La cosa fue en los fugaces tiempos políticos de la primera República española que apenas duró dos años, del 11 de febrero de 1873 al 29 de diciembre de 1874. En situaciones así puede ocurrir que cuando los sentimientos entran por la puerta la razón salta por la ventana, algo que puede quedar ilustrado cuando se lee que «una mañana, la criada de la fonda donde se hospedaba [el filósofo avilesino Estanislao Sánchez–Calvo] al entrar en su alcoba para anunciarle la aproximación de la hora en que tenía que acudir a su puesto del Ministerio de Hacienda, le dijo: Don Estanislao, ¿no sabe la noticia? ¡Cayó la República!… Se desperezó Sánchez–Calvo y sin asombros ni lamentos ante la noticia que derrumbaba sus ideales políticos y le anticipaba la cesantía, contestó: ‘Bueno, entonces podré dormir la mañana’. Y dio media vuelta en la cama».
Al filósofo puede que le hubiese saltado la razón por la ventana aunque bien es verdad que Sánchez–Calvo tenía fama de dormilón de peana. La anécdota la cuenta Constantino Suárez ‘Españolito’ a propósito del carácter del intelectual que por entonces ejercía como secretario particular del Ministro de Hacienda republicano, el ovetense Manuel Pedregal Cañedo padre del también ministro José Manuel Pedregal que fue uno de los seis –naturales o vecinos de Avilés– que llegaron a ocupar tan alto cargo político y diferentes gobiernos resaltando que más de la mitad de los avilesinos ostentaron el sillón ministerial en más de dos, e incluso tres, ocasiones.
Los citaré por edad, dignidad y gobierno comenzando por Servando Ruiz Gómez (Avilés, 1821–Vigo, 1888) que fue ministro por partida doble. Primero en 1871, militando en el Partido Radical, lo fue de Hacienda y en 1883 ya en posiciones políticas más moderadas ocupó la cartera de Estado en el gabinete del asturiano Posada Herrera. Ruiz–Gómez fue un hombre muy activo tanto en el terreno político como en el periodístico donde fundó los semanarios El Eco de Gijón y La Crónica.
Estanislao Suárez–Inclán (Avilés 1822–1890) nacido en el palacio que su familia tenía en la calle de La Ferrería, terrenos hoy ocupados por los edificios de Cruz Roja y Correos. Vivió entre Avilés y Madrid (cuando se tardaba días en cubrir dicho trayecto) donde fue diputado durante doce legislaturas consecutivas. A él se debe el impagable proyecto de ley de canalización de la Ría (mayúscula ella) avilesina siguiendo planos del ingeniero ovetense Pérez de la Sala. En 1883 fue nombrado ministro de Ultramar, o lo que es lo mismo: de las pocas colonias que le quedaban entonces a España por el mundo.
Félix Suárez–Inclán (Avilés, 1854–Madrid, 1939). Abogado y jurista, hijo de Estanislao, siguió las huellas de su padre dedicándose, con mucho éxito, a la política. En 1902 se hizo cargo de una especie de ministerio ‘multifunción’ que llevaba el siguiente nombre: Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas. Más tarde fue ministro de Hacienda y en dos ocasiones, la primera en 1912, en un Gobierno presidido por Romanones y la segunda sólo en contados días de septiembre de 1923 ya que un golpe de Estado del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, proclamó una Dictadura en España que duraría siete años.
Julián García San Miguel (Avilés, 1841–Olmedo. Valladolid, 1911), segundo marqués de Teverga, fue durante años líder del Partido Liberal avilesino y uno de los artífices de la modernización de la ciudad entre siglos XIX–XX, cuando ésta fue ensanchada urbanísticamente, se canalizó el estuario avilesino haciendo posible el puerto industrial con la construcción de la dársena de San Juan de Nieva y, entre muchas modernidades, la llegada el ferrocarril. García San Miguel ocupó la cartera ministerial de Gracia y Justicia entre 1901 y 1902 en el gabinete presidido por Mateo Sagasta.
José Manuel Pedregal Sánchez–Calvo (Oviedo, 1871–Avilés, 1948). Fue un político que defendió durante considerable tiempo los intereses de Asturias y Avilés en Madrid. En 1922 fue ministro de Hacienda, militando en el Partido Reformista, como su padre (Manuel Pedregal Cañedo) lo había sido durante la primera República (en 1873) y para colmo de casualidades ambos duraron cuatro meses en el cargo. Fue presidente de la Institución Libre de Enseñanza (que habían fundado su padre junto y Giner de los Ríos), de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y del Consejo de Estado. Éste Pedregal caminó en su vida personal y política por el periodo más tormentoso de nuestra reciente historia: proclamación de la II República por la que luchó, Revolución de 1934 y la Guerra Civil.
Fernando Morán López (Avilés, 1926). Escritor y diplomático. En política fue senador, eurodiputado y candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid. Pero sin duda el cargo más trascendental, e histórico, es el de haber sido ministro de Asuntos Exteriores entre 1982 y 1985 en el primer gabinete socialista de Felipe González ya que en ese periodo Morán finalizó las negociaciones para el ingreso de España en la Comunidad Europea. La foto de la firma de adhesión (El Rey Juan Carlos I, Felipe González y Fernando Morán) está en los libros de texto.
El avilesino Morán, actualmente residiendo en un sanatorio madrileño, coronó una virtud política asturiana poco conocida como es la defensa del europeísmo y del occidentalismo, que fue algo venido a la región de la mano de intelectuales como Gaspar Melchor de Jovellanos o Pedro Rodríguez de Campomanes, hecho que resalta con entusiasmo Salvador de Madariaga (ministro de Instrucción Pública en la segunda República) en su libro ‘De Galdós a Lorca’ (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1960) cuando a afirma que «En Asturias halla Carlos III sus estadistas; de Asturias vienen hoy todavía los españoles más útiles para la labor llamada de europeización». Y después de otras citas y razonamientos remata la faena, el intelectual republicano desde el exilio, dejando escrito que «Cataluña se esfuerza por ser Europa, mientras que Asturias quiere ser Asturias y esto es mucho más europeo que aquello».
Las cosas claras y el chocolate espeso.