Cuatro, son cuatro, los templos, además parroquiales, que coincidiendo con los puntos cardinales, dibujan –como no– una cruz sobre el mapa comarcal, ayudando así a demarcar los confines del municipio de Avilés, pues todos ellos son limítrofes con los concejos vecinos.
A tal ‘descubrimiento’ geográfico, conviene un pellizco histórico sobre estos templos, que son los de San Juan de Nieva, Llaranes, La Magdalena y Valliniello.
Norte y sur (San Juan y Llaranes) marcan la vanguardia artística religiosa. Y este y oeste (Magdalena y Valliniello) la retaguardia de estilos arquitectónicos tradicionales.
Al norte, y a orillas de la Ría (mayúscula ella) se encuentra el edificio de la que fue parroquia del Carmen, aquella iglesia de San Juan de Nieva, actualmente cerrada, desacralizada, acosada y materialmente estrangulada por montañas de mineral, camiones y grúas. Aquello es un infierno, si se me permite la expresión. Y tiene un aire, aparte de fantasmal, terriblemente contaminado.
Su construcción terminó en 1951 –en terrenos de mando portuario– siguiendo planos del arquitecto asturiano Ignacio Álvarez Castelao (1910-1985). Su originalidad radica en el diseño, ya que la iglesia es la quilla de un barco invertida. Está catalogada en el inventario del Patrimonio Arquitectónico de Asturias, aunque no se yo si eso le servirá para evitar que algún día –así, como por casualidad ¿no?– tropiece contra sus ennegrecidas paredes alguna de las máquinas y artefactos que trajinan a su alrededor, y se venga abajo todo el invento.
Cambio.
Al sur, en las antípodas de San Juan, en terrenos del antiquísimo Llaranes (en las riberas, también, de la Ría de Avilés), se levantó, igualmente a mediados del pasado siglo, el templo de Santa Bárbara. Construido por ENSIDESA, la gigantesca siderúrgica que cambió la historia de Avilés, está situado en lo alto de una colina desde la que domina el poblado de Llaranes, una joya urbanística que es episodio aparte.
Quien no conozca el templo, jamás podrá imaginar el tesoro que guarda en su interior, luminoso como ninguno: un conjunto de frescos, vidrieras y mosaicos, de quitar el hipo. Obras de Javier Clavo, artista madrileño, que el día menos pensado será llevado a los altares del arte.
Yo, a esta iglesia, la tengo definida –ya hace años y en prensa escrita– como la ‘Capilla Sixtina del vanguardismo religioso del norte de España’ y veo que, ahora, en Internet una enciclopedia se ha apropiado de esa denominación como si tal cosa. Lo que no hace, por ejemplo, ‘In Situ’, un cuidado blog artístico comarcal, que merece consultarse (http://insitu96.blogspot.com.es/). Cara y cruz.
Cambio.
Por el oeste está Santa María Magdalena de Corros, llamada así por estar al lado del, parece ser, lazareto medieval conocido como Corros y vinculado al Camino de Santiago. El templo, uno de los de más antigua construcción en Avilés, conserva en su interior algunos restos románicos.
Cambio.
Por el oste está la iglesia de San Pedro de Navarro, en Valliniello, otra medieval, que como la de La Magdalena, está vencida por tropelías arquitectónicas y de las otras. Ambas están hechas un cristo.
Y para más inri, los cuatro templos son inéditos (y conste que el de Llaranes es pecado cultural no conocerlo) para la mayoría de los avilesinos. Me hago cruces.
Cambio, corto y cierro.