De todos los humoristas que han bromeado con la medicina, posiblemente nadie ha entendido mejor a los médicos que Forges. El satírico dibujante ha mirado nuestra la profesión desde muchos puntos de vista: el del enfermo paciente y el del enfermo impaciente; el de los gerentes y gestores; ha criticado el sistema sanitario… pero, sobre todo, ha hecho humor con los profesionales sanitarios. Ha bromeado con médicos de todo rango, haciendo chistes sobre residentes inocentes y médicos resabiados, especialidades de toda clase (algunas veces inventadas) y cualquier forma de ejercicio profesional. En sus chistes sobre médicos, Forges nos ha tratado con comprensión y empatía, lo que no le ha impedido reprobar muchas de nuestras actitudes.

¿Por qué Forges nos ha hecho reír tanto a los médicos? Sencillamente porque nos hemos sentido comprendidos. Incluso cuando nos deja en mal lugar o cuando habla de nuestro maltrato al paciente, hay verdad en sus viñetas. Ese gerente con cara de pasota diciéndole a un médico, fonendo al cuello: “Le vamos a firmar un contrato de cinco minutos y luego veremos”. O el anciano, bastón en mano, que le dice a su padre, aún más viejo que él: “¡Papá; ya soy interno residente adjunto al servicio de endocrinología!”, a lo que responde el tatarabuelo, pasivamente: “Carrera llevas, José Luis”. Tampoco podemos olvidar a ese pobre ingenuo en la consulta con un hacha clavada en la cabeza: “No tiene nada; usted es asaz hipocondríaco”; “¿Y el hacha?”, pregunta el hombre. “Puros nervios”, dicie el galeno. “Ufff, ¡menos mal!”, asiente consolado el paciente.
También retrató Forges la sociedad y la actitud de muchos pacientes y usuarios. Como esa pareja, aburrida, cuando dice la esposa: “Qué día más aburrido… podríamos ir al Clínico a ingresarnos por urgencias…”; a lo que responde el marido: “Hoy no; he pasado cerca antes y tienen el día muy tranquilo”; cerrando la esposa: “Pues entonces nada, al cine”. O esa otra escena habitual, con dos hombres primitivos, en la que uno dice: “Se me ha ocurrido una cosa que se llama sanidad universal”; “Y ¿para qué sirve?”, pregunta el otro. “Para desmantelarla”, replica el primero. “¡Qué idea!”.
Forges se valió del sistema sanitario para contar lo que ocurría en la sociedad, porque lo que sucede cuando enfermamos es siempre importante y pone en cuestión todos los recursos disponibles: un sistema muchas veces insuficiente, la ética de cada individuo (médicos experimentados y residentes, enfermería, pacientes, familiares, administración), el papel de los medios de comunicación, la educación de la sociedad, y un largo etcétera. Darle a todo esto una lectura creativa y original desde el humor, como hacía Forges, no es sencillo. Porque hacer humor es lo más difícil, ya que supone entender la realidad, su complejidad y dramatismo, y sobreponerse a ella exprimiendo sus contrastes y sus absurdos. Narrar un drama es fácil; pensemos, si no, en lo sencillo que nos resulta contar algo serio. Sin embargo, hacerlo despertando una carcajada o, al menos, una sonrisa, es “asaz complicado”, como diría Forges. Y para esta difícil tarea nuestro homenajeado estaba superdotado.
Enrique Vivas Rojo es un médico conocido, entre otras cosas, por su trayectoria como divulgador científico. Ha participado en muchos programas radiofónicos con Forges como contertulio, especialmente en Radio Nacional de España. Al pedirle unas palabras sobre el humorista, nos respondió con una coplilla: “Creador de buen rollo. Comunicador de optimismos. Catalizador de bondades. Antídoto de rencillas. Sonrisa permanente. Tierno y sincero. Amigo generoso. Irónico con empatía. Escuchador más que hablador. Cronista de la sonrisa. Historiador de lo cotidiano. Cada día una sorpresa. Persona, que no es poco. La ironía para ser mejores. Ácido débil y base fuerte. Escéptico por sabiduría. Historiador del gesto. Semiólogo de la expresión. Filósofo de la risa. Respeto y admiración por los sanadores”.
Efectivamente, como atestigua Vivas, el filósofo de la risa sentía un profundo respeto y admiración por los sanadores. Y desde ese respeto a los médicos, Forges nos ha hecho reflexionar, reír y olvidarnos por un instante de las miserias del día a día. Por todo ello, siempre le estaremos agradecidos. Los médicos debemos ser como la Justicia, ciegos (imparciales) ante el paciente, por lo que tenemos que tratar por igual al pobre desconocido que al famoso, a José García (el “28/”) que a Forges. Ojalá que en su última etapa, en la que debió padecernos, hayamos estado a la altura. Confiamos en que sí, porque habitualmente los médicos nos ganamos el respeto, tanto de José García como de Forges.