Refranes hospitalarios, como en farmacia oiga, los que usted quiera. Desde «En el hospital cada cual llora su mal» hasta «De mal a mal dame la taberna y no el hospital» que recuerdo fue muy mal tomado, y a viva voz manifestada su protesta por un galeno local cuando lo cité en una conferencia dada en el Colegio de Médicos.
Y si refranes hospitalarios hay muchos, hospitales en Avilés son dos los que hay, uno el Hospital Universitario San Agustín (del que poco se utiliza su acrónimo, HUSA, que tantas cosquillas verbales le hace al HUCA de Oviedo) y el otro el Hospital de Avilés al que muchos siguen llamando, indebidamente, Hospital de Caridad y que a su vez tuvo su origen en el más veterano de los centros de atención sanitaria de la historia avilesina instalado en un edificio construido ex profeso en la calle Rivero en el siglo XVI.
Su nombre original fue Hospital de Peregrinos de Avilés y se levantó, como muchos por entonces en España, para acoger el flujo de viajeros que provenientes de países de Europa y de otros lugares de la península ibérica peregrinaban a Compostela, circulando por las rutas del Camino de Santiago histórica autopista cultural, un ‘invento’ genial del rey asturiano Alfonso II y que tanto desarrollo trajo (cultura, artes industriales y otros saberes y disciplinas vinieron de la mano de los miles de peregrinos del continente) aunque bien es verdad que tanto progreso tuvo como contrapartida un peaje sanitario en forma de epidemias (fuese peste, fuese cólera) que no reconocían fronteras.
Conviene saber que Avilés era punto importante en la ruta jacobea no solo por formar parte del camino costero que cubrían la mayoría de peregrinos que venían dándole al pinrel por vía terrestre sino también por ser el inicio para aquella gente venida por mar, que desembarcaban en el importante puerto comercial avilesino tomaban el camino a Oviedo para visitar la Cámara Santa y de allí seguían a Santiago de Compostela.
El Hospital de Peregrinos fue construido en 1515, en la hoy calle Rivero y entonces arrabal de la villa amurallada, a expensas de Pedro Solís León miembro de una adinerada familia emparentada con la casa de Trasona y con origen en Solís. Cuando este personaje venía a Avilés vivía en la calle de La Ferrería, una casa-palacio que tres siglos más tarde adquirió la familia Suárez Inclán y en cuyo solar se alza actualmente la sede de la Cruz Roja local. Era un hombre enigmático del que han quedado pocos datos personales, aunque a los efectos de este escrito baste saber que estaba cargado de dignidades algunas de las cuales se adquirían por méritos y otras por dinero. Por Jovellanos sabemos que Pedro Solís fue canónigo de Toledo, Arcediano de Babia, Abad de la Colegiata de Santa Marta en Astorga y también de la de Arbás, pero sobre todo el de protonotario (alto cargo vaticano) del papa Alejandro VI.
De poderío tan notable se benefició Avilés con dos obras que Solís pagó de su bolsillo. Una fue una tan pequeña como espléndida capilla gótica adosada a la iglesia de San Antonio y que es un episodio aparte; y la otra el gran (para aquella época) Hospital de Peregrinos levantado en la margen izquierda de Rivero justo donde la calle hace la curva que [hoy] termina en el inicio de la vía que lleva el nombre de Pablo Iglesias dirigente histórico del socialismo español.
Se trataba de un gran edificio, levantado por Nicolás y Rodrigo Alonso de León, de planta y piso en torno a un notable, por su amplitud, patio interior, con dos salas para enfermos (hombres y mujeres). El inmueble estaba dotado de capilla bajo y de una espaciosa huerta (llegaba hasta la Ría) así como cementerio propio, particularidad que le daba al Hospital un caché especial aproximándolo en categoría al de Oviedo.
Al frente del centro y como administrador estaba un notable de la villa. Los peregrinos que llegaban a Avilés sabían que en Rivero encontrarían cubierto, cama y calor de fuego de leña. Los gastos del Hospital los cubrían los beneficios hortícolas procedentes de sus extensas tierras, aparte de los ingresos proporcionados por visitantes y limosnas de diversa procedencia.
Con el paso de los siglos, al disminuir las peregrinaciones jacobeas, este Hospital de Peregrinos -tras diversas reformas- pasó a denominarse Hospital de Caridad de Avilés y ser regido por un patronato. Años más tarde al construirse en El Carbayedo un nuevo Hospital de Caridad (actualmente denominado Hospital de Avilés y que es otro episodio aparte), el edificio de Rivero cumplió una ensalada de funciones diversas como acuartelamiento de tropas, establo de caballería e incluso albergó una escuela pública. Finalmente, en agosto de 1948, fue demolido sin atender a la petición que específicamente hizo, a través de este periódico, una autoridad patrimonial como el marqués de Ciadoncha de conservar escudos e inscripciones en la piedra de su monumental fachada.
Ricky Burdett uno de los mayores expertos de urbanismo del mundo manifestaba en Londres la semana pasada que actualmente la esperanza de vida de un edificio ha bajado de varios siglos a 35 años. Por otro lado me entero de que en Madrid el Instituto Nacional de Estadística hizo pública el aumento de la esperanza de vida de los españoles situándola en los 83 años (considerando ambos sexos) lo que hace que España junto con Suiza y Japón sean hoy las tres naciones con más altas esperanza de vida del mundo.
«Menos da una piedra» dice un refrán.
(FIN)
A continuación recogemos algunos puntos del Reglamento, en 1884, del Hospital de Peregrinos de Rivero.
-Habrá dos enfermerías, una para hombres llamada San Nicolás y otra para mujeres llamada La Pasión.
-Se recomienda de un modo especial a los enfermos, no fumen en las salas ni en las camas.
-La alimentación consistirá en ración de huevos, sopas de pan, arroz, de fideos, dietas animal y vegetal.
-El desayuno se dará a las siete de la mañana, la comida a las doce del día, el chocolate a las cinco de la tarde y la cena a las ocho de la noche desde el 1 de octubre a fines de marzo, y a las nueve los restantes.
-De diez a doce de la mañana y de tres a cuatro de la tarde se permitirá la entrada en las salas a visitar a los enfermos. El regente prohibirá la entrada de toda clase de alimentos y bebidas, vigilando se guarde el mayor orden.
-El regente hará que se barran las salas dos veces al día, y una las escaleras, tránsito, almacen, patio, etc.
-La vasijas de los enfermos se fregarán dos veces al día.
-Las sabanas y almohadas se mudarán cada quince días.
-Las camisas cada ocho días.
-Una vez a la semana se regarán las salas con cloruro de calcio.