José Manuel Feito natural de Somiedo es cura en Miranda, aparte de académico del Instituto de Estudios Asturianos y bastantes cosas más.
Si echas un vistazo a uno de los mejores inventos que ha dado esta región como es la Gran Enciclopédica Asturiana –obra magna del editor Silverio Cañada– comprobarás que pocos avilesinos vivos tienen, como José Manuel Feito Álvarez, una referencia literaria tan amplia.
De fisonomía apacible y dotado de un sentido del humor coñón que gracias a Dios practica con tanta frecuencia como extremada maestría, este sacerdote al que muchos le dicen párroco de Miranda de Avilés siendo cosa que nunca fue, sino ecónomo que es grado jerárquico menor lo que, bajo mi punto de vista, le facilitó un tiempo, tan precioso como preciso, para enriquecer a la sociedad avilesina y a la cultura asturiana.
Nacido en 1934 en el territorio vaqueiro de la Pola de Somiedo, ‘estudió para cura’ cuando el Seminario asturiano andaba a saltos entre Tapia, Valdediós y Oviedo. Pasó hambre y frío en los tres sitios. Por azar dijo su primera misa en el pabellón que la Santa Sede tenía en la Expo de Bruselas, en 1958. Posteriormente, y después de haber sido capellán y profesor en un colegio de huérfanas en Los Cabos (Pravia), fue destinado en 1964 a la parroquia de Miranda, en la zona alta de Avilés, de donde ya no se movería; y quien lo intentó fracasó, tal fue el caso del Obispado de Oviedo cuando ‘reorganizando la plantilla sacerdotal’ intentó su traslado –de eso no hace mucho– y se armó la de Dios es Cristo en Miranda, en los medios de comunicación y sobre todo en la red social Facebook. La autoridad eclesial reculó y Feito sigue entre nosotros.
Como la memoria es flaca citaré alguno de los hechos con los que este peculiar ciudadano, un activista cultural de primer orden, ha contribuido a enriquecer la historia de Avilés.
Por lo pronto y empezando por lo más próximo sabedor, como era, que el cura goza de un puesto privilegiado para recoger la cultura tradicional de su entorno no perdió ni un momento en ponerse manos a la obra en Miranda, singular población con un rico pasado histórico y social que languidecía.
En el tiempo que le dejaba libre su labor religiosa, Feito, comienza a recuperar y poner al día aspectos históricos, etnográficos e incluso lingüísticos y así vuelve a resucitar la jerga (el bron) de los caldereros de la zona que estos utilizaban en sus ventas por lugares castellanos. De ahí se deriva la creación del Seminario del Bron que será la base para las bianuales Jornadas Gremiales que reúnen a especialistas de distintos lugares de Asturias y España.
La artesanía, y en especial la cerámica, fue otro de sus rescates teórico y práctico, pues aparte de ser autor de publicaciones diversas puso en marcha una Escuela de Cerámica proyecto del que tomó ejemplo, en el inicio de la década de los ochenta del pasado siglo, el Ayuntamiento avilesino al crear la Escuela–Museo de Cerámica que José Manuel Feito codirigió durante un tiempo con Ramón Rodriguez.
También trabajó –es que no para– la etnografía asturiana agrupando en un libro datos y aspectos que se iban perdiendo sobre la artesanía en el trabajo del cobre, barro, queso, sidra, madera… Recorrió pueblos y aldeas grabando imágenes y palabras que tamizadas plasmó en un libro sobre artesanía popular que sentó un precedente. Y también sobre folklore y artesanía realizó películas en formato doméstico que fueron premiadas en Festivales Cinematográficos.
A la parroquia le dio aires super modernos, baste decir que fue la primera de Asturias, que yo sepa, que tuvo página web cuando pocos manejaban la informática que igualmente aplicó al censo parroquial. Este hombre siempre fue por delante, pues tiempo atrás había formado un grupo de la JOC (Juventud Obrera Católica) no bien visto por el régimen franquista. También dio marcha, como promotor, a un grupo de jóvenes mirandinos componentes de un grupo de folk llamado ‘Madreselva’ que grabó discos lo que trajo consigo que la mismísima TVE (entonces la única emisora de televisión de España) se plantara en Miranda a rodar un documental sobre el pueblo y el grupo musical.
La poesía estuvo desde siempre en su vida. Aparte de publicar varios libros de poemas formó parte de destacados grupos poéticos como ‘Jueves Literario’ (que publicaba en LA VOZ DE AVILÉS) reunido en torno a la histórica poeta avilesina Ana de Valle.
Y todo esto sin contar su labor docente en distintos centros educativos, sus constantes conferencias y colaboraciones en periódicos y revistas, así como la autoría de guiones para TVE. Es miembro, desde hace bastantes años, del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA).
Estoy peinando sin raya, o sea sin detalle porque no me caben, algunos de los campos en los que ha trabajado, hasta ahora, excepto en el eclesiástico porque lo desconozco. Le tengo leído que «Fui al Seminario porque el cura de Somiedo habló con mi madre, y también el maestro, y le dijeron: ‘Este chaval es un poco despejado; tendría que estudiar’. Y la única posibilidad era el Seminario. Yo era un chiquillo disciplinado y lo fui en el Seminario».
Ha recibido múltiples galardones de poesía, periodismo, cinematografía… pero yo destacaría el Premio Nacional de Artesanía Marqués de Lozoya (Madrid 1983).
No conozco persona viva de Avilés que domine con tanta erudición la vida, entresijos y anécdotas de importantes personajes de la historia de la ciudad sobre los que ha publicado artículos y libros. Sus trabajos están realizados con tanta pulcritud como serenidad en un tiempo en el que hoy ya es pasado mañana.
Y por encima de todo está esa su disposición a ayudar, a echar una mano, que junto con su llaneza y sencillez en el trato son algo ciertamente inusual y muy de agradecer. Virtudes que tapan los defectos, que tendrá como todo bicho viviente, este ilustre vaqueiro ilustrado hoy convertido en un personaje, en un clásico, de Avilés.