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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

Alejandro Casona y Palacio Valdés aprendieron a leer en Avilés.

          Es cosa poco sabida que dos grandes escritores españoles fueron a la escuela –por primera vez– en Avilés donde aprendieron a leer y también a escribir. Hoy figuran en lugar destacado de la Historia de la Literatura nacional.

          Me refiero a Alejandro Rodríguez Álvarez, que con el tiempo se haría famoso con el pseudónimo de Alejandro Casona, que fue Premio Nacional de Literatura y Premio Lope de Vega. Y a Armando Palacio Valdés, uno de los escritores españoles más leídos y con más obras traducidas a otros idiomas. Fue candidato al Premio Nobel de Literatura.

          La trayectoria vital de este último comienza en 1853 cuando nace en Entrialgo (Pola de Laviana) y sigue en Avilés donde estuvo desde los seis meses de edad hasta los doce años en que se trasladó a Oviedo. La vida también le llevó a residir fundamentalmente en Madrid, donde falleció en 1938.

          Alejandro Casona, hijo de maestros, nació en Besullo (Cangas del Narcea). Parte de la niñez la pasó en Avilés, en la singular parroquia de Miranda. También residió por media España terminando en Madrid. El final de la Guerra Civil lo mandó al exilio y después de un éxodo por medio continente americano terminó en Buenos Aires donde siguió impartiendo magia literaria este escritor ‘misterioso a la asturiana manera’ como escribió Max Aub. En 1962 regresó a Madrid  donde  fallecería en 1965.

          De la estancia de Casona en Avilés, entre 1910 y 1916, las noticias que tenemos están ligadas a su madre Faustina Álvarez (colaboradora de LA VOZ DE AVILÉS donde firmaba sus artículos como La Maestra de Miranda), persona de una talla social extraordinaria que fue la primera mujer que alcanzó el título de Inspectora de Enseñanza. De condición humilde luchó por extender la cultura, convencida de que la educación es el arma para cambiar la sociedad. Al respecto es muy recomendable leer el libro, de José Manuel Feito, ‘Faustina Álvarez García’.

          A la sombra de esta gran mujer aprendió Alejandro a leer en la escuela de Miranda. Una placa, limpia y clara, colocada en la fachada del viejo edificio escolar lo recuerda.

Caso nº 8 de la calle Rivero.

          Palacio Valdés también tiene una placa en la casa número 8 de la calle Rivero, donde vivió de niño. En ella se lee, muy dificultosamente, que «En esta casa transcurrieron los años de niñez y de primera juventud del glorioso novelista don Armando Palacio Valdés». 

          Sobre su educación, Palacio Valdés, se extiende en su obra ‘La novela de un novelista’. Uno de los personajes protagonistas de sus recuerdos de niñez es precisamente su educador Juan de la Cruz Alonso. Maestro de escuela de la facción ‘La Letra Con Sangre Entra’ por lo que se deduce de determinadas alusiones del novelista, que tira de su sentido del humor, creo yo, cuando escribe: «…recibí los zurriagazos de aquel famoso maestro don Juan de la Cruz, de venerable memoria».

          Incluso le dedica un capítulo titulado ‘La vara de Falaris’ donde describe a un Juan de la Cruz que «Nos tajaba las plumas, que eran de ave, en aquella época, nos echaba tinta en los tinteros, nos corregía las planas con la mayor modestia y compostura y cuando llegaba el caso, que llegaba con harta frecuencia, con la misma modestia y compostura empuñaba su vara y nos sacudía de lo lindo. Era un hombre tan modesto que cuando nos zurraba la piel, parecía que nos estaba haciendo reverencias».

Placa en antigua escuela de Miranda.

          En el jardín de la plazuela de San Francisco (actual de Álvarez Acebal) fué inaugurado en 1907 un monumento a Juan de la Cruz, obra del escultor Manuel Garci-Fernández (autor también del de Pedro Menéndez en el parque del Muelle). El homenaje a este maestro fue una iniciativa de Julián Orbón (personaje que fue perejil en todas las salsas de aquel tiempo) costeada por antiguos alumnos. En 1923 fue sustituida por la del pedagogo Álvarez Acebal y la del controvertido maestro se instaló a pocos metros, en un edificio escolar, cercano al de Artes y Oficios, y que sería derribado más tarde para construir en el solar la nueva Casa Municipal de Cultura. El monumento a Juan de la Cruz terminó en los almacenes municipales.

           Palacio Valdés está muy homenajeado en Avilés donde un teatro lleva su nombre, al igual que una calle y un colegio público. Y también la citada placa de la calle Rivero, de difícil (para algunos imposible) lectura. ¿Metáfora municipal? No sé. Pero con seguridad total una vergüenza el no poder leer datos sobre un autor clásico de renombre universal que aprendió a leer precisamente aquí, en esta ciudad donde sus restos reposan (según sus deseos) en el cementerio de La Carriona, por cierto que monumental.

          Alejandro Casona tiene escrito que «En Miranda, junto a aquellos carbayos, asomándose al humilde caserío de La Carriona… En aquella escuela, fundada desde la lejana Patagonia por José Menéndez, aprendí yo a leer».

          Qué cosas estas, las de La Carriona y las de los escritores Alejandro Casona y Armando Palacio Valdés, cuando de rapacinos vivieron en Avilés… Donde los enseñaron a leer.

          Y a escribir.

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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