A lado de palacios y calles del siglo XVII surgieron empresas medicamentosas.
Fue el siglo de los Shakespeare, Galileo, Newton, Cervantes, Velázquez y Rembrandt. Fue cuando las potencias europeas –que esquilmaban a la recién ‘encontrada’ América– dieron, también en descubrir Australia. Los chollos no paraban.
John Napier introducía los logaritmos en las matemáticas o se llevaba a cabo la primera transfusión de sangre. Y en la India construían el Taj Mahal.
Por entonces, la villa avilesina –como Asturias– sufría una profunda crisis económica, hambruna incluida. Pero como siempre hay sitio para la paradoja, resulta que la población se salió de las murallas y comenzó una histórica transformación urbana, con el arte barroco como línea maestra constructiva.
Uno detrás de otro se levantaron los palacios del marqués Ferrera, el municipal, y el del indiano gozoniego –enriquecido en Perú– García Pumarino. Y cosidos, entre ellos, por soportales, surgió una plaza monumental (un ‘Parche’, artístico donde los haya) de la que parten dos asombrosas calles (Rivero y Galiana) también de traza barroca.
Ha de saberse, que en Avilés, el comercio –por lo general– no se diversifica, si no todo lo contrario. Hay rúas en los que se amontonan los gremios. Cosa chocante, que viene de antiguo, aparentemente reñida con la moderna lógica productiva. El mayor ejemplo está en su calle mayor (La Cámara) abarrotada de ópticas. Episodio aparte, que da que pensar.
Pero lo comercial trasciende a lo artístico, cobrando dimensiones monumentales cuando se observa que en los cuatro principales palacios de la Villa (Ayuntamiento, Ferrera, García Pumarino y Camposagrado) tienen en vecindad inmediata una (por lo menos) farmacia o botica, cuando no un centro médico. O que en calles barrocas, caso de Rivero, haya también, curiosas señas artístico-medicinales.
Este hecho, impar y alambicado, nos lleva a afirmar que el ‘barroco boticario’ o ‘farmacéutico’ avilesino es único en Europa, constituyendo una variedad artística misteriosa y –ciertamente– extravagante.
Escribe Guillermo Díaz–Plaja que ‘el barroco es una técnica y un estado de espíritu’. Pues en Avilés quisiera verlo yo explicando el curioso fenómeno de que en un espacio tan raquítico como plaza de España y calle de La Fruta (en el que apenas cabrían dos campos de fútbol) haya cuatro palacios del siglo XVII y cumpliendo todos ellos funciones sociales: gobierno local (el municipal), hotel de cinco estrellas (Ferrera), escuela de arte (Camposagrado) y sala cinematográfica (García Pumarino o de Llano Ponte).
Rafael Alberti decía que ‘el barroco es la profundidad hacia fuera’. Tal exuberancia verbal del poeta andaluz me sirve de muleta para explicar que dichas mansiones palaciegas tienen farmacia o botica, o centros médicos (presentes o pasados) en sus aledaños. El barroco avilesino o prodiga medicina o tiene magnetismo medicamentoso. Es cuestión de fijarse y contar.
Dos de ellos (Ferrera y García Pumarino) tienen ubicada botica a su vera. O casi.
En el palacio municipal o ayuntamiento son dos las farmacias (De la Flor y Llorente). Cosa razonable, ya que en tal edificio gubernativo circula mucho personal que necesita acompañarse de calmantes, aspirinas y astringentes, por aquello de no salir descompuestos de la mansión oficial.
Y donde ya la cosa alcanza el máximo nivel es en el palacio de Camposagrado, la joya de la corona del casco histórico. Con una farmacia en las inmediaciones, en la calle de la Fruta, y otra –que tampoco le pierde ojo– en retaguardia (plaza de Pedro Menéndez), tiene a su costado derecho una clínica médica privada. No me digan.
Si a esto unimos que la calle Rivero (donde durante siglos estuvo el Hospital de Peregrinos) comienza casi –en su margen derecho– con una farmacia y que termina, en su margen izquierdo con otra, pues la cosa da que pensar.
De lo anterior hay que deducir que estamos hablando de que el 30% de las farmacias del centro urbano de Avilés, (sobre un total de veinte) complementan (o custodian o protegen) los monumentos del arte barroco de Avilés. Y que de dichos porcentaje la titularidad recae, por abrumadora mayoría, en féminas. Lo que se hace constar a los efectos oportunos.
Botica y barroco. Arte y medicina. Original conjunción física y química, de piedra noble y herbolario medicinal, que destruye la teoría expuesta por el escritor argentino Jorge Luís Borges, que mantenía que ‘el barroco es condenable por razones éticas’. Supongo que, de vivir ahora, al de Avilés lo aprobaría por razones médicas.
El ‘barroco boticario avilesino’ es arte, saludable y absolutamente original.
Como hielo ardiendo.
(Reedición revisada del episodio publicado en La Voz de Avilés del 13 noviembre 2011)