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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

Un Carreño en Bermudas

Bermudas territorio británico en alta mar, a mil kilómetros de la costa este de Estados Unidos, fue explorado por primera vez por el marino avilesino Bartolomé Carreño hace cerca de 500 años.

          Bermudas viene de Bermúdez, apellido de un marino andaluz natural de Palos de la Frontera en la provincia de Huelva.

          Este Bermúdez, de nombre Juan, parece que ya había formado parte de la histórica expedición que, en 1492, al mando de Cristóbal Colón y financiada por los Reyes Católicos de España descubrió América para los europeos.

          Después de aquella legendaria aventura el pionero Juan Bermúdez se dedicó al transporte marítimo de personal, vituallas y aprovisionamientos entre el nuevo continente y España, lo que se llamó Carrera de Indias.

          En uno de estos viajes y al regresar a Sevilla, habiendo partido de la isla La Española (donde hoy se asientan la República Dominicana y Haití) parece que su nave fue desviada de su rumbo habitual por un tremendo vendaval que la arrastró hacia el norte (frente a la costa este de los, hoy, Estados Unidos) topándose con una isla tan desconocida, para la navegación de entonces, como considerable. Estaba rodeada de peligrosos arrecifes y los marinos españoles rendidos por la tormenta no desembarcaron, pero el aplicado capitán Bermúdez tomó nota del hallazgo y bautizó al nuevo territorio como ‘La Garza’ que era el nombre de su barco. De poco le sirvió porque la autoridad competente, a la que dio cuenta una vez llegado a puerto español, a la isla descubierta por Bermúdez decidió que ni Garza ni leches, que era más fácil llamarla Bermuda constando así por primera vez –y ya para siempre– en la ‘Legatio Babylonica’ obra y cartografía publicada en 1511 por Pedro Mártir de Anglería, cronista de Indias.

          Pero si Juan Bermúdez nunca puso un pie en la isla que descubrió, quien sí lo hizo fue el marino asturiano Bartolomé Carreño, capitán de una expedición que por mar y tierra exploró aquella Bermuda en 1538. Salvando los endiablados arrecifes, desembarcó y estudió durante cerca de un mes el territorio descubriendo que no era una sola, sino que había 149 Bermudas más. El archipiélago está formado por tan considerable número de islas e islotes, de las cuales sólo seis cobran mayor importancia: Bermuda o isla Main; Somerset; Ireland; Saint George’s; Saint Davids, y Boaz.

          Todo lo que descubrió lo plasmó en un Memorial titulado ‘Descripción de la isla de la Bermuda y sus puertos y de las islas y bajos circunvecinos a ella’ que se conserva en el Archivo de Indias de Sevilla.

          El diccionario geográfico de Antonio de Alcedo (Madrid, 1789) afirma entre otras cosas que en Bermudas casi todo el año es primavera… que se recogen dos cosechas de frutos al año… pero que los relámpagos y truenos cuando hay tempestades son tan terribles como los huracanes… aunque el clima es tan sano que rara vez se ve morir allí ninguna persona que no sea de vejez.

          Hoy Islas Bermudas es territorio británico y sus cerca de 70.000 habitantes tienen uno de los mayores índices de renta per cápita del mundo. Viven en uno de los más conocidos paraísos fiscales y en ese aspecto toca el cielo monetario, pero desciende a los infiernos con el asunto del famoso Triángulo de las Bermudas (del que es uno de los vértices junto con Miami y Puerto Rico), una especie de inquietante agujero negro que para algunos succiona naves y aviones y también base de extraterrestres. Este virtual triángulo ciertamente inquietante, al menos climatológicamente, fue inventado en 1953 por varios escritores y desde entonces goza de gran éxito en la literatura y medios de comunicación amarillistas.

          Bartolomé Carreño había nacido en Avilés, en fecha imprecisa, hacia el año 1503 y ya de niño se buscó la vida, Pedro Menéndez de Avilés (1519–1574) haría pocos años después algo parecido. Una publicación de la Historia Naval de España dice de Bartolomé Carreño que «Muy joven y atrevido, abandonó su casa paterna y viajó por sus medios, que no eran muchos, hasta la ciudad de Sevilla donde se embarcó, teniendo datos de hacerlo por primera vez en el año de 1514». Que se sepa nunca volvería a Avilés, muriendo hacia 1568 en Sevilla donde residía cuando no estaba en América o navegando.

          Bartolomé es un marino tan desconocido en su tierra natal donde poco se habla de él, hasta el enciclopédico Constantino Suárez ‘Españolito’ reconoce no tener aportaciones propias. Entre los historiadores actuales a Helena Carretero Suárez sí que la he oido hablar de este Carreño marino a propósito de la nobleza avilesina en los siglos XVI y XVII, en una magnífica conferencia, donde criticaba con acierto que en lo tocante a los siglos en cuestión todo se limita, prácticamente, a Pedro Menéndez de Avilés.

          Sin embargo Bartolomé no paraba. Era hiperactivo. Combatía a los corsarios franceses que atacaban naos españolas en aguas caribeñas; sometía con severidad a los indios caribes, caníbales ellos que se merendaban españoles a las primeras de cambio, y nada menos que 33 viajes efectuó entre la península ibérica y las islas del Caribe. Fue ascendiendo en rango hasta llegar, en 1552, a hacerse cargo de la flota de la Carrera de Indias compuesta por seis barcos de guerra.

          Pero tuvo que reclamarle al monarca, en otros dos Memoriales, pues que no veía una perra (entonces ducados eran las monedas) por sus servicios a la corona «habiendo servido padres, hijos, abuelos y antecesores a S.M. sin haberles hecho meced alguna hasta entonces».

          Los reyes de la dinastía Austria, en especial Carlos I y Felipe II, eran tacaños, ya lo cantaba Luis de Góngora en su famoso poema: «Cruzados hacen cruzados, Escudos pintan escudos, y tahúres muy desnudos, con dados ganan condados, Ducados dejan ducados, y coronas Majestad, ¡Verdad, verdad!». 

          Generalmente y en todas sus aventuras y desaventuras, mercantiles o guerreras, Bartolomé se hizo acompañar de su hijo mayor Francisco Carreño –un episodio aparte– que llegaría a ser Gobernador de Cuba y que fue uno de los capitanes que envió a la Amazonía, el rey Felipe II, a reprimir el sarao sangriento montado por Lope de Aguirre y sus cimarrones, que tanto juego literario y cinematográfico ha dado posteriormente.

          Cuando escuche, que lo hará a espuertas, el término Bermudas asociado a paraíso fiscal o a triángulo geográfico pavoroso, acuérdese de que el marino avilesino Bartolomé Carreño fue quien primero exploró las islas Bermudas y las dio a conocer. El término va a asociado históricamente a él.

          Además, y esa es otra, ¿quién no tiene unas bermudas como prenda de vestir para navegar en los veranos de las calles de Nueva York, París, Singapur o Piedras Blancas? Solo una minoría que no va con las modas triunfantes.

          No somos nada.

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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