados los destruyeron los ingleses al tomar el castillo de Nieva (y por tanto Avilés) en el siglo XVIII, por no mentar la desgraciada invasión francesa ocurrida a principios del siglo XIX cuando la villa estuvo un par de años en poder las tropas de Napoleón Bonaparte. Pero estamos bailando y cantando para divertirnos. Humor que a veces alcanza la categoría de negro: «Salieron de La Coruña/ cuatro con cuatro escopetas./ Y no pudieron coger a un cojo con dos muletas». O la que narra, con ribetes surrealistas, que «Cinco mil y más murieron/ en la trincha de un calzón./ Cuando allí murieron tantos/ que harían en un camisón».
Otras relacionan personajes y lugares locales como: «Les parrandes son de noche/ todes salen de Galiana./ Y todes van a parar/ a casa la Chichilana». ¿Y que pasaba en este local de Sabugo? pues que «En casa la Chichilana/ fain el café n’una olla/ cuélenlo por una media/ y dicen que sabe a gloria».
Las hay que se adecuan a los tiempos y si luego perduran o no, depende. Por ejemplo las que hacen alusión a la crisis industrial asturiana: «Probes chicas de Avilés/ ya no queden ingenieros. / Vais tener que ir a la cuenca/ a ver si queden mineros». O resaltar como se hizo algunos años la estatua de la foca, ejemplo de surrealismo puro y duro que deja noqueados e incluso airados a muchos turistas… ¡esto es un sindiós! Me increpó en una ocasión una señora de Toledo al mostrarle yo el monumento que la ciudad había dedicado a un pinnípedo y que cantado fue en la Danza de esta manera : «Hoy la villa de Avilés/ luce mucho más hermosa/ no sabemos si es la foca / o la fuente luminosa».
También las hay que ensalzan, con un pellizco cursi, las bellezas de la ciudad: «De Asturias la mejor flor/ es la villa de Avilés./ Lo dijeron Campoamor/ y el gran Palacio Valdés».
Sea como fuere, el avilesino o el viajero, no debe perderse la magia de noches como la de San Juan danzando alrededor o cerca de una hoguera, también la del Carmen iniciada en Galiana con la Salve marinera desplazándose luego el personal a danzar a la plaza de España, o la de la noche de San Pedro iniciada en esa misma plaza y que se va deslizando hacia la calle Rivero, sin perder el canto, hasta llegar a la capilla de ‘San Pedrín’, cariñoso nombre que junto con el de ‘Jesusín de Galiana’ causan el pasmo, o la carcajada, de bastantes forasteros atónitos, o divertidos, ante la familiaridad con que en Avilés se trata a santos y cristos.
Volviendo al principio, resulta que «San Pedro como era calvo/ a Cristo le pidió pelo. / Y Cristo le respondió/ déjate de pelos Pedro».
Si estas coplas las pillan los Rolling Stones se forran. Aún más, si cabe.