La palabra jubilación, proviene del vocablo latino “iubilatio” que significa expresarse con alegría, gozo o, en definitiva, júbilo. Significa por tanto, el gozo de no tener que soportar el esfuerzo que implicaba trabajar duro, toda una vida. El problema es que, normalmente, la jubilación o retiro de la vida activa, se convierte en el envoltorio edulcorado de un proceso de defunción laboral que te lleva a un periodo de inutilidad social, algo que, por cierto, tiene muy poco de júbilo o gozo. Lo que sí está claro, al menos en mi caso, es que para evitar frustraciones, las personas jubiladas necesitamos reacomodarnos en un nuevo ciclo de vida, que nos debería de llevar hacia un proceso de jubilación lo más activo posible.
Los jubilados, pertenecemos a una generación que quiere resistirse a envejecer y dejarse llevar por la inactividad del retiro laboral. Por suerte para nosotros, vamos a tener una vida más longeva y nos apetece disfrutar con plenitud, la vida que nos queda por delante. Antes, a los 65 años éramos viejos, pero hoy estamos en buena forma física e intelectual y quizá por eso, se dice que estamos en la “madurescencia”.
Después de muchos años de trabajo, carencias, aprietos económicos para pagar la hipoteca del piso, desvelos por cuidar, educar y sacar a nuestros hijos adelante, ahora, ante nosotros, se abre un horizonte diferente, que también puede ser muy activo e interesante. Nosotros, los jubilados nacidos en torno a los 50, ya no somos esos padres o suegros que queremos que los hijos nos estén llamando todos los días. Nosotros tenemos nuestra propia vida y ya no tenemos que vivir en el mundo de nuestros descendientes. No tenemos que seguir preocupándonos por la situación económica de nuestros hijos o nietos. Ya les hemos dado todo lo que necesitaban y ahora es el momento de que ellos asuman su responsabilidad.
Creo que es hora de que empecemos a utilizar ese dinero, que hemos venido ahorrando en toda nuestra vida laboral. No tiene ningún sentido que lo guardemos, para que más adelante lo disfruten otros que no conocen el sacrificio que hemos tenido que hacer para conseguirlo, o que sirva para generar peleas y conflictos entre herederos. No tengamos reparo en comprar cosas que nos gusten. Tampoco es cuestión de que a estas alturas, pensemos en hacer inversiones maravillosas con esos ahorros, que sólo nos van a servir para preocuparnos por lo que pase con ellas o para que seamos engañados por cualquier entidad financiera que nos venda preferentes, derivados u otros productos financieros de los que sólo van a sacar beneficios ellos. Sencillamente, disfrutemos ahora de ese dinero, sin ser egoístas pero tampoco usureros.
Nosotros, los de la generación de los 50, tenemos que proponernos aprender cosas nuevas y útiles y en modo alguno tenemos que quedar al margen de los adelantos tecnológicos. Tenemos que manejar con soltura el ordenador, la Tablet o los teléfonos inteligentes y a través de esas tecnologías a través del Skype podremos tener videoconferencias con nuestros hijos o nietos cuando estén lejos. Y con el WhatsApp compartiremos cosas con nuestros hijos, familiares y amigos. Nos comunicaremos por correo electrónico con compañeros y amigos, abriremos cuentas en las redes sociales y nos moveremos con soltura en internet para reservar hoteles, comprar billetes de avión o de tren, o para comprar productos mediante comercio electrónico.
Tenemos que ser algo vanidosos y compartir la devoción por mantener y cultivar un cierto estilo personal y cuidado y para eso necesitaremos ir frecuentemente al peluquero, o usar moderadamente cremas o colonias. Pero eso sí, siendo clásicos, ya que los modernismos en la indumentaria, no van a encajar con nuestra edad. No es cuestión que hagamos el ridículo yendo vestidos con atuendos o peinados propios de los jovencitos. Es absurdo que los hombres pretendamos mantener la figura de los jóvenes astros del deporte o que vistamos trajes de Armani, o que las mujeres sueñen con tener la figura tuneada de una vedette. Ya no somos jóvenes, pero mantenemos un aspecto cuidado.
Deberíamos de resistirnos a la tentación de vivir con hijos o nietos. Lo razonable es que los visitemos, que vayamos a sus casas como invitados, que compartamos vivencias con ellos, pero que no pretendamos refugiarnos para que terminen cuidándonos. Cuando nuestra situación física o psíquica empiece a ser complicada, es mejor que busquemos ayudas externas, y si nuestro dinero nos lo permite, que busquemos cuidadores que nos asistan. Con ello, evitaremos ser una carga para nuestros hijos o nietos, que han de tener su vida propia.
Es bueno que utilicemos nuestros conocimientos o habilidades y para ello nada mejor que practicar el voluntariado social, ya que por experiencia propia sé, que haciendo esto en una ONG, además de ayudar a personas que lo necesitan, me estoy ayudando a mí mismo, puesto que estoy activo física y mentalmente, y además estoy reciclando conocimientos que me permiten mantenerme actualizado. Cultivemos hobbies, tengamos una vida saludable, caminando, haciendo deporte moderado y alimentación equilibrada. Mantengámonos ocupados cuidando el jardín, haciendo bricolaje, teniendo tertulias con amigos. Es bueno que nos mantengamos al día, leyendo libros, incluso matriculándonos en los cursos que algunas Universidades y centros de formación, tienen para mayores. Es bueno que nos hagamos miembros de asociaciones, que participemos y nos impliquemos en sus actividades y en definitiva que nos mantengamos activos. Participemos en eventos sociales y culturales puesto que lo importante es que salgamos de casa y que cultivemos las relaciones.
Salgamos, viajemos, y démonos los gustos de los cuales antes nos privamos para dar lo mejor a nuestros hijos. ¿Por qué tenemos que tender a angustiarnos con pequeñeces? En la vida todo pasa y los buenos momentos deben de ser recordados, pero los malos momentos, mejor que los olvidemos cuanto antes. Tratemos de no vivir de los recuerdos hablando siempre de cosas como “en mis tiempos”. Mi tiempo es hoy y ahora. Y si en ese tiempo de hoy y ahora, tenemos dolores y molestias propias de la edad, no las acrecentemos hablando de ellas. Este sólo es un problema mío y de mi médico y a nadie más le interesa. Y sobre todo, seamos disfrutones y riamos mucho. Para terminar, si alguien le dice, como yo ya he oído, que nosotros ya estamos obsoletos, no le haga ningún caso, ignórelo. Nosotros ya hemos hecho muchas cosas en la vida y además las seguimos haciendo entre tanto nuestra salud nos lo permita.