Siempre que se hable de David Arias, conviene añadir el segundo apellido, ya que hay dos personajes relevantes así llamados, padre e hijo, que por esta razón son confundidos. Un asunto ya aclarado en episodio publicado, en este periódico, el 5 de agosto de 2012.
Hoy escribo sobre David Arias Rodríguez del Valle (hijo de David Arias García) que nació en Avilés el 20 de enero de 1890 y estudió en el colegio de La Merced, cursando luego Derecho en Oviedo y Madrid hasta que, en 1913, regresó a Avilés y abrió bufete de abogado.
Heredó de su padre, aparte de la profesión, la afición a la literatura y la condición política de liberal, en el Partido Reformista, aunque en 1934 dimitiera para afiliarse a Izquierda Republicana, el partido de Manuel Azaña. Fue alcalde de Avilés en dos ocasiones y en ambas elegido democráticamente. En la primera de ellas, que comenzó 1 de abril de 1922 fue desalojado a la fuerza, por la dictadura del general Primo de Rivera, el 1 de octubre de 1923.
En su segunda etapa –del 26 de febrero de 1930 al 21 de septiembre de 1934, en que dimitió– su labor se centró en modernizar la ciudad, destacando la impagable consecución del primer Instituto de Enseñanza Media (llamado ‘Carreño Miranda’) y que construido en El Carbayedo, irradió educación, aparte de en Avilés, hacia el occidente asturiano.
Persona muy popular, este David Arias, también fue presidente del Casino de Avilés.
En su trayectoria literaria destaca la novela ‘Después del gas’, editada en Madrid en 1934 y reeditada en Avilés, por Azucel, en 2003. En México publicó otra novela en 1944: ‘Llegará del mar…’ Buena parte de su obra poética, su faceta preferida como autor, se recoge en el libro ‘Sendero’, igualmente editado en México en 1968.
Su dedicación a las tareas literarias, especialmente la poesía, comenzaron en sus años de estudiante y nunca cesarían. Destacan también sus colaboraciones periodísticas: ‘Anales de la Universidad de Oviedo’, ‘España Nueva’ de Madrid, ‘El Progreso de Asturias’, ‘El Bollo’, pero principalmente las del diario ‘La Voz de Avilés’.
David Arias y Rodríguez del Valle, fue una persona –otra más, entre muchas– desgarrada por las tragedias históricas de la política española de los años treinta del siglo XX. A las que hizo frente hasta donde pudo.
Muchas veces las anécdotas ilustran más que los grandes hechos: En septiembre de 1937, al entrar las tropas de Franco en Avilés, embarcó en San Juan de Nieva rumbo a la ciudad francesa de Saint-Nazaire, desplazándose desde allí a Paris, para entregar, en la embajada española en Francia, los fondos monetarios y el libro de la Junta de Obras del Puerto de Avilés de la que durante años fue secretario. Las cuentas claras.
Luego volvió a España, a Barcelona, con su familia (con la que había huido desde Avilés), acabando todos en el humillante exilio francés, antes de emprender viaje a México, en la más absoluta pobreza. Su correspondencia con otro escritor avilesino, Luís Amado-Blanco, que vivía en Cuba, da cuenta de su angustiosa situación para sacar adelante a su familia, lo que finalmente logró trabajando exitosamente como abogado en México D.F., donde pasaría el resto de su vida –con la excepción de una breve visita a su villa natal en 1964– hasta su muerte, en la capital azteca, el 2 de febrero de 1975.
Pero en 2003, regresó definitivamente a la memoria de Avilés, cuando ante sus hijas y nietas, el Ayuntamiento avilesino le rindió público homenaje que quedó plasmado en el parque de Las Meanas –que él modernizó en 1934– dedicando, su avenida central, al alcalde poeta.
En ese céntrico parque se suele celebrar la anual feria del libro. Por tanto es alameda honrada, tanto por el autor que ahora le da nombre, como por la enriquecedora exposición cultural. Las circunstancias (siendo alcalde David Arias urbanizó parte de Las Meanas, como zona de exposición ganadera, ausente de edificación) han hecho posible que hoy allí –lo que son las cosas– se ubique la plaza de La Exposición, dotada de canchas deportivas y espacios infantiles. Una bendición urbana rematada, en 2006, siendo alcalde Santiago Rodríguez Vega.
A dicha plaza se llega por distintos caminos, aunque el principal es el «Paseo del Alcalde David Arias». Aquel alcalde que creía en la poesía. Y la escribía.
Algo, venturosamente, inaudito.