Fue una persona fuera de norma que vivió intensamente su pasión por el arte tanto siendo músico, como pintor, librero o profesor.
Cuando a Ana de Valle le preguntaron, en una entrevista, que donde centraba su vida en Avilés respondió que «iba del Rivero de Lumen a la Herrería de Castor y del Sabugo de Marcos del Torniello a la calle Galiana que es la mía».
La histórica poeta avilesina veía una figura literaria en cada una de las –para ella– más emblemáticas calles de la villa, en la Herrería (La Ferrería, hoy) ‘mandaba’ Cástor, no por pintor ni músico, sino por la original librería que montó en dicha calle.
Por lo demás fue en Rivero donde Cástor González Álvarez nació el 11 de noviembre de 1913 y luego fue viviendo –hasta su fallecimiento en la de Llano Ponte el 9 de marzo de 2001– por más de medio Avilés: calleja Los Cuernos, Galiana (cuando esta se llamó Palacio Valdés) o San Bernardo. No es de extrañar que haya compuesto una ‘Suite avilesina’ pieza musical que lleva los títulos de Galiana, Rivero y Sabugo.
Cástor fue alguien que pudiendo ser personaje, en vida, prefirió ser persona. Ocurre que el tiempo, con la perspectiva que da, nos lo rebota ahora convertido en un personaje o sea en persona singular y peculiar.
Ramón Rodríguez, en su excelente libro ‘Cástor. Una sinfonía’ escribe que podía considerársele tanto «un músico que pintaba como un pintor que hacía música».
Quizá por eso, en personaje tan polifacético como Cástor, yo empiezo resaltando su faceta musical que debió nacer con él pero que se la afinaron en el Conservatorio de Música de Oviedo. Nunca le abandonaría, tocando generalmente el piano y el violín, pero también otros instrumentos como lo demuestra el que durante años fue viola primero en la Orquesta Provincial de Cámara, antecedente de la Sinfónica del Principado de Asturias y que fue miembro, como compositor musical, de la Sociedad de Autores. Y también, claro, profesor de música en el Instituto.
Pero escarbando descubres que también tocó en orquestas de bailables, lo mismo que en un sexteto (tocando el violín) que ponía voz musical en las salas de cine cuando las películas eran mudas.
Decía, a las claras, que «con la música he sentido muchas veces crispárseme los nervios de emoción y con la pintura nunca me han ocurrido esas cosas». Su vida estuvo atravesada, como la de tantos millones, por la trágica Guerra Civil española. Formó parte de un batallón del bando republicano vencido en 1938, y Cástor fue internado en varios centros de reclusión hasta llegar al Campo de Concentración de San Marcos, en León, donde estuvo preso cerca de dos años.
Y ni en aquellas lamentables condiciones, el artista avilesino dejó de ejercer música y pintura.
Pero Castor más que como músico es conocido como pintor. Un campo donde había empezado destacando ya desde muy joven y con el tiempo mostrando su obra en exposiciones individuales (Avilés, Gijón y León) y colectivas (Avilés, Oviedo, Madrid, Santa Cruz de Tenerife y Cuba obteniendo diversos premios). Dibujo, acuarela, óleo, caricatura…
Abundan estampas y rincones tradicionales de su ciudad hasta que un día, de 1974, da un giro radical a su obra cuando le encargan una exposición que ilustre un ciclo sobre brujería que se iba a celebrar en la Casa de Cultura. Fue un éxito de crítica y de felicitaciones variadas empezando por dos de los conferenciantes de aquel ciclo: Pío Caro Baroja y Álvaro Cunqueiro.
Para la posteridad dejó unos excelentes murales en la factoría de zinc de Arnao.
Para el recuerdo su exquisita librería instalada, bajo soportales, en el número 8 en la calle de Marqués de Pinar del Río, que es como se llamó un tiempo la calle de La Ferrería. Funcionó entre 1958 y 1987 y le dio un toque de exotismo modernista impagable a la calle medieval, por excelencia, de Avilés. Estaba complementada por un pequeño salón de exposiciones y tengo escrito que fue la viva representación de la modernidad cultural en el Avilés de entonces. No recuerdo un espacio, digamos instructivo–comercial, tan atractivo ya que, entre otras joyas literaria, exhibía la famosa colección ‘Austral’, la más universal y genuina recopilación de libros de bolsillo de todos los tiempos. Una maravilla que solo un personaje tan culto y sensible como Cástor pudo hacer posible en aquellos tiempos tan grises en todo, policía incluida.
Cumpliéndose, en 2013, el centenario del nacimiento del artista se celebró una exposición comisariada por Ramón Rodríguez y Cástor G. Ovies, hijo del músico–pintor–librero y guardián de la memoria de su padre con especial incidencia en las redes sociales. La inauguración fue un acontecimiento multitudinario como no recuerdo haber visto en ninguna otra muestra celebrada en Avilés.
Cástor. El pintor que hacía música.