El arquitecto Luis Menéndez-Pidal, hijo del pintor del mismo nombre, estuvo en el origen de la declaración de buena parte del casco antiguo de Avilés como Conjunto Histórico-Artístico.
El Menéndez de Avilés no hay que dejárselo solamente a Pedro, el Adelantado de La Florida porque hay más, muchos Menéndez más, en la ciudad. Tantos que de hecho es el apellido (como primero o segundo) más común entre los avilesinos, de nacimiento o de residencia.
Y esto es algo histórico porque a bote pronto recuerdo -como naturales o residentes en Avilés y con dicho apellido a cuestas- a un obispo (como Fray Valentín Morán Menéndez), a un indiano en los confines de América del sur (José Menéndez Menéndez, conocido también como ‘Rey de la Patagonia’), al poeta y primer director de la biblioteca pública que funcionó en la ciudad (Luis Menéndez ‘Lumen’), a un empresario (Francisco Sitges Menéndez), a unos arquitectos (padre e hijo) del siglo XVII (los Menéndez Camina)… Y aquí echo el freno para incrustar -por mi cuenta- a otro arquitecto que hizo por el patrimonio artístico de Avilés lo que no está en los libros, ni en las revistas, ni en las webs. Hablo de Luis Menéndez-Pidal, sobrino de Ramón Menéndez Pidal nombre, por cierto, de uno de los institutos de la ciudad.
El arquitecto Luis Menéndez-Pidal Álvarez nació en Oviedo en 1896 y falleció en Madrid en 1975. Su labor restauradora como responsable de la zona norte del país desde los difíciles años de postguerra española ha sido magistral en opinión de muchos. Miguel Martínez Monedero autor del libro ‘Las restauraciones arquitectónicas de Luis Menéndez-Pidal. La confianza de un método’ resume la múltiple actividad profesional del arquitecto escribiendo que «mantuvo bajo su tutela los principales monumentos del noroeste de España. Más de 55 años de ejercicio profesional en los que restauró cerca de 200 edificios en sus distintos cargos dentro de la Administración. La Catedral y la Cámara Santa de Oviedo, las catedrales de Zamora, León, Santiago o Tuy, la práctica totalidad del prerrománico asturiano, las murallas de Lugo, León y Astorga, o el monasterio de Guadalupe (Cáceres) se cuentan entre sus actuaciones más conocidas».
Es desconocida sin embargo su labor en Avilés, ciudad que tiene mucho que agradecerle pues fue uno de los urdidores, junto con José Francés, del acontecimiento que supuso el que buena parte de su casco antiguo fuese declarado por el Estado español -y publicado en el Boletín Oficial del Estado de 27 de mayo de 1955- ‘Conjunto Histórico Artístico’.
Luis Menéndez-Pidal (como Arquitecto Conservador de Monumentos de la 1ª Zona de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional) ya había presentado, en 1944, un detallado informe sobre la riqueza patrimonial de Avilés. Informe que fue aprobado y que sería la base del que José Francés presentaría (con la aprobación del Ayuntamiento de Avilés en el Pleno del 21 de junio de 1951) en la Real Academia de Bellas Artes, consiguiendo sacarlo adelante y posteriormente ser aprobado por el Gobierno de España en la primavera de 1955.
Luis Menéndez-Pidal estuvo en Avilés en muchas ocasiones por placer o por trabajo, en este último caso tanto para realizar el citado informe, como para supervisar obras como la restauración de la portada románica de la iglesia de San Antonio (entonces conocida como ‘La de los Padres’) que estaba en lamentables condiciones. También fue el autor, en 1964, del cierre con galería porticada del rehabilitado claustro de la iglesia de San Nicolás de Bari. Interviniendo igualmente en algunos intentos de desaguisados como el proyecto de la ferretería Los Castros (en 1950) de abrir escaparates en el bajo del palacio de Camposagrado (local que el comercio ocupaba) y en la fachada que vierte a la calle de La Muralla. Y más asuntos todavía, pero hoy no es el caso.
El informe del arquitecto ovetense sobre la monumentalidad de la ciudad (más tarde convertido en ponencia por José Francés para declarar parte del casco antiguo como Conjunto Histórico-Artístico) comenzaba ensalzando a Avilés como «una de las más hermosas y características de la comarca asturiana, contiene, en efecto, un número importante de edificios venerables por su antigüedad y admirables por su valor artístico; pero además es una de las poblaciones donde el sello de la arquitectura tradicional, el sabor peculiar de sus calles y de sus casas, no se ha alterado con el tiempo. De tal suerte puede ofrecerse ante la mirada del visitante, la emoción y deleite del erudito, y el orgullo legítimo de los asturianos, como un ejemplo vivo de supervivencia del pasado».
A continuación elaboraba una serie edificios y lugares de la ciudad (ver LA VOZ DE AVILÉS de 27 mayo 2012, episodio titulado ‘De cuando la histórica villa de Avilés fue monumentalmente distinguida’) extendiendo la protección monumental a gran parte del casco antiguo incluido el barrio de Sabugo. Y digo esto porque la trama urbana de Sabugo, como algunos otros elementos del informe del arquitecto, fueron excluidos del decreto de 1955, ignorándose el porqué, aunque algunos aventuran intereses inmobiliarios.
El desánimo no se apoderó de Menéndez-Pidal quien en 1956 (una vez declarado Conjunto Histórico-Artístico parte de Avilés) volvió a la carga con otra propuesta mucho más ambiciosa donde planeaba extender la protección a todo el territorio histórico la ciudad como conjunto y no solamente a determinados edificios de interés, incluyendo zonas no planteadas anteriormente como era el caso de la plaza del Mercado (hoy Hnos. Orbón) o el parque Ferrera. El proyecto, desgraciadamente para Avilés y para el arte en general, no fue atendido.
Luis Menéndez-Pidal nunca ha tenido reconocimiento por defender el patrimonio avilesino, como lo tuvo José Francés a quien se nombró Hijo Predilecto de la ciudad y se dio su nombre a una calle de Las Meanas. Todo ello creo que justamente, pues el intelectual madrileño intervino también con mucha fortuna en la potenciación de la vida cultural avilesina y, algo impagable, en la imagen tan positiva que de Avilés dio en algunos de sus muchos artículos en revistas nacionales.
De forma que, si José Francés fue tenido por algunos como el padre de la protección legal del patrimonio avilesino habría que considerar, al arquitecto ovetense, cuando menos el padrino (dicho sea en el sentido familiar, que no en el ‘coppoliano’) de dicha protección por menguado que el proyecto quedase respecto a lo que había propuesto Luis Menéndez-Pidal Álvarez, quien como poco se merece un respeto monumental en la historia del patrimonio de Avilés.