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Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

DIGNIDAD Y RESPETO

Probablemente algunas personas que lean este artículo me tacharán de antiguo, arcaico e incluso otros adjetivos más fuertes, pero no me importa, porque creo que hay unas reglas universales que impone a cualquier ciudadano, un saber estar y unas reglas de protocolo y de etiqueta comúnmente aceptadas. Y eso es exigible más aun,  a todos los diputados que van a representarnos en nuestro Parlamento.

Lo que ocurrió en la sesión del Congreso para proclamar a los nuevos diputados de esta legislatura, fue un espectáculo grotesco. Los representantes de Podemos e independentistas, acapararon la atención de los focos con un repertorio de despropósitos que no serían admitidos en el Parlamento de cualquier país civilizado. Por un lado, hicieron gala de unos atuendos e indumentaria, nada acordes con los usos y costumbres imperantes en nuestro país y en casi todo el mundo. Por otro, los diputados de Podemos, los separatistas vascos, catalanes, valencianos, gallegos e incluso asturianos, hicieron caso omiso de las reglas protocolarias para tomar posesión de su cargo de diputados y para formular lealtad a nuestra Constitución. Se dedicaron a pronunciar eslóganes, proclamas independentistas y llamamientos a contravenir el orden constitucional. Y qué decir de la manipulación mediática de la Diputada Bescansa llevando a su bebé al hemiciclo e incluso depositando su voto con el niño en brazos, aun cuando en el Congreso hay una guardería, y además de ello también tenía una niñera.

Para que las cosas queden correctamente situadas, ha de decirse que hay un “Informe” de un grupo de trabajo parlamentario mundial, publicado en el año 2010 por la Unión Interparlamentaria en Ginebra, en el que se deja más que claro que los miembros de las asambleas parlamentarias deben de obedecer a unas reglas de conducta comunes. Para proteger la dignidad parlamentaria se utilizan una serie de reglas protocolarias que incluso inciden en el modo de vestir exigible a los Diputados. Por norma general, todos los parlamentos democráticos del mundo, consideran las normas de conducta y de etiqueta, como una manera de fortalecer el procedimiento parlamentario, el protocolo y las normas de etiqueta en las Cámaras.  A título de ejemplo, el Parlamento italiano impidió el acceso a un diputado del MVR porque no llevaba corbata. O las normas del parlamento de la India, que no permiten penetrar en el recinto parlamentario con la chaqueta en el brazo, porque resulta contrario a la dignidad de la Cámara.  Abundando en esto, en un parlamento sudamericano se dijo: “llegar a la Asamblea Nacional vestido con tanto desorden, resulta una muestra de improvisación, dejadez e indiferencia para quienes tienen la tarea de crear las leyes que van a regular el comportamiento de nuestra sociedad”.

En los parlamentos democráticos que existen en el mundo -y también en las dictaduras más duras-, no se producen alteraciones en la manera de vestir, ni en los formulismos establecidos parlamentariamente. Concretamente, en los países con tradición anglosajona, a determinados actos se asiste vistiendo toga, al igual que ocurre en el mundo judicial. En nuestro caso, hasta está regulada la indumentaria que han de vestir los Ujieres. Yo, ahora mismo, viendo lo que ha ocurrido en nuestro Parlamento, cómo puedo esperar que las decisiones que salgan de él sean firmes y rigurosas, cuando veo a parlamentarios que dan la impresión contraria. El parlamento es algo muy serio y necesariamente se necesita solemnidad y ejemplo. Las normas de etiqueta comúnmente aceptadas, preservan la dignidad parlamentaria y fortalecen la autoridad de quien va a aprobar nuestras leyes.

Los parlamentos civilizados tienen, al igual que nuestro Parlamento, un conjunto de normas, usos, costumbres y tradiciones que se aplican en toda la vida parlamentaria. Se trata de una etiqueta y un ceremonial que no debe de improvisarse sobre la marcha. Se trata de respetar los ceremoniales aceptados en los actos públicos, de respetar la vestimenta exigida para un determinado acto o evento. Todas las situaciones formales tienen unas normas de protocolo y por ello me pregunto ¿no es formal la toma de posesión de un Diputado?

Saber cómo vestirnos y cómo actuar en actos tan solemnes es lo que hace que podamos tener una buena o una mala impresión de una persona. Mucha gente pensará que estas reglas parlamentarias son frías, rígidas o incluso frívolas, pero la realidad es que el ceremonial y la etiqueta están presentes en la mayoría de las actividades de los ciudadanos. Y esta presencia, lógicamente, ha de ser aún mayor cuando hablamos de los Diputados que nos van a representar en nuestras cámaras legislativas y que incluso van a tener que relacionarse con otros estamentos de los gobiernos autonómicos, estatales e incluso internacionales.

 

La ya desaparecida magistrada Raimunda de Peñafort Lorente siempre hacía uso de un viejo dicho que resumía una filosofía de vida: “educación, indumentaria y buenos modales abren puertas principales”. Esta insigne Magistrada siempre recordaba a los personajes que no respetaban el “saber estar”, que se encontraban ante un tribunal de justicia donde se dirimían las cosas más importantes que podía poseer un ser humano: su libertad y su patrimonio. Acaso entonces en nuestro Parlamento no se dirimen cosas tan importantes cuales son legislar, como para no respetar estas reglas comúnmente aceptadas hasta en la calle.  Al final simplemente se trata de “respeto”.

Nuestras Cámaras de representantes asumen algo tan trascendental para los ciudadanos como es el poder legislativo. Tienen por tanto una autoridad que emana de nuestra Constitución y en consecuencia sus miembros han de respetar escrupulosamente las reglas establecidas, aun incluso cuando estas reglas no están reguladas pero sí sean comúnmente aceptadas. Si yo como ciudadano estoy obligado a respetar las reglas del juego, poco respeto me ofrece un Diputado que se salta a la torera e ignora las normas parlamentarias, aunque sólo sean las referidas a la indumentaria adecuada. Un diputado debe de desempeñar su misión conforme a lo establecido y si esto no le gusta, que haga propuestas para modificar las normas. Eso sí, entre tanto esa norma no se modifique democráticamente, que la respete, puesto que para eso estamos en un estado de derecho.

Un diputado debe de respetar no sólo a sus votantes, sino a todos los ciudadanos y por tanto tiene que respetar esas normas  o costumbres comúnmente aceptadas hasta ahora. Los diputados de Podemos y otros independentistas se excedieron e hicieron de su capa un sayo. Me parece correctísimo que tengan aspiraciones a cambiar lo que no les gusta, pero que lo hagan de modo legítimo proponiendo democráticamente los cambios de aquello que no les gusta. Pero, entre tanto, que no utilicen el Congreso de los Diputados como un plató de televisión y que se limiten a “saber estar”, por no decir, respetar las normas comúnmente aceptadas en todos los parlamentos democráticos del mundo.

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Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


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