(Hace hoy 85 años, un 3 de septiembre de 1932, actuó en la plaza de España de Avilés (popularmente conocida como El Parche) la mítica compañía de teatro universitario La Barraca, dirigida por el poeta andaluz, en medio de la confusión mediática e incidentes habidos durante la representación).
El escritor andaluz Federico García Lorca director artístico del Grupo de Teatro Universitario ‘La Barraca’, orgullo del ministerio de Instrucción Pública de la Segunda República española, le confesó al diario ‘Región’ que de Asturias le gustaban mucho los verdes tan cambiantes de su paisaje así como la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo. Adrede o no, se guardó lo que más le fascinaba: el folklore popular asturiano, especialmente las nanas, en las que ya lo había iniciado, años antes en Madrid –cuando ambos coincidieron en la Residencia de Estudiantes de la Institución Libre de Enseñanza– Eduardo Martínez Torner quien con el tiempo sería famoso musicólogo, compositor y concertista.
Cuando las dos camionetas y el pequeño autobús del grupo teatral formado por universitarios en vacaciones de verano y dirigida por escritores (García Lorca y Eduardo Ugarte) llegaron, en el verano de 1932 procedente de Galicia a Grado, enfilaron directamente a la casa de un amigo de García Lorca, y gran desconocido para asturianos y españoles en general. Hablo de Valentín Andrés Álvarez autor, entre muchas cosas más, de ‘La guía espiritual de Asturias’. En su casa se alojó la compañía. No me extrañaría un ápice que el lugar programado de las actuaciones (siempre al aire libre) de La Barraca en Asturias (en Grado la plaza de Ponte, en Avilés El Parche, en Oviedo El Fontán y en Cangas de Onís el patio del Instituto) fueran ‘insinuadas’ anteriormente por Valentín Andrés al poeta granadino. El gran humanista moscón conocía el resorte cultural de las poblaciones asturianas.
Después de descansar, los teatreros con monos azules ellos y con vestidos de cuellos redondos blancos ellas descargaron los camiones, armaron el escenario, se quitaron el uniforme, se vistieron de teatro y escenificaron su repertorio de piezas cortas de teatro clásico español. Finalizada la función se fueron todos a cenar a una sidrería de Grado con Valentín Andrés Álvarez y Prudencio Merino ‘Polenchu’, famoso cantante de tonadas; por tanto la cosa terminó a las tantas.
Boni Ortiz en su obra ‘El teatro en Asturias durante la República y la Guerra Civil’ hace un excelente relato sobre esta gira de La Barraca, pero quisiera complementar lo ocurrido en Avilés, con la ayuda de la información aparecida entonces en el periódico local.
El 2 de septiembre el diario LA VOZ DE AVILÉS destacaba en primera página el acontecimiento de la representación de La Barraca al día siguiente en Avilés «patrocinada por la Biblioteca Popular Circulante y con la ayuda de varios entusiastas de la cultura» enfatizando que «dirige el cuadro artístico el gran poeta Federico García Lorca, lo que nos releva de todo encomio» y terminaba reconociendo desconocer (increíblemente) tanto el lugar de la representación como el programa de la misma, aventurando que serían autos de Calderón de la Barca, cuando en realidad serían obras de Cervantes las ofrecidas por La Barraca.
Esto fue el prólogo a una desdichada representación que tuvo lugar al día siguiente, el sábado 3 de septiembre de 1932. Ese día el periódico avilesino amaneció informando en un tono, claramente molesto, que «anoche han llegado los estudiantes que constituyen el grupo artístico (…) esperábamos se nos informase acerca de la hora de la función y obra u obras a representar, pero al cerrar la presente edición no había llegado a nosotros noticia alguna para trasladarla al público».
Al día siguiente, domingo, se puede leer en LA VOZ DE AVILÉS que la actuación de La Barraca tuvo lugar en la plaza de la Constitución (El Parche) «ante un inmenso gentío» y que las obras representadas de Miguel de Cervantes fueron ‘La cueva de Salamanca’, ‘Los dos habladores’ y ‘La guarda cuidadosa’ conquistando muchos aplausos. Pero… «Ha sido verdadera lástima que una gran parte, la mayor parte del público, dejase de saborear las bellezas de dichas obras clásicas y apreciar todo el valer de los artistas, debido al egoísmo y desaprensión de unos cuantos concurrentes que, encaramándose en las sillas, privaron de ver las escenas a muchísima gente, provocando a la vez ruidosas protestas de la misma…».
Un desastre. Primero la falta de información más elemental (lugar de representación, hora de inicio y obras a representar). Y segundo los incidentes a cargo de personas que reventaron –premeditadamente o no– el espectáculo, pues hay que entender que tuvieron que ser espectadores situados en las primeras filas ya que privaron de ver la función a la mayoría.
No sabemos de la reacción de la compañía ante los incidentes, ni tampoco la del propio García Lorca. Desconocemos también donde cenaron, se alojaron y se ignora si fueron recibidos, como era costumbre allá por donde iban, por la Corporación local que en Avilés, entonces, estaba presidida por David Arias Rodríguez del Valle a quien hay que suponer irritado por estos incidentes y la repercusión que los mismos pudieran tener en la ‘imagen cultural’ que tenía Avilés.
Además todo esto ocurrió en la ciudad donde vivía (compartiendo residencia con Madrid) uno de los políticos republicanos más prestigiosos de Asturias, y para algunos también de España, como era el ex ministro José Manuel Pedregal, que había sido en 1917 presidente de la Institución Libre de Enseñanza un organismo donde la obra y la influencia de hombres y mujeres formados en él ha sido de una importancia incalculable para España. Precisamente cuando José Manuel Pedregal fue presidente de dicha Institución y en uno de sus organismos dependientes (la Residencia de Estudiantes) ya estaba instalado el aragonés Luís Buñuel y al poco tiempo llegarían, como alumnos, el granadino Federico García Lorca y el catalán Salvador Dalí.
Buñuel murió en su exilio de México, García Lorca sigue enterrado en lugar desconocido desde que fue asesinado en los inicios de la Guerra Civil. Y a Dalí lo desenterraron hace poco, por mandato judicial, de la tumba que tiene en su museo de Figueras (Gerona), algo tan surrealista que ni hubiera imaginado el Salvador.
El teatro es una escuela de llanto y de risa, dejó escrito García Lorca.
Como la vida misma.