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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

La célebre mina de Arnao y la reina Isabel II de España

(Reedición corregida del episodio publicado el 23/11/11 en el diario LA VOZ DE AVILÉS  y no incluida en este blog)

            Arnao asombra.

            El de las piedras negras que salieron de una mina submarina, tan fascinante vista desde fuera como tremenda para los que la trabajaron. Hablo del Arnao del concejo de Castrillón cuya capital va también de piedras, pero blancas.

            Topónimo, el de Piedras Blancas, que tiendo a asociar al cine americano o a la literatura de Dickens. Aunque el poder seductor del cine sea más persuasivo a estos efectos, por ejemplo si hablo de películas míticas como ‘Al este del edén’ cuya acción transcurre en una lejana Salinas (Monterey. California. USA), que visionada a mis 18 años me llevó a admirar mucho más –por ‘contagio’ cinematográfico– a mi cercana Salinas (la de Castrillón. Avilés. Asturias. España).

(Foto de María Pérez, en la página de Facebook 'Amigos de la playa de Arnao')

            Pero el caso es, hoy, Arnao. Y su mina submarina actualmente reconvertida en un museo que es episodio aparte.

            Este yacimiento es la madre del cordero del carbón español. Una explotación internacionalmente histórica, hoy restaurada, a la que no estamos valorando, todavía, en su justa medida. La Mina es el buque insignia del Conjunto Histórico Industrial de Arnao, la excepción –maravillosa– del tan ignorado, como despreciado, patrimonio industrial asturiano, que Castrillón se empecinó en respetar y rescatar. Chapó para su Ayuntamiento.

            Como será lo de esta mina que hasta una Reina de España, Isabel II la visitó, un 24 de agosto de 1858. Vino acompañada, aparte de su séquito, por su marido el Rey consorte, Francisco de Asís de Borbón, personaje que hoy haría las delicias de la prensa amarillista. Aunque en esto también le ganaría ella.

            Estaba previsto un tranquilo vino español en la campa de Arnao. Pero de pronto,la Reina, se dirigió al castillete del pozo minero y manifestó el deseo de descender a las galerías, ante la sorpresa y el consiguiente canguelo, tanto de los miembros del Gobierno español, como de los directivos de la Real Compañía Asturiana de Minas.

            Isabel II, un trueno de mujer famosa por su remango, arrastrando a su aterrado –y no era de extrañar en este caso– esposo, descendió los ochenta metros de profundidad sin aguardar el resultado del más elemental reconocimiento de seguridad que le imploraba el Jefe del Gobierno español.

            Salida de la jaula (o sea, el ascensor del pozo minero) la Reina, ni corta ni perezosa recorrió las galerías con paso rápido, incluida la principal de un 14% de desnivel y que discurre bajo las aguas del Océano Atlántico y «nunca antes visitada por mujer ninguna» recorriendo unos doscientos cincuenta metros, según escribió el cronista Juan de Dios dela Rada, en su ‘Viaje de SS. MM. y AA. Por Castilla, León, Asturias y Galicia, en el verano de 1858’.

'Isabel II' óleo de Franz Xavier Winterhalter. 1852. (Palacio Real).

            El tránsito, abundante en malos pasos, hizo que la Reina quedara hecha un santo cristo de cintura para abajo. Pero no se arredró y siguió guiando (o sea, empujando) a la sobrecogida comitiva hasta llegar al final de la galería submarina y saludar a los sorprendidos picadores que faenaban en él.

            Según cuenta el cronista, hubo gente, como un ingeniero belga apellidado Schmit, que arruinó el protocolo a grito pelado: «¡Usted se merece algo grande de todo corazón!», alucinado ante los arrestos de Isabel de Borbón.

            La Reina, que salió hecha unos zorros, se tomó un refrigerio y departió con los invitados que la esperaban en superficie. En cuanto a los ‘supervivientes’, que se vieron en la obligación de acompañarla en el paseo submarino, fácil es imaginar su alterado estado de ánimo.

            La noticia llegó rápidamente a Avilés. Y en el muelle se congregó un gentío que la vitoreó cuando desembarcó de la falúa que la había trasladado hasta la Villa(se alojaba en el palacio del marqués de Ferrera). Entre ellos un caballero, de nombre Lino, acompañado de su pequeño sobrino, el niño Armando Palacio Valdés, que –años más tarde– narraría aquella llegada ‘triunfal’ de Isabel II en ‘La novela de un novelista’.

            Arnao es de novela y de cine. Alumbra y deslumbra. 

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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