Hace tiempo, cuando supe algo de su historia, Arnao me llamaba la atención. Luego, cuando puse el mínimo esmero en su estudio empezó a sorprenderme. Más tarde pasé directamente al asombro y ahora mismo casi me deslumbra.
Y aunque por la cosa del deslumbramiento pudiera pensarse que estoy en una fase ‘cegarato–emotiva’ (algo parecido y por distintos motivos me ocurre con Miranda y Llaranes) sobre Arnao y lo que representa en la historia de la industria española, creo que estoy –vehementemente, es verdad– tocando lo cierto.
Porque tan cierto como ejemplar es como Arnao ha sabido conservar y defender su patrimonio histórico industrial, en una inusual conjunción entre industria privada y cosa pública (léase Ayuntamiento). Algo inaudito de la que muchos –ayuntamientos, empresas, políticos y gestores– deberían tomar nota.
Impresiona conocer todo lo que encierra, histórica y prehistóricamente, esta pequeña península de la costa de Castrillón.
El otro día (miércoles, 16 de mayo) LA VOZ DE AVILÉS publicó, a toda plana, en portada «Un árbol de 300 millones de años en la playa de Arnao». La riqueza geológica de la zona se empieza a catalogar como de las mejores de Europa. Hay cosas que dan que pensar, por ejemplo: la roca actualmente atravesada por el túnel que comunica Arnao con Salinas es un ¡arrecife de coral! que –hace 400 millones de años démonos cuenta que estaba bajo el agua– actualmente está ‘envuelto’ en piedra. Es la monda.
Con este despliegue geológico, ¿como no iba a haber carbón aquí?
Y lo descubrió el fraile carmelita Agustín Montero (‘con el carbón hemos topado’ debió pensar el eclesiástico, de Naveces, dicen algunos) que se lo comunicó a Felipe II, un rey que debió flipar con Avilés, porque primero le descubren el carbón mineral en Arnao (hasta entonces la industria española funcionaba con carbón vegetal) y luego –en 1565– un marino avilesino llamado, Pedro Menéndez, le pone una pica en América llamada San Agustín de La Florida.
Hoy la de Arnao está considerada la mina más antigua de las documentadas en Asturias y también en España según opinión autorizada del arqueólogo Iván Muñiz –historiador especialista en la materia– quien con Alejandro García, dirige las importantísimas excavaciones del Peñón de Raíces.
Comenzó a explotarse como mina en 1593 (en Arancés, muy cerca de Arnao, también se sacaba carbón, según le tengo leído a José Manuel Feito), y con altibajos de producción llegó a cerrar hasta que en 1833 unos inversores belgas, que ‘andaban a vetas de carbón’ por el norte de España, vieron que Arnao era una mina, como se suele decir, y deciden abrir aquí lo que resultó ser el primer pozo vertical de la minería asturiana. La única mina en España que fue submarina y la primera que utilizó el ferrocarril, en 1836.
La cosa era tan de restallo, que hasta aquí se plantó la mismísima reina de España, Isabel II, un 24 de agosto de 1858. Y entre el canguelo de su corte, bajó enjaulada –porque que así se accede– hasta las galerías submarinas donde penosamente picaban carbón los mineros avilesinos. La noticia corrió como la pólvora y fue portada en la revista francesa «Le Monde Illustré».
Pero Arnao ha venido dando noticias desde hace la tira, por ejemplo aquí nació la industrialización de Avilés y gran parte de Asturias. Así como del movimiento obrero.
Y cuando los belgas se percataron de que el carbón que salía de la mina de Arnao no era bueno para la fabricación del hierro pero si para la del zinc, constituyeron –en Bélgica, claro– la “Societé pour la production du zinc en Espagne” que dará lugar en 1854 al establecimiento de la Real Compañía Asturiana de Minas en Arnao –a pie de mina– y más tarde en San Juan de Nieva donde con el tiempo daría en llamarse Asturiana de Zinc S.A. (AZSA) y que actualmente es la mayor factoría productora de zinc del mundo.
Arnao se divide en dos barrios: La Fábrica y La Mina, entre los que se reparten los elementos que conforman lo que el Estado español ha declarado Conjunto Histórico Industrial de Arnao (Castrillón). Un episodio aparte.
En La Mina, con su hermoso castillete de zinc –con tejado como de balneario de ‘mirando al mar soñé que estaba junto a ti’– está el Museo de La Mina. En tiempos hubo un teatro llamado La Mina, y también un restaurante y hasta un campo de fútbol llevaron ese nombre. Ahora solo el Museo es el protagonista que multiplica y escenifica gran parte de lo que aquí se escribe. Y hasta él comienzan a llegar gentes atraídas por la fabulosa historia industrial del lugar.
Historia, que es interminable si hablamos de su patrimonio geológico que empieza a ser gigantesco. En Arnao se puede ver, palpar y hasta fotografiar la prehistoria.
Un lugar mágico.