La cantidad de sucesos ocurridos en Avilés un 26 de abril, de diferentes años, no es excepcional pues hay otros días en que repite este hecho, lo que da idea de nuestra riqueza histórica.
El domingo 26 de abril de 1598, Cristóbal López, formando parte de una expedición –por los actuales Estados Unidos de América– alcanza y pasa el río Grande por el lugar hoy llamado El Paso. Fue la primera conquista del oeste americano, del Far West, aquella gran caravana al mando de Juan de Oñate y compuesta por 210 soldados y colonos que junto con sus familiares (muchos iban con sus mujeres e hijos), frailes, indios y esclavos negros, sumaban 400 personas, que llevaban 83 carros y carretas, aparte de un rebaño de siete mil cabezas de ganado. Para que luego nos vengan los de Hollywood con películas del Oeste.
Cristóbal López había nacido en Avilés en 1557 y era hijo de Domingo López de Avilés. Sabemos que tenía «buen cuerpo, grueso, moreno, barbinegro y con una cuchillada encima del ojo izquierdo» tajante descripción expuesta en la obra «Historia de una emigración: asturianos a América, 1492-1599» de Cundo Estrada, Rogelio García y José R. Martínez, inédita aún en librerías, pero que se puede encontrar en Internet (www.VivirAsturias.com).
Quien sí tuvo obras literarias publicadas y además famosas fue Francisco Bances Candamo, que nació en Avilés, parece que un 26 de abril de 1662. No hay papeles parroquiales que lo demuestren, así que la fecha está consensuada por algunos estudiosos. Pesa una especie de molesta interrogación sobre los tres –quizás más famosos– personajes históricos locales, tenidos por naturales en Avilés (el marino Pedro Menéndez de Avilés, el pintor Juan Carreño Miranda y el dramaturgo Francisco Bances Candamo).
A Bances, que en Madrid llegó a tocar gloria literaria y cortesana (fue nombrado ‘Dramaturgo de Cámara del Rey de España’) sus enemigos le hicieron pasarlas moradas, lo que unido a la agitada vida que se traía el hombre, le llevó a abandonar la literatura y tomar las de Villadiego, ganándose la vida, por ejemplo, como funcionario de la tesorería estatal por villas y villorrios. En tal empleo falleció, oscuramente, en Lezuza (Albacete), donde hoy no aparece ni su tumba.
El 26 de abril de 1820, el alcalde de Avilés, Antonio Corona, pide autorización al Gobernador Civil para demoler la muralla, cuando prácticamente dicha operación estaba concluida. Era puro formalismo porque su antecesor José del Busto ya había dado la orden de arrasarla en 1818, sin encomendarse a Dios ni al diablo ni, por supuesto, a la autoridad provincial. Por entonces, en España y acogiéndose a la Constitución de 1812 –que entre otras normas dictaba la desaparición de los símbolos de vasallaje– bastantes pueblos interpretaron tal norma como les vino en gana, y así unas veces por estupidez o por ignorancia y otras por intereses mercantiles borraron de su paisaje urbano monumentos, signos y señales de su memorable historia, que nada tenían que ver con vasallaje. Uno de ellos fue Avilés donde la muralla fue elemento defensivo y no símbolo de vasallaje. Vasallaje si que fue el de los políticos de la época hacia los intereses inmobiliarios que traería consigo el derribo de la cerca medieval.
El alumbrado eléctrico de Avilés, que se cuenta fue el primero de Asturias, algunos dicen que tuvo lugar el 26 de abril de 1891. Sin embargo yo tengo esa fecha en pausa y es cosa de tratarla en episodio aparte.
Lo que si es tristemente cierto es que un 26 de abril de 1899 muere, en Oviedo, el novelista Juan Ochoa, que había nacido, en 1864, en el palacio de Valdecarzana, hoy sede del Archivo Histórico de Avilés. Juan Ochoa fue escritor y periodista, algo inusual en su tiempo. De salud muy quebradiza, murió afectado por una enfermedad pulmonar que su hipocondríaco amigo, Armando Palacio Valdés, trató sin éxito, de combatir con consejos y recomendaciones de los más innovadores medicamentos que por entonces ofertaban las farmacias.
Otro 26 de abril de 1909, lunes, se inaugura –en solar que daba a las calles La Cámara, Rui Pérez y a la plaza La Merced– el Pabellón Iris con la representación de ‘Las de Caín’, obra de los hermanos Quintero. El local nació ofertando espectáculos, mayormente musicales y cinematográficos, aunque estos últimos terminaría siendo su principal actividad y donde se proyectó, por primera vez en la villa, una película sonora. Cerraría sus puertas, en 1956, con película ‘Puente de mando’, protagonizada por Gary Cooper en plan almirante. El Iris fue un edificio muy singular debido al ingenio de uno los mejores ‘arquitectos’ (las comillas indican que no le hizo falta ese título) de la historia urbana de Avilés, el maestro de obras Armando Fernández Cueto (ver LA VOZ DE AVILÉS, 2 de febrero de 2014, ‘Armando Fernández Cueto, por sus obras lo conoceréis’.
Hace hoy cien años, el 26 de abril de 1915, se constituyó la Junta de Obras del Puerto de Avilés, lo que hoy conocemos como Autoridad Portuaria. El nacimiento fue por votación secreta efectuada en el Ayuntamiento, siendo elegido presidente Victoriano Fernández Balsera (1860–1942) uno de los hombres fuertes del Avilés de principios del pasado siglo. El Gobernador Civil, que presidió el acto, expuso la importancia del nuevo organismo «por ser el puerto la principal fuente de riqueza y el más valioso punto de apoyo para el progreso y porvenir de Avilés».
El 26 de abril de 1950, el abogado, juez y escritor José María Malgor (1905–1964) lee su discurso de ingreso en el Instituto de Estudios Asturianos (hoy RIDEA) bajo el título ‘Marcos del Torniello poeta avilesino. Guión, notas, apuntes y datos para una biografía’. El nuevo académico, abogado que ejerció también de juez, aunque de paz y con mucho sentido del humor. Una prueba de la ironía de Malgor es su ‘propuesta’ –hecha por escrito en 1964 y en alusión a la contaminación de la Central Térmica– de que se suprimiera en Avilés la festividad religiosa del miércoles de ceniza, porque a la vista de la [entonces brutal] polución de ENSIDESA resultaba que todos los días del año había ceniza, por lo que sobraba tal miércoles religioso.
Y, hablando de la Térmica, resulta que fue otro 26 de abril, pero ya de 2006, cuando el Colegio de Arquitectos de Asturias metió por registro en la consejería de Cultura del Principado un escrito reclamando urgentes medidas de protección (como ya habían hecho también otros organismos entre ellos la UNESCO) para dicha Térmica, que había cesado en su actividad en 2005 y a la que las autoridades, locales y regionales, pasaron de considerar como una «incomparable joya del patrimonio industrial con destinos culturales» a ordenar que fuese volada y sus restos vendidos como chatarra al mejor postor, borrando así una muestra arquitectónica industrial admirable y el más importante, entre los pocos signos que quedaban, del período más transformador en toda la Historia local: la llegada de la gran industria metalúrgica a mitad del pasado siglo XX.
No se como se come esto. Tal parece que Avilés –como dijo Winston Churchill de Los Balcanes o diría Groucho Marx de Libertonia– produce historia a mayor velocidad de la que se puede digerir.