“Para ser un buen médico, antes hay que ser buena persona”. Esta sentencia del médico argentino Juan Carlos Giménez se hizo viral en Twitter hace pocos meses. El Dr. Giménez realizó una serie de reflexiones que ponían de manifiesto cómo ser médico no es cualquier cosa. Precisa de conocimientos y, sobre todo, de actitudes muy especiales. La consecuencia de esta reflexión es clara: como no se puede ser de cualquier manera, por tanto, no todo el mundo puede ser médico, ya que, como decía el Dr. Giménez en otro tweet: “Ser médico es tener que lidiar con el sufrimiento del paciente, teniendo la certeza de que no habrá solución”.
Los que practican la medicina, y aquellos que la reciben, seguramente estarán de acuerdo con los tweetsdel Dr. Giménez. No es una cuestión elitista, que los médicos sean una clase diferente, ungidos directamente por el Espíritu Santo, o que sean una especie de aristocracia intocable. Es mucho más sencillo: ser médico es muy importante porque nos ocupamos de la salud y la enfermedad de las personas, y para hacerlo bien hay que saber muchas cosas y, además, ser de una determinada manera. Esa ´manera de ser´ puede venir de fábrica, de casa o ser aprendida durante la formación médica; pero, indiscutiblemente, el médico debe estar hecho con una buena madera. Porque, como ha señalado el cineasta José Luis Garci, el médico tiene que querer a sus pacientes, tiene que ser buena persona.
Afirmar que “para ser médico hay que ser buena persona” es una derivada del aforismo que dice que no podemos dar lo que no tenemos. Un médico tiene que buscar lo mejor para sus pacientes: cuidarles individualmente y a la vez considerar el contexto general, saber priorizar lo más relevante, comprenderles y hacerles saber que les entiende (ser compasivo y empático), dar una atención excelente, etcétera, etcétera. No es posible hacer todo esto sin esfuerzo, sin creer en lo que se hace y, sobre todo, sin ser buena persona.
Al hablar de lo misterioso que es el mundo, Borges cuestionaba la idea de que no se puede dar lo que no se tiene: “una persona puede dar felicidad y no ser feliz; puede dar miedo y no estar aterrada. Y puede dar sabiduría y no tenerla”. Y es cierto. Alguien puede hacer o dar cosas sin tenerlas, al menos puntualmente. Pero no es posible hacerlo de forma continuada, diariamente, a no ser que esa persona posea, al menos, unos gramos del bien que brinda. Un médico no puede comprender a los pacientes si no es comprensivo. No puede consolar si no es compasivo y tiene habilidades para comunicar. No puede dar el mejor tratamiento si no tiene los conocimientos actualizados. Puede acertar o engañar una vez, pero no día tras día, paciente tras paciente.Si intentamos fundamentar la idea de que para ser médico hay que ser buena persona, podemos recurrir a la ética de la virtud,que tiene el gold standarden Aristóteles y ha sido actualizada por autores como Santo Tomás, Maritain o MacIntyre. La ética de la virtudseñala que lo verdaderamente importante en las acciones es el carácter del agente que las realiza, su disposición (intención) de acuerdo con un objetivo final, que debería ser el bien y la vida buena. Estas éticas han sido aplicadas a la medicina por autores como Edmund Pellegrino o James Drane. El objetivo de la medicina es la salud de los enfermos y el médico tiene que estar comprometido con ello. No se trata de cumplir con un trabajo, de ser meramente un buen profesional, sino de atender de forma excelente las necesidades y requerimientos de la persona enferma. El acto médico obliga al profesional a poner sus conocimientos y habilidades al servicio de cada persona enferma.
La ética de la virtud no dice lo que hay que hacer, sino la clase de persona que hay que ser, en este caso de médico. Un médico virtuoso será aquel que posea las virtudes que le permitan ejercer la profesión plenamente. Como las virtudes (hábitos o rasgos del carácter) se adquieren por esfuerzo y voluntad, para adquirirlas resulta esencial una adecuada educación, en nuestro caso en las virtudes profesionales de la medicina, entre las que podríamos incluir honestidad intelectual, benevolencia, humildad, confianza, compasión, prudencia o responsabilidad. Teniendo claro el objetivo (dar la mejor atención posible a los enfermos), las virtudes surgen espontáneamente. Lo difícil es perdurar.
Como podemos ver, en medicina es fundamental quiénla practica, por lo que para que tengamos una buena medicina, una de las claves es la selección de esos quienes. James Drane señala que no se escoge bien a los médicos, ni se les educa en el carácter que deben tener para llegar a ser buenos médicos. El sistema de formación vigente ha descuidado la formación de un carácter propio del médico en los alumnos de medicina y, como consecuencia, muchos se centran exclusivamente en los aspectos técnicos de la profesión, olvidando su verdadero objetivo. Según Drane, los estudiantes han perdido la capacidad de ver al otro, padecen una especie de agnosia que les impide reconocer lo esencial del ser sufriente que tienen enfrente. Por este motivo, es clave que los futuros médicos sean escogidos y educados pensando en el ideal para el cual servirán, que no es para ganar dinero, ni para ser famosos o vivir cómodamente, sino para atender de forma excelente a la persona enferma en todas sus dimensiones.
Entendiendo que el actual sistema de acceso a la universidad en España (nota de corte en las públicas y recursos económicos y una nota menos exigente en las privadas) apenas tiene en cuenta las actitudes (la vocación) del candidato, tenemos que focalizar los esfuerzos en la educación del carácter del médico una vez admitido en la universidad y al finalizarla. Durante la residencia y después, con el ejercicio profesional, se tiene que continuar trabajando el compromiso del médico con el paciente. De este compromiso surgirán las actitudes y disposiciones (las virtudes) que debe tener un médico para ser un buen médico. Es decir, una buena persona que ejerce la medicina. Finalizamos con otro tweetde Juan Carlos Giménez: “Ser médico no es un oficio más, es una filosofía de vida. El que elige Medicina no elige una profesión sino una forma de vivir”.