La de Álvarez Acebal, antigua de San Francisco, es una encrucijada prodigiosa
Una plaza que le hubiera encantado a Marcel Proust, fanático del tiempo y de las magdalenas.
En principio fue territorio franciscano, desde que la orden religiosa llegó a esta villa amurallada en el siglo XIII (solamente se instalaban en poblaciones muy destacadas) y los monjes construyeron su convento –era su costumbre– en las afueras. Aquí lo hicieron en una colina cercana al sur de la muralla de ahí su nombre primigenio: Convento de San Francisco del Monte.
Unos cuatrocientos años más tarde comenzó Avilés a crecer por esta zona (y por el arrabal de Rivero) y parte de los terrenos –dedicados a huertas– de los frailes fueron ‘secularizados’, para que discurriera por aquí la nueva calle de Galiana. Porque sabido es que el uso hace costumbre y ésta, según el dicho, hace hábito… pues héteme aquí que el hábito urbano desplazó al frailuno.
De tal guisa nació la plaza, bautizada como de San Francisco. Aunque mucho después, en 1922, cambió el nombre por el de Domingo Álvarez Acebal, ilustre ciudadano que había dedicado más de cincuenta años a la educación. No obstante parte del imaginario popular, a esta plaza, también le adjudica el nombre de ‘El jardinin’.
En Álvarez Acebal desembocan las calles de San Francisco y Alfonso VII (que el personal conoce, faltaba más, como ‘La calleja los cuernos’). Y de Álvarez Acebal salen Galiana, que ya pasaba por aquí hace trescientos y pico de años, y Julia de la Riva que lo hace desde 1907.
En este sitio inaudito, está el convento (hoy parroquia de San Nicolás desde 1867) con muestras de románico, gótico y hasta un claustro, barroco, que luce un vestigio prerrománico. También la más funcional Casa de Cultura de Asturias (realizada por las Corporaciones presididas por Manuel Ponga y Santiago Rodríguez, sin olvidar el empeño del concejal de Cultura, Pepe Martínez). Por aquellos años ochenta, el Ayuntamiento adquirió el palacio Balsera para convertirlo en Conservatorio de Música.
Otro que tal baila es el edificio de Artes y Oficios, inaugurado en 1891 siendo alcalde Florentino Álvarez-Mesa. Fue un proyecto arquitectónico del genial Armando Fernández Cueto que era maestro de obras, que conste.
Estos edificios se pueden comprobar visualmente, si uno se sitúa en la posición que sugiere la niña de la fotografía.
Y al terminar la vuelta al ruedo anteriormente propuesta, la mirada comienza a caminar por el monumental muestrario arquitectónico de la calle San Francisco abajo, traspasanado El Parche más artístico de España (siglo XVII) y terminando en la chimenea del Sinter (106 m. de altura), símbolo de aquella ENSIDESA que revolucionó Avilés, a mediados del siglo XX.
El otro día, comentaba con Luz Villasana, que esta plaza te coloca, te emplaza en Avilés, una villa premiada a efectos monumentales –lo último fue el Niemeyer– que ojala sepa conservar por los siglos de los siglos, amén.
(Edición corregida del episodio publicado en el diario LA VOZ DE AVILES del 12 febrero de 2012).