¡¡menos mal!! ya me quedo más tranquilo. Acabo de leer en el diario El Comercio que el cuento de la Luisiada ya ha finalizado, o al menos la primera parte. Agustín de Luis ya está en Villabona. El protagonista del cuento, Agustín de Luis, ex jefe de la Policía Municipal de Oviedo, decide poner fin al guion teatral que cuidadosamente había elaborado, se entrega y pasa su primera noche en la cárcel de Villabona, tras una salida a bombo y platillo de su residencia en Salinas, en la que no faltó el pase torero dado a los periodistas que cubrían la noticia.
Vamos a ver, señor de Luis, o mejor Agustín a secas, si gozaba de algún crédito o respeto hacia su persona, estos días ya lo ha perdido. El circo mediático que ha montado esta última semana, ha dejado al descubierto su calaña. Desde que se decretó su ingreso en prisión, no ha hecho más que dejar cagadas por todas las esquinas. Ha embestido contra una Magistrada diciendo que haría todo lo posible para quitarle la toga. Ha embestido contra los subordinados que lo acusaron. Ha embestido en definitiva contra todo lo que se movía, al igual que un toro de miura de esos que tanto le gustan, cuando lo sueltan en el coso taurino. Estos días ha toreado descaradamente al Tribunal que ha decretado su ingreso en prisión.
Agustín, a usted no sólo lo ha condenado esa Magistrada a la que dice que quiere quitar la toga. Lo ha condenado también el Tribunal Superior de Justicia de Asturias, al que ha recurrido y finalmente lo ha condenado el Tribunal Supremo, agotando así todos los recursos que tenía a su alcance. Y aun así ha tenido mucha suerte, porque sólo lo han juzgado por un turbio asunto que, a pesar suyo, ha salido a la luz, y no por todos los otros que se han quedado en los cajones de su despacho.
Por cosas que yo sé y por otras que me han contado, usted ha actuado como uno de esos cherif intocables de las películas de vaqueros, protegido por el gabinismo, y se permitía el lujo de hacer favores (no tengo noticia de cómo se los pagaban después), quitando multas a amiguetes, como usted mismo reconoce en algunas de las manifestaciones que ha hecho estos días, o tirando a la papelera expedientes que no convenía instruir. En sentido contrario, se permitía el lujo de perseguir a los que usted consideraba los malos de la película, lanzando sobre ellos a sus aguerridos polis.
Yo mismo he vivido en primera persona ese estilo propio de los matones, de esas patrullas nocturnas que usted creó a su imagen y semejanza y que vigilaban la ciudad hace algunos años. Fui testigo de excepción y por eso lo cuento: Un viernes, en torno a la 1 de la Madrugada, cuando regresábamos a casa mi mujer y yo tras una cena con amigos, nos encontramos al lado de nuestro portal con un joven que a duras penas se tenía en pie por los excesos del alcohol y que según parece había sido expulsado de la discoteca que teníamos en frente. Súbitamente cuando estábamos abriendo la puerta del portal, aparece un coche patrulla, se bajan dos guardias y sin mediar palabra se lian a mamporros con el muchacho, que se transforman en patadas cuando se cae al suelo.
Ante este esta situación carente del más mínimo grado de profesionalidad policial, mi mujer que por su trabajo como funcionaria en Juzgados de Guardia conocía ya este modo de proceder, interviene para tratar de frenar la agresión y se encuentra con uno de los matones que le dice usted apártese y dedíquese a lo suyo. Ella lo vuelve a recriminar y el dice ¡¡identifíquese!!. Claro que le voy a identificar, pero como vivo aquí arriba, voy a subir a casa, voy a bajar con mis credenciales de funcionaria judicial, voy a exigirle a ustedes dos que se identifiquen y voy a pedirles también que mañana se personen a primera hora en mi Juzgado que precisamente mañana a las 8 entra de guardia. Y ahora, si no quieren incrementar el problema, les exijo que llamen a una ambulancia y que inmediatamente ese chico sea trasladado al Hospital. Se retractaron y llamaron a la ambulancia.
Esta es una muestra palpable del matonismo que Agustín de Luis implantó en Oviedo, sin duda protegido por ese mal recuerdo del gabinismo. Es probable que algunas cosas buenas si las habrá hecho, pero, por encima de todo lo que ha dejado usted como herencia de su persona, es esa figura del cherif matón y perdonavidas de las películas. Así que, como la película ya ha finalizado, que usted tenga una feliz estancia en prisión y espero que tras ese periodo a la sombra, se le bajen un poco los humos, y no trate de salir a la calle volviendo a escribir el guion de una segunda película.