Se cumplen diez años del hallazgo de muestras prehistóricas en pleno centro de Avilés, a menos de 100 metros del Ayuntamiento de la ciudad, toda una historia de la prehistoria.
Hay gente que cree que la prehistoria es una especie de carrito de supermercado cargado de muñecos de los Picapiedra y videojuegos de dinosaurios.
Los años que nos separan de aquellos tiempos, son miles, millones; están tan condenadamente lejos que es difícil hacerse una idea. Hay aproximaciones ficcionadas que nos llegan por alguna película tipo ‘Parque jurásico’ de Steven Spielberg y no muchas más, pues la Prehistoria –término empleado para definir el periodo de la historia transcurrido desde el inicio del proceso de la evolución humana hasta la aparición de testimonios escritos– es uno de los temas menos representados en el cine de ficción.
Pero dejémonos de películas y pasemos a la realidad que supone el hecho de que en este mes de marzo se cumplen diez años de un descubrimiento fundamental para esta tierra llamada Avilés que poblamos, enriquecemos, gozamos y maltratamos.
Fue en marzo de 2007 cuando el equipo de la arqueóloga Cristina Arca Migueláñez fue contratado para cumplir con la ley de Patrimonio que obliga cuando se edifica un solar en casco urbano y sobre toda en zona de asentamiento histórico, como el caso de Avilés, investigar el suelo del mismo.
Ocurrió que al vaciar (solo quedó en pie la fachada original de 1920) el edificio en cuestión, situado en la calle de La Cámara, para adecuarlo a nuevas viviendas, y habiendo quedado por tanto descubierto el solar para iniciar la obra de reconstrucción, se pusieron la investigadora mierense y su equipo a la tarea de excavar el terreno en cuestión siendo premiados con una lotería arqueológica consistente en piezas prehistóricas de una antigüedad 100.000 mil años. Cifra, para estos lares, de quitar el hipo.
Desde entonces la prehistoria en Avilés–centro urbano está domiciliada en el solar donde se levanta el edificio número 5 de la calle de La Cámara.
En dicho terreno, de 242 metros cuadrados, y a muy poca profundidad, se hallaron 19 piezas del Paleolítico (asócienlo a Edad de Piedra). Eran hachas bifaces (o sea talladas por ambos lados de la piedra), lascas y núcleos (trozos bastos de piedra), todos ellos herramientas asociadas a la caza.
Este hallazgo no es que sea algo extraordinario en Asturias pero es descomunal en el centro urbano de Avilés y más si está ‘arrimado’ a su casco antiguo buena parte del cual está declarado Conjunto Histórico Artístico desde 1955.
El resultado del descubrimiento lo plasmó Cristina Arca en un informe, a la Consejería de Cultura del Principado de Asturias, acompañado de un estudio geológico dirigido por el profesor universitario Germán Flor que determinó que el edificio donde aparecieron los restos prehistóricos, se levantó sobre una terraza fluvial que vendría de Miranda, parroquia de la zona alta de Avilés. Las piezas encontradas se guardan en el Museo Arqueológico de Asturias.
De campañas arqueológicas programadas está muy necesitado el casco histórico avilesino para seguir buceando en un pasado que ahora se antoja inmenso, mucho, muchísimo más allá de los tiempos medievales de los que conservamos signos palpables en forma de iglesias (San Antonio de Padua, San Nicolás de Bari, Santo Tomás de Canterbury) palacio (Valdecarzana) y capilla (Las Alas).
Y de repente los orígenes de Avilés han pegado un salto inmenso hacia atrás en el tiempo llenando parte de un vacío con las evidencias ciertas que suponen esas piezas prehistóricas halladas en La Cámara. Los tiempos de poblamiento de lo que hoy es Avilés han retrocedido meteóricamente.
En todas las edades históricas los animales han mirado al cielo. Y los racionales tan fascinados quedaron por la inmensidad del espacio galáctico que establecieron paraísos en él. Si eres bueno vas al cielo.
Pero de poco tiempo acá hemos dejado de mirar a las estrellas y estamos construyendo un mundo virtual que ha conseguido agilipollarnos a pasos agigantados y en vez de atender a la exhibición celeste y ovacionar el maravilloso espectáculo –libre de impuestos– que hay allá arriba, ahora miramos hacia abajo encorvándonos sobre pantallas cada vez más pequeñas –de pago obligado y obligada cobertura– tan diminutas que nos caben no ya en un bolsillo sino en la esfera de un reloj de muñeca, donde se pueden ver dinosaurios de película dándose cera de lo lindo pues esa es la visión estándar que tenemos de los tiempos paleolíticos.
Ahora sabemos que Avilés estaba poblada mucho antes de lo que creíamos merced al hallazgo de herramientas de piedra talladas por manos humanas, hace 100.000 años, en la moderna calle La Cámara, tan abundante ella en ópticas o en perfumerías y que de golpe se ha convertido en paleolítica.
Por tanto Avilés no es antigua ¡es antiquísima! Demostrado ha quedado que somos más arcaicos, más viejos. Más prehistóricos.