Si por la conformación de las calles mas antiguas de la Villa fuera, en Avilés urbanismo había de escribirse con H, porque tal letra es el dibujo que forma el trazado de las tres rúas más antiguas de la ciudadela medieval, aquella que estuvo defendida por una muralla de unos 800 metros y ocupaba una superficie de cerca de 50.000 metros cuadrados, o sea casi la mitad del parque Ferrera.
Pero el diccionario dice que hurbanismo no lleva hache, y que istoria sí lo hace. E histórico es que La Ferrería y La Fruta –paralelas entre sí– estaban unidas por la Del Sol. Excluyo la de San Bernardo por estar poco poblada y ser mayormente tránsito del Camino Real de Grado a Luanco, que cruzaba la Villa desde la puerta de Cabruñana hasta la del Puente (San Sebastián).
Las calles de la H, siguen hoy igual –espacialmente hablando– que hace siglos.
La Ferrería es la que ha conservado más señales del pasado: palacio de Valdecarzana (siglo XIV), la iglesia históricamente conocida como de San Nicolás (siglo XII) y hoy como ‘De los Padres’ (siglo XII) y del siglo XIV también está la capilla de Los Alas (o de los de Las Alas, como usted quiera) espléndido monumento, encajado entre la iglesia y un espacioso patio de luces y sus correspondientes tendales. Otra cruz
Fue, La Ferrería, calle principal, calle mayor. Iba de puerta a puerta, de muralla entiéndase. De la del Alcázar (en El Parche) a la de La Mar, en la confluencia con la hoy calle de La Muralla, donde estuvo situado el puerto avilesino hasta el siglo XIX.
Era y es –hechizo que conserva– estrecha, con tramos de soportales cambiantes y un sabor a pasado que tira ‘p’atrás’, como siete siglos por lo menos. Y son, tanto cuando luce como cuando se apaga el sol, un túnel del tiempo.
Tuvo muchos nombres, aunque el actual de La Ferrería (recobrado en 1979) es el mas cabal y acorde con el metal fierro (hierro), porque las primeras oficinas de aquella gran siderúrgica ENSIDESA, que nos vino en los años cincuenta, se abrieron en el número 29 de esta calle.
Que tan antigua es, que atrapa modernidad cosa fina. Por lo que estaba de madre, que fuese la única (antes muerta que sencilla), de las tres, que se comunica visualmente con el complejo arquitectónico de Oscar Niemeyer.
La calle de La Fruta, sin embargo, rompió con su pasado de soportales para convertirse en calle residencial de hermosa arquitectura, cuando Avilés pegó el estirón en aquel cambio de siglos (XIX al XX).
Antes de eso, sin perder nunca la línea recta tuvo dos tramos: Uno, la calle Cimadevilla que iba de su puerta de la muralla, llamada del Reloj, hasta la intersección con la calle Del Sol. Y otro, desde este cruce hasta cerca de su actual final, y que era conocido como calle Oscura, nombre que lo dice todo, apagada y tan estrecha que podían abarcarse las columnas de ambos lados extendiendo los brazos. Menuda cruz.
Calle de espléndidos edificios, La Fruta tiene singularidades como la de empezar y terminar con fuentes en su margen derecha: la de Doña Rolindes (adosada al ayuntamiento) un mecano arquitectónico de distintas épocas, y la del Centenario del Bollo (en la plaza de Camposagrado), obra de Ramón Rodríguez.
También está la cuestión palaciega. Porque situándose uno al principio o al final de La Fruta siempre tendrá en el horizonte un espléndido palacio del siglo XVII: el Ferrera (hoy hotel de cinco estrellas) o el Camposagrado (actual sede de la Escuela Superior de Arte del Principado de Asturias). También es calle ejemplar para ilustrar sobre el llamado ‘barroco boticario avilesino’.
Luego está la calle Del Sol, de recorrido corto en metros pero de tan largo, y bien conservado, tiro histórico, que da gusto verla.
Además, ahora, el palacio de Valdecarzana, rehabilitado y recuperado a finales del siglo XX, le da mucha vida. Tanta que hasta le ha nacido, a finales del siglo XX, una plaza anexa: la de Alfonso VI, monarca que concedió el Fuero a Avilés en el siglo XI, un claro ejemplo de que nunca es tarde si la plaza es buena.
Y lo es porque está pegada al Sol, antigua calle de mercaderías, luego calle de paso y ahora pasada de calle. Ideal para hacer parada y fonda y abrevar bebidas al gusto, en terrazas sin terrazo, sino en suelo tal parece que medieval.
Historia pura, dura y verdadera la de esta trinidad urbana que nos viene de aquella Edad Media avilesina. Hoy sin murallas, pero con wifi gratuito.
Cuando el casco histórico de Avilés sea declarado por la UNESCO ‘Patrimonio de la Humanidad’ estas tres calles habrán tenido mucho que ver en la concesión de tal título.