Claudio Luanco figura en la historia avilesina como un destacado personaje que puso en marcha grandes empresas festivas (El Bollo) y culturales (teatro Palacio Valdés).
En Avilés el viento del oeste suele traer lluvia y también otras cosas, dicho sea con perdón, como dos médicos que hoy figuran como personajes destacados en la historia de la ciudad. Hablo del fascinante José Villalaín (Navia, 1878–Salinas, 1939) y del impagable Claudio Luanco (Castropol, 1838–1916).
Claudio Fernández–Luanco y Riego, que tal era el nombre oficial que consta en el registro civil de Castropol donde nació, una vez llegado a Avilés afeitó dicha legalidad quedándose en un campechano Claudio Luanco.
Hizo la carrera de medicina entre Santiago de Compostela y Madrid regresando a Asturias para ejercer como médico rural en un ámbito territorial que abarcaba Castropol, Los Oscos, Taramundi, Vegadeo y Ribadeo. Pero quiso tocar ciudad grande y lo hizo en Avilés donde obtuvo plaza de ‘Médico de Asistencia Pública Domiciliaria’ durante el mandato del alcalde Bonifacio Heres (1874–1879). Por chocante que parezca la medicina, entonces, dependía de alcalde y concejales hasta el punto de que por ejemplo el 15 de enero de 1890 la Corporación acepta que se le facilite al médico Claudio Luanco el microscopio (que el alcalde guardaba celosamente en la caja fuerte de su despacho) para un urgente análisis clínico prometiendo, escribía el doctor Luanco con mucha coña, en su petición «devolverlo limpio, pues nada de extraño tendría que después del tiempo transcurrido sin hacer uso de él empezara a deteriorarse».
Del Claudio médico, soltero y residente en el hotel La Serrana todos los años que permaneció en Avilés, se guardan noticias de su eficacia profesional con el plus impagable de su simpatía. Pero fueron los resultados de su implicación en la vida social avilesina los que han hecho de él uno de los personajes destacados en la historia de la misma.
Claudio Luanco era un tipo de lo más cordial y sociable, miembro de algunas asociaciones y sobre todo de tertulias establecidas en el ‘lobby La Muralla’, donde se reunía los representantes del Avilés pudiente que en escasos metros cuadrados se apelotonaban en los cafés Colón e Imperial, en el Casino (entonces frente al Colón) o en los salones del hotel La Serrana, situado al lado del palacio de Camposagrado. En aquellos, cafés o salones, se discutía todo y de todo.
Y si de una de aquellas tertulias, presidida por Wenceslao Carreño –coronel de Artillería, bebedor risueño y bibliófilo empedernido– salió la iniciativa de una biblioteca popular de préstamo de libros (ver en LA VOZ DE AVILÉS del 18 de enero de 2015 ‘El coronel si tiene quien le escriba’) que se puso en marcha y hoy una realidad triunfante con el nombre de Biblioteca Bances Candamo ¿por qué no iba a salir de allí un festejo masivo de la mano de un médico?
Y nació al fundarse en una de aquellas tertulias una cofradía llamada ‘El Bollo’, presidida por Claudio Luanco, que acordó organizar una fiesta sonada el primer día de la Pascua florida para olvidar abstinencias, ayunos y vigilias cuaresmales. Sería, en contraposición con la Semana Santa, una fiesta laica multitudinaria basada –según confesó años más tarde el médico Luanco– en la del martes de Pentecostés celebrada en Oviedo y conocida como La Balesquida, repartiendo también vino y bollo. La fiesta avilesina que comenzó en 1893, se fue complementando en el trascurrir de losa años con carrozas decoradas con distintos motivos y con folklore asturiano para dar y tomar. Un éxito total, hoy en día con el añadido de la Comida en la Calle –desde 2017 record Guinness mundial de participación gastronómica en torno a mesa y mantel– y declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional desde 1972.
Claudio Luanco también le metió mano al carnaval avilesino, pero con todo su obra menos conocida es su lucha, junto con sus amigos, para hacer realidad el teatro Palacio Valdés, edificio que la gente bautizó como ‘el teatro de Luanco’.
A ese nivel popular llevó su implicación en la construcción de un teatro deseado de boquilla por los poderes de la ciudad pero que nadie se atrevía a poner en marcha ante el temor al fracaso o al ridículo. Y fue entonces cuando Claudio Luanco convoca una reunión en el Ayuntamiento de la que sale una comisión presidida por él mismo (oficializada como «S.A. Del Teatro») que lanzó acciones de quinientas pesetas y que el médico fue ‘vendiendo’ puerta a puerta por las casas de los notables de la ciudad. Y así se logró poner, en aquel año de 1900, la primera piedra al teatro hoy conocido ‘Palacio Valdés’. Acto en el que Claudio Luanco firmaría, junto a Leopoldo Alas ‘Clarín’ y otros notables, con pluma de oro. En dicha jornada, el catedrático ovetense Adolfo Álvarez-Buylla (uno de los padres de la Extensión Universitaria) sugirió que el teatro debería llevar el nombre de Claudio Luanco… Nadie lo secundó.
Cuando aquel hombre incansable se jubiló volvió a su casa natal de Castropol, entre el sentir de la mayoría y la indisimulada alegría de algunos personajes rancios de la ciudad que lo tenían atravesado, quizás por su gran popularidad. Lo refleja muy bien el fundador de LA VOZ DE AVILÉS, Juan González Wes «Dicen que don Claudio, el creador del nuevo Teatro, el que donó el milagro de estas fiestas de Pascua de resurrección, se fue de Avilés a fundir su amargura en el encantador retiro de Castropol (…) Era un hombre culto, animoso, amante del progreso, buen médico, cordialísimo… pero tomado un poco a broma por quienes carecen del sentido del humor, por ausencia de cultura»
Florentino Álvarez Mesa (Alcalde de Avilés entre 1897 y 1908) escribió que «Hubo un tiempo en que Avilés se dormía y D. Claudio Luanco la despertó. ¡Bien por él! (…) Que haya un teatro más, no importó nada… ¡Lástima de Luanco! ¡Cuánto valía!».
Pero con el tiempo aquel personaje de barba rala y peluquín estrafalario (su bisoñé fue famoso), de aspecto un tanto desaliñado que usaba un ‘paletó’ tres cuartos con cuello de terciopelo, aquel médico desenfadado llamado Claudio Luanco está en la historia de Avilés, con dos calles que lo recuerdan (directa e indirectamente) como un sanador, un gran sanador festivo y cultural.